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El orgullo de ser maestro

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Llevo los años viejos para vivir con más calma, disfruté mi trabajo con gran regocijo, y cuando menos acordé, pasé de la pasión a la pensión. Fue un privilegio ser maestro, cautivado como un bello matrimonio de más de treinta años de correspondencia, fiel a mi querida secundaria técnica número uno. 

Durante el largo trajinar de mi vetusta existencia, la docencia ha sido una de las experiencias más reconfortantes, aunada a mi otra pasión sublime, restablecer la salud a los animales. Un gran reconocimiento a todos los maestros por su titánica labor, donde se entregan diariamente a una de las tareas más bellas y extenuantes, la educación.

Desafortunadamente la enseñanza básica en nuestro país no ha sido valorada como merece, impartiendo clases  los maestros aquí y acullá por causa de los salarios, realizando con agrado y profesionalismo su labor. 

Debido a mi profesión de médico veterinario, realicé estudios de nivelación pedagógica para impartir clases en secundaria, siendo una de las experiencias más gratificantes, debo decir que al principio asistí a regañadientes por tener que ausentarme de mi trabajo, después de algunas semanas de clases, me encontraba puntual y sorprendentemente cumplía con la tarea, lo más importante del curso era que asistía convencido de lo que estaba realizando, fue una verdadera riqueza el intercambio de opiniones entre todos los compañeros de diferentes profesiones, era un ambiente agradable y fraternal que nos hizo recordar nuestros años mozos de la adolescencia a pesar de nuestras canas, logramos una sincera amistad que aún conservamos gratamente. 

Durante mi labor en el magisterio,  no fui el mejor de los maestros,  tal vez estricto, pero  nunca injusto, con los valores por delante pues no daría resultado sin pregonar con el ejemplo. Impartí la materia de biología donde afortunadamente poseía gran material, anécdotas y vivencias de mi trabajo de veterinario, desarrollando los temas de forma amena y práctica. 

Uno de mis propósitos fue alentar la autoestima del alumno, que se proyectara como un profesionista exitoso. Procuraba que estuviera actualizado con los problemas de nuestro entorno relacionados con la asignatura, que se compenetrara buscando soluciones, siendo la fuente de información principal el  periódico, exhortándolo a la lectura, que saliera de la rutina del libro de texto, sin perder la esencia del programa de estudios.  

Otra de las ventajas que tuve relacionada con mi profesión, fueron las prácticas de laboratorio cuando diseccionábamos un conejo en el último año de biología, cada equipo al finalizar el curso llevaba un conejo, no solo se trataba de una práctica común, era la aplicación de un examen oral, donde cada alumno  describía el órgano y la función del aparato que se le requería; digestivo, respiratorio, circulatorio, urinario, etc. Los alumnos realizaban el examen con gran formalidad, ataviados con bata, guantes, cubre bocas, y su instrumental de disección. Estudiaban perfectamente la anatomía y fisiología, al grado que describían exitosamente el órgano que se cuestionaba, lo único de lamentar  eran las discretas lágrimas que derramaba alguna alumna al ver el pequeño conejo completamente anestesiado.  

Escuela secundaria de mis recuerdos, templo de enseñanza, cuna de profesionistas, fábrica de amigos. Institución de alta demanda y gran conglomerado de doble turno, impartía clases a quince grupos de cincuenta jóvenes cada uno, alrededor de setecientos cincuenta alumnos diariamente, en los tres grados de secundaria, era agotador, pero también mi sagrado trabajo, cada maestro contaba con  un as bajo la manga y su propio método para lograr captar la atención, sobre todo en las últimas horas del día, donde el alumno ya se encontraba cansado y bastante inquieto. 

Haciendo una recopilación sobre la labor  dedicada a la docencia, recibí más satisfacciones que sinsabores, en una ocasión, durante una reunión  con padres de familia y el director, me cuestionaban por el alto índice de reprobación de uno de los grupos de sus hijos. 

Recuerdo que ofrecí dos soluciones, la primera,  con su apoyo continuar estimulando el estudio y que aprobaran por su propio esfuerzo, y la otra, otorgar la máxima calificación con la venia del director, y así no tendrían  que preocuparse por aprobar durante todo el año, tanto padres como hijos, pero que no esperaran conseguir aprobar el examen de admisión a preparatoria por culpa de sus propios padres, recapacitaron y otorgaron su apoyo. 

La escuela gozaba de gran prestigio, el director se sentía orgulloso por ser sus alumnos los de mayor ingreso a las preparatorias de alta demanda, resultado del trabajo de todos los compañeros, administrativos, docentes y de limpieza. 

Qué gran satisfacción nos da volver a ver aquellos jovencitos en el atardecer de nuestras vidas, convertidos en profesionistas y respetables padres de familia,  saludando con gusto y respeto, agradeciendo nuestra antigua enseñanza y los viejos consejos paternales  que marcaron sus vidas. Uno de los recuerdos más gratos que guardo fue  para un día del maestro en la década de los noventa, nos encontrábamos en la biblioteca de la escuela, la sociedad de alumnos se había puesto de acuerdo con todos los compañeros para otorgar reconocimientos para algunos de los maestros durante el convivio. 

La distinción era una medalla simbólica,  consistía en una gran moneda de chocolate de envoltura dorada, con  un enorme listón rojo que colocaban en el cuello del maestro merecedor. Los alumnos nombraban el mérito y  el nombre del profesor; "Al de mayor puntualidad, el más alegre, al más estricto, de mejor carácter, el que encarga más tarea", y así los fueron mencionando,  esperaba el de mayor reprobación, pero creo que no me encontraba en la lista de los alumnos. Solo faltaba la última presea, intencionalmente la habían dejado al final pues era la de mayor relevancia, se trataba para: "El maestro que mejor imparte clases".  

Increíblemente me nombraron, esa medalla simbólica aún la conservo, y siempre la llevaré  en el corazón, ha sido uno de los bellos pasajes durante treinta años de trabajo, por la escrupulosa, noble,  hermosa, y extenuante  profesión de MAESTRO.¡FELIZ DIA DEL MAESTRO!

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