Los instrumentos musicales se volvieron parte importante para el desarrollo literario de la escritora Isabella Ibarra. (CORTESÍA)
Casi un año después de salir de la carrera de Comunicación, “una fase muy extraña” en la vida de Isabella Ibarra la llevó a tener que empezar un proceso terapéutico que terminó encontrándola con la escritura.
El fallecimiento de un ser muy querido para ella, algunos recuerdos borrosos de su infancia y mucha ansiedad repentina fueron algunas de las causas que la llevaron a tomar terapia psicológica, sin saber que eso la llevaría a publicar en el 2017 su primer poemario “Rumbo al quebranto”.
“Mi psicóloga me dijo que me pusiera a escribir y que terminara lo que empezara, porque también tenía un issue de empezar y no concluir mis proyectos. Me dijo: ‘quiero verte sacando un libro’ y ahí fue que empecé a escribir y desde entonces me enfoqué en hablar de literatura, dar talleres, porque todo esto me ayudó mucho a calmar la ansiedad, a ver las cosas de diferente forma, a ya no estar estancada con esos sentimientos extraños que tenía”, cuenta Isabella.
Sin embargo, este interés por la escritura no surgió con la terapia. Escribir poemas era una actividad que Ibarra hacía desde que estudiaba en la primaria y retomó años después en una clase de literatura que cursó en la universidad, pero se vio opacada un tiempo por su inclinación hacia el aprendizaje y práctica de la música.
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“Al poco tiempo de salir de la universidad estudié una carrera técnica en Música. Ahí aprendí muchas cosas que me ayudaron también a la escritura, como la composición y la rima. La estructura de la música me ayudó mucho a hacer las cosas diferentes y se notó más en mi segundo libro”, dice Isabela, refiriéndose a su obra “Amor en cualquier parte del sueño”, publicado en el 2020.
A partir de ahí, los instrumentos musicales se volvieron parte importante para el desarrollo literario de la escritora.
“Siempre cuando me siento mal o que traigo algún tema, primero me pongo a tocar guitarra y eso me ayuda a escribir. La escritura y la música para mí son como una mancuerna. Primero empiezo con algunos acordes, algunos sonidos e incluso a veces con un pianito que tenía me ponía a tocar, identificaba más o menos qué emoción traía y luego me ponía a escribir.
“Cuando me metí a estudiar la carrera técnica en música me di cuenta que sí me gustaba mucho, pero no era tan afín, como que me costó mucho reconectar y por eso escogí la literatura, se me hacía como un poquito más completo a mi proceso de sanación”.
A este proceso, y casi al mismo tiempo, Isabella sumó el conocimiento y la perspectiva feminista a su vida gracias a la amiga de una amiga que le habló más de este tema.
“Yo creo que todos tenemos una influencia feminista que nos va moviendo por ese camino y para mí fue Layla Miranda. Ya de ahí, me empezó a interesar más sobre todo por esta onda de querer quería ayudar a otras chavas a que hablaran de sus abusos, que lo denunciaran, a yo irme deconstruyendo, porque todavía traigo ideas raras, pero trato de estarlas cambiando. Apenas voy agarrando el ritmo. Y en cuanto a la escritura y a mi carrera profesional, siempre quiero hacer cosas mejores. Siempre tengo esta espinita de querer hacer más”, dice Isabella.
