(CORTESÍA)
Es la noche del 18 de diciembre de 1892. La arquitectura decimonónica del Teatro Mariinsky luce imponente en pleno corazón de San Petesburgo. En unos minutos, su interior escribirá una nueva partitura en la historia de la música y las artes escénicas, pues la obra El Cascanueces será estrenada en la sonoridad de Piotr Ilich Tchaikovsky y la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, generando así un antes y un después en la historia del ballet.
El escritor Ernst Theodor Amadeus Hoffman había publicado este cuento de hadas en 1816, bajo el título El Cascanueces y el Rey de los Ratones. El cascanueces que aparece en la historia es tanto un juguete como una vajilla para cortar nueces. Se trataba de un artefacto muy común en Austria y Alemania durante el siglo XVIII. Alejandro Dumas adaptó el cuento de E. T. A. Hoffman en 1844 y fue este texto en el que Tchaikovsky basó su creación.
El Cascanueces es una obra íntimamente ligada a la época navideña desde la concepción de su trama. La maestra y violinista Natalia Riazanova, de origen ruso pero adoptada por La Laguna, indica que El Cascanueces es una obra maestra, concebida desde su inicio como espectáculo balletístico que es fiel a la magia del cuento.
“La composición compleja de Tchaikovsky combina su sinfonismo dramático y desarrollado con forma de divertimento y suite de danzas características “ligeras”, que se convirtieran desde la premiér en las piezas mas populares para bailar y para tocar en las escuelas de ballet y las artes escénicas”.
En Rusia, las presentaciones de El Cascanueces son constantes y se acentúan en las vacaciones de invierno, donde se brindan de una a dos funciones por día, con llenos totales. La música de Tchaikovsky, subraya Riazanova, es elemento indispensable de la cultura rusa y parte mágica de la infancia para muchos niños.
Riazanova resalta la presentación de El Cascanueces del Teatro Bolshoy (Moscú), entre los años 1973 y 1975. Luego se traslada décadas atrás, al año de 1934, con la puesta en escena del Teatro Mariinsky, donde Vasiliy Vaynonen destacó con sus coreografías. Esta última fue renovada en 1954 con escenografías de Simón Virsaladze.
“Y también el vestuario desde el inicio fue deslumbrante ( hasta se cansa la vista de tanto glamour). Por lo que podemos constatar que hasta el día de hoy, en el siglo XXI , este ballet sigue siendo el favorito entre las historias de Navidad y Año Nuevo en todos los escenarios del mundo (con mayor número de presentaciones)”, cerró la maestra.
