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La gente que no paga le robó el sueño de su vida a Don Jorge

Por 30 años Jorge estuvo ahorrando para ir a España, pero por una mala jugada perdió su sueño

Sobre la calle Valdés Carrillo, entre Matamoros y Morelos, en la ciudad de Torreón, es fácil localizar a Don Jorge, quien ahora se dedica a cuidar automóviles.

Sobre la calle Valdés Carrillo, entre Matamoros y Morelos, en la ciudad de Torreón, es fácil localizar a Don Jorge, quien ahora se dedica a cuidar automóviles.

MARTÍN CHÁVEZ

Dicen que en ocasiones la amistad y el dinero son como el agua y el aceite, no se pueden mezclar, o bien, que cuando quieras tener un problema, préstale dinero a alguien; entonces surgirán frases bien conocidas como: "el lunes que me depositen te pago"; "vengo contigo porque eres el único que nunca me dice que no" y ya después la más cínica… no te voy a pagar y hazle como quieras.

Todos tenemos una historia y ésta, es la de Don Jorge, el cuida carros que durante más de 30 años estuvo juntando dinero para cristalizar su sueño de conocer España; incluso, ya había tramitado su pasaporte, pero una mala jugada de "unos amigos" le impidió abordar el crucero que lo llevaría a la llamada Madre Patria y entonces, vio truncado su propósito.

Por la calle Valdés Carrillo, entre la Matamoros y Morelos, es fácil localizarlo; "arre", grita la gente al verlo, es el saludo y la señal de los automovilistas que llegan, se estacionan y le encargan su vehículo a Don Jorge.

Sentado sobre un bote de plástico, en las afueras de lo que fue la dulcería Martín, parte de la historia romántica de Torreón, Don Jorge recuerda que llegó a esa cuadra cuando tenía 15 años y empezó a trabajar lavando, puliendo y encerando carros.

"Llegué a este lugar en 1964, empezaba muy temprano y le daba hasta las ocho de la noche, ganaba bien, pero, era gastador", recuerda, con su mirada clavada en la nada. Fíjate que me empezó a ir mejor cuando empecé a hacerle mandados a los magistrados que trabajaban en el edificio Monterrey, añade.

Entonces, los magistrados me llegaron a tener tal confianza que me daban sus tarjetas para que les fuera a sacar dinero. Uno de ellos, el licenciado Muñoz, supo que mi sueño era conocer España y me invitó a un crucero, yo ya tenía algo de dinero ahorrado y esa, la verdad, era la señal que yo esperaba.

En ese momento de la plática, Don Jorge estaba tan concentrado en sus recuerdos, que descuidó su chamba y no se dio cuenta cuando llegaron los trabajadores de Parquímetros para quitarle las placas a tres vehículos que Don Jorge, se había comprometido a cuidar... afortunadamente no pasó nada.

El restaurante bar Reforma, el cine Modelo y las gorditas del Poquito Lunch, que en ese tramo son parte del recuerdo de aquel nostálgico Torreón, enmarcaron y fueron testigos también del esfuerzo que durante 30 años Don Jorge desarrolló, lavando carros, encerando, cuidando y haciendo mandados.

"Le dije que sí", comenta Don Jorge, nomás espéreme unos dos o tres meses para juntar los 60 mil pesos que necesito, y nos vamos a España, le propuso al licenciado Muñoz.

Ya estaba todo planeado, ya hasta había tramitado el pasaporte, nomás el pasaporte, pues para allá, no se necesita Visa, explica… y entonces inició la pesadilla. Hace tres años cuando ya tenía los 60 mil pesos, un matrimonio me los pidió prestados.

Yo confiado, se los presté, pues él es abogado y tenía su despacho en el edificio Monterrey. El y su esposa, me expusieron sus problemas y me aseguraron que me pagarían en un plazo no muy largo y… yo pensé que eran buenas personas.

Cuando se cumplió el plazo, los veía y les preguntaba que cuándo me iban a pagar y la realidad, me contestaban puras mentiras. Empecé a sentir que mi principal objetivo en la vida y por el cual luché mucho tiempo, se esfumaba.

Había escuchado mucho de España y cada rato soñaba (despierto y dormido) paseando por sus calles, conociendo ese país, ese gran país, comenta sin poder ocultar el sentimiento de tristeza.

Suspira y continua, pasó el tiempo y no me pagaban, entonces fui a buscarlo a su casa y sucedió. Abrió la puerta solo para decirme "mira, si quieres demándame, no tengo para pagarte". Y desde hace tres años, el problema está en los juzgados.

"España, era mi ilusión, ellos sabían que yo tenía ese sueño… yo pensé que eran buenas personas…" ¡arre!, se levanta para seguir cuidando carros y como los cubanos, con una sonrisa en el rostro para ocultar su tristeza, "nadie sabe lo que lleva el costal, más que el que lo va cargando".

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Escrito en: Fraudes

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