
(ÉRICK SOTOMAYOR)
Jorge Pérez Garza creció en una familia con intereses y cualidades empresariales, mismas que heredó de su padre y abuelo y con las cuales ha destacado en el ámbito empresarial lagunero.
Entre las actividades que más disfruta hacer destaca ir al cine, leer y pasar tiempo con sus hijos, cuya actividad describe como primordial en su vida, ya que el hecho de ser padre implica una inversión de tiempo, ganas y energía que no cualquiera podría hacer.
Muchos te conocen solo como empresario, pero ¿cómo eres como papá?
Creo que soy un papá tranquilo en cuanto a mi temperamento con ellos, sí creo mucho en que la educación con los hijos debería ser de poner límites amplios, pero que sean límites suficientemente amplios para que los niños se puedan equivocar, para que puedan crecer.
Yo creo que la vida en sí es bastante dura, te va a dar todas las lecciones que necesites aprender. El problema es que los papás entramos mucho a amortiguar los golpes de la vida, a proteger de más a los hijos y es ahí donde yo creo que radica el problema con la formación.
¿Qué haces para que esos límites sean más amplios?
La labor del empresario es manifestar la misión de la empresa y hacia dónde vamos y todos se van alineando a algo. Cuando llegas a tu casa, tus hijos no van a seguir a ciegas nada más así tu visión, te tienes que desconectar cuando te sales del trabajo y meterte el chip de la familia, donde tienes que ser más paciente, más flexible, escuchar más.
Es importante aprender como papá y empresario a desconectarte del trabajo. En el trabajo todos son números, eficiencia y en la familia no, es más compresión, cariño y acompañamiento.
¿Qué disfrutas más hacer con ellos?
Nos encanta ir al cine, armar legos y viajar.
¿Cuál enseñanza has tratado de dejarle a tus hijos?
A mí me gustaría que mis hijos encontraran una felicidad con conciencia y responsable. Por lo tanto, trato de que se hagan ellos responsables de sus propias consecuencias, es precisamente darles esos límites amplios y luego cuando estén en un problema, dejar que ellos lo resuelvan, como adultos muy conscientes, conscientemente felices.
La felicidad sin conciencia es nomás una felicidad externa, efímera, es una felicidad que consigues con cosas materiales y mi sueño ideal, lo que yo le pido a Dios es que lleguen a tener una felicidad muy consciente, muy profunda, que se sientan realizados. Es lo que me gustaría que ellos tuvieran presente al pasar de los años.
SER PADRE
Por Jorge Pérez Garza
Nadie nos enseña a ser papás, es verdad, aprendemos sobre la marcha. La paradoja es que nuestros hijos se convierten en nuestros maestros cuando al mismo tiempo nos toca formarlos y educarlos.
Ser papá es un regalo que tenemos que recibir con plena convicción. No es una tarea fácil hacerla a cabalidad, no podemos ser sólo un proveedor o refugiarnos en pretextos del pasado para no tocar nuestros sentimientos con los hijos.
El papá debe tener la capacidad de formar en la disciplina y la responsabilidad, pero ser sensible también al corazón de nuestro hijo o hija. Debe ser quien empuje más, quien de lejos vigile cuando nuestro hijo(a) está al límite de sus capacidades y esperar a que caiga. Esperar incluso un poco más, a observar cómo reacciona y se levanta antes de ir en su ayuda.
No es fácil, nuestro instinto es querer protegerlos de todo, darles “todo lo que yo no tuve”, pero se nos olvida que fueron esas caídas y esas carencias las que formaron nuestro carácter.
Aunque ambos padres deben de estar siempre involucrados en la formación de sus hijos, creo que en la infancia, la tarea recae más en la madre que nutre y cuida y a partir de la adolescencia recae más en el padre que debe aplicar más fuerza en la disciplina, en enseñar responsabilidad. Con la edad, el hijo y la hija van teniendo una voz más fuerte, mente propia y el reto de formarlos se vuelve más complejo.
Obvio ni me meto en el tema de familias con sólo un padre/madre presente, ya sea la “mamá luchona” o el “papá luchón”. Cuando uno solo tiene que hacer ambos roles, el reto cambia por completo, mis respetos a esos papás o mamás que se la rifan solos.
La infancia es fácil con los hijos, lo correcto y lo no tan correcto es muy claro y podemos guiarlos, cuidarlos de riesgos que pongan en peligro su vida. Es una etapa que los niños hacen caso sin mayor problema, los berrinches no cuentan como problema, son respuestas naturales y desarrollan la tolerancia a la frustración. Es más problema de los papás que hacemos nuestro berrinche y nos enganchamos con ellos.
Los niños lo que más exigen en esta etapa es tiempo. Y si cumples el rol de proveedor en la casa, lo que menos tienes es tiempo y cabeza. Mis hijos con los años me enseñaron a desconectarme más rápido al llegar del trabajo. Con los años, si tenemos suerte, podemos lograr más estabilidad en el trabajo y así poder ser más ordenados a la hora de salida y llegar temprano a la casa. Los famosos momentos de calidad: En mi caso disfrutaba mucho hacerles un poco de cosquillas y luego turnarme en dormirme con alguno de ellos. Qué rápido se van estos años.
Yo estoy ahora en la etapa de hijos jóvenes y para la adolescencia yo soy de la idea de poner límites amplios, pero firmes. Lo peor que uno puede hacer es querer controlarlos como cuando eran niños. Normalmente el papá tiene más tolerancia a esta amplitud de límites que la mamá. El chiste es que dentro de esa amplitud se debe de cuidar dos cosas: Uno: Cero tolerancia a sobrepasar esos límites, ya bastante es ampliarlos como para todavía permitir al adolescente estarlos probando. El conflicto va a surgir porque su naturaleza es retar la autoridad, ampliarle los límites y no permitir sobrepasarlos le enseña a madurar, pues se le está otorgando confianza con responsabilidad.
Y el segundo punto es, con el tiempo, ir cargando responsabilidades al joven a cambio de esa amplitud de límites, o incluso de ampliarlos. Yo no creo que “pierden su juventud” si tienen que cumplir con ciertas cosas para gozar de beneficios. Sobre todo cuando están de por medio beneficios que exceden lo normal de la gente, como un coche, gasolina, viajes, etc.
Tiempos difíciles producen mujeres y hombres fuertes; Mujeres y hombres fuertes producen tiempos buenos; Tiempos buenos producen mujeres y hombres débiles; Mujeres y hombres débiles producen tiempos difíciles.
Si quieres tener una hija o un hijo fuerte, resiliente, seguro/a de sí mismo/a, dueño de su futuro y su camino, tendrás que darle retos del mismo nivel. Así funciona la vida. Una persona que nunca trabajó por lo que tiene, rara vez lo podrá valorar y peor aún, rara vez aprenderá a sacrificarse para lograrlo.
No tengo experiencia como padre en la etapa adulta, pero quiero suponer que termina el rol de padre como tal y comienza más un rol de compañero, consejero, guía de nuestros hijos. Más que decirles qué hacer, la tarea es acompañarlos en sus decisiones. Para bien o para mal tienen que tener su vida y hacerse responsables de ella. El que nos cueste soltar el control como padres no es algo con lo que el hijo debe de cargar, eso es nuestro trabajo resolverlo. Pero ya el tiempo me dirá cómo será esa etapa cuando llegue.
Valores importantes que creo que debemos inculcar a nuestros hijos: Gratitud como número uno, disciplina, responsabilidad, sacrificio y honestidad. A mis hijos les enseño a esforzarse por lo que quieren, siempre pagar sus deudas y dar gracias de todo lo que tienen. Algunos no son fáciles de enseñar porque implican sacar al hijo/a de su zona de confort y esa es labor fundamental del papá. A veces, incluso sin el apoyo de la madre que lo quiere proteger a toda costa.
Por último, comparto un consejo de vida que doy a mis hijos en cuanto a temas mundanos: No importa a lo que te dediques, todos somos vendedores, siempre estamos vendiendo algo: nuestra experiencia, nuestro arte, nuestro producto, servicio, etc. El dinero no es la felicidad y así lo enseño a ellos, pero vivimos en un mundo que tiene su propia dinámica y hay que saber también jugar ese juego sin creérnosla que es lo más importante. Todo beneficio que logremos debe de ser siempre para un propósito mayor: ayudar a otros y un mejor futuro, siempre agradecidos.
Los hijos nos van a obligar a crecer, a reflexionar, a madurar más; en la infancia ellos son amor puro y por eso se convierten en nuestro espejo. Huir de este crecimiento personal es arriesgarnos a repetir errores de nuestros padres y distanciarnos de nuestros hijos. Está bien si vamos aprendiendo en el camino, pero hay que tener el valor de recibir la enseñanza al cien.
Me encanta mi rol de padre, disfruto verlos. Aun en la adolescencia, que a veces pareciera que no damos una con ellos, de repente hay destellos de la formación que les estamos dando y nos tenemos que agarrar de lo que podamos en esta etapa y confiar en el futuro.
Es un privilegio ser padre, ábrete plenamente a ello, disfruta cada etapa y todo hazlo desde el amor y así nunca fallarás. Desde el amor, puedes confiar en que todo se irá acomodando.