(SAÚL RODRÍGUEZ)
Un día antes de que se celebre el Día Internacional del Libro, Doris Romero ha abierto la librería Otelo desde las 11 de la mañana. Sentada junto a la puerta, conversa con amistades, pues en este lugar del centro de Torreón nunca faltan las visitas.
Fundada a principios de los noventa por don Jaime Martínez Sánchez, la librería cuenta con gran tradición en la ciudad. En su interior se desbordan más de 10 mil libros sobre las estanterías grises que asemejan edificios, donde en cada piso habitan autores diferentes. Quien la visita debe ser curioso y hurgar entre los ejemplares, para buscar alguna joya, edición especial u otra rareza.
Don Jaime falleció el 12 julio de 2020 y su esposa Doris es ahora la encargada principal de este santuario literario. Ella es gran entusiasta de la lectura y ha desarrollado un ojo de halcón para distinguir entre el buen lector y el principiante. Como librera se debe a sus clientes, quienes la motivan a seguir abriendo el viejo edificio marcado con el número 666 en la avenida Juárez.
Doris lee ‘El hombre mediocre’ del sociólogo argentino José Ingenieros. Antes ha disfrutado de ‘La conjura de los necios’ de John Kennedy Toole y, aunque la librería es un negocio poco redituable, asegura que sus ventas han subido desde que comenzó la pandemia.
“Mis hijas se asustaron mucho y me dijeron que no abriera, que porque estaban cerrando todos los negocios, que me cuidara, pero yo ya estaba muy encariñada aquí […] Y empezó a venir gente, porque estaban aburridos en sus casas”.
Los libros llegan y salen de la Otelo a flujo continuo. Además de algunas donaciones, Doris comenta que los pepenadores también arriban para venderle ejemplares. Ellos transitan los barrios y recogen los libros que algunas familias sacan a la calle. “Ya saben. Vienen para ver qué sirve de ahí y muchas veces los libros sí sirven, otras no”.
La librería se ha nutrido también con las colecciones de personajes importantes de la región, como la del doctor, maestro y actor Gerardo Moscoso, quien falleció en mayo de 2021. “El doctor tenía hermosísimos libros, creo que no había uno que no estuviera firmado. Toda su biblioteca llegó aquí. Se vendieron como pan caliente porque eran buenísimos libros”.
En otras ocasiones, cuando son grandes cantidades de ejemplares, Doris acude en persona a los domicilios. Recuerda que en una ocasión le tocó ver dos cuartos repletos de libros, pertenecientes a la colección de un notario. Entre ediciones verdes de los clásicos de Grolier y marrones de las grandes obras del siglo XX de Alfaguara, Doris reflexiona sobre la celebración del Día Internacional del Libro.
“El libro siempre se tiene que festejar. […] No sé si va a morir algún día, a lo mejor sí, no sé. Con la pandemia me quedó claro que, si es que va a morir, se va a tardar. Ya tiene rato el internet y los clientes que venían cuando la librería inició hace 30 años, siguen viniendo. Entonces, se van a tardar en dejar el libro y hay generaciones nuevecitas que ya vienen, son muy poquitos, pero ya vienen a comprar un libro. El libro es lo máximo, según muchos filósofos, que dicen el libro es una universidad, que el libro es todo”.
