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La Economía Naranja

JUAN MNUEL GONZÁLEZ

La economía naranja es un modelo de desarrollo en el que la diversidad cultural y la creatividad son pilares de transformación social y económica de un país. Utiliza la creatividad, las artes y la cultura como materia prima. Se relaciona con los derechos de propiedad intelectual y está en función directa de una cadena de valor creativa.

Esta economía se le llama naranja porque este color suele asociarse con la cultura, la creatividad y la identidad. Los artistas del antiguo Egipto usaban un pigmento de este color para adornar los jeroglíficos de las tumbas de los faraones, es además un color que se asocia con el fuego. Esta economía sostiene que quien sobrevive no es el más fuerte ni el más inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio.

Para enfrentar las amenazas que se ocultan en los lugares más oscuros del mundo, es necesario entender que existe lo que sabemos que conocemos, lo que sabemos que desconocemos y lo que no sabemos que desconocemos. Sir Winston Churchill tuvo la claridad de ver hace décadas que los imperios del futuro serían imperios de la mente, uno de estos imperios es el de la economía naranja, algo que no sabemos que desconocemos, pero que NO es un enemigo, sino una oportunidad.

La Economía Naranja es uno de los grandes beneficiarios del desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs), pero la tecnología no pide permiso, las dificultades que se derivan de su implementación en términos de desempleo, migración económica e inestabilidad social son enormes. Pero también son enormes las oportunidades. El desafío consiste en adaptarse de la mejor manera a las primeras y sacarle el mayor provecho a las últimas.

La creciente velocidad en la adopción y renovación de tecnologías es clave para comprender el momento en que nos encontramos. Vivimos tiempos exponenciales. El teléfono necesitó 35 años de comercialización para que la cuarta parte de los hogares de Estados Unidos tuviera uno. A la televisión le tomó 26 años; a la radio, 22; a los computadores, 16; a Internet, 7, a Gmail, Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn, discos duros en la nube, 2 años. Así mismo, a la radio le tomó 38 años alcanzar una audiencia de 50 millones de personas en el mundo; a la televisión le tomó 13; a Internet, 4; al iPod, 3 y a Facebook, 2.

El Protocolo de Internet fue inventado en 1974, en 1984 había mil dispositivos conectados a internet. En 1992, un millón. En 2008, mil millones. En, 2020, más de veinte mil millones (más de dos por cada habitante del mundo). Entonces, empecemos por entender que el ciclo de vida de adopción de tecnologías presenta cinco momentos: 1. Innovación, 2. Adopción temprana, 3. Mayoría temprana, 4. Mayoría tardía y 5. Rezago. Las grandes oportunidades de negocio y transformación son para quienes se atreven a encarar la innovación y la adopción temprana. Claro, también es allí donde están los riesgos, pero es bien sabido que el que no arriesga no gana.

De aquí vienen las grandes fortunas de Bill Gates, Steve Jobs, Marck Zuckerberg y Richard Branson, al igual que las de empresas como Google, Amazon, Paypal y Skype, que nacieron tras tomar el riesgo de invertir largas horas de trabajo en “ideas locas” (que otros pudieron tener antes, pero que no se atrevieron a intentar con resolución.

La mayoría temprana alcanza a recoger algunos beneficios, pero estos suelen ser limitados. Allí suelen ubicarse quienes comprenden que están perdiendo y que pueden recuperarse si actúan rápido. Empresas como Xerox, IBM, ITT, adaptaron sus modelos de negocio y sus culturas empresariales, y se recuperaron. Eso sí, sin volver a ser lo sobresalientes que alguna vez fueron.

Por lo general, la mayoría tardía pierde con moderación y queda en riesgo. Consorcios grandes y lucrativos como las librerías Barnes and Noble, o gigantes como o Sony, fueron lentos en la adopción de modelos de negocio digitales; hoy sobreviven con balances financieros decepcionantes, fusiones y una adaptación tardía que se centra en explotar sus enormes reservas de propiedad intelectual; dependen de patentes y catálogos heredados de la época en la que fueron líderes en la identificación, desarrollo y promoción de nuevos talentos líderes en innovación.

Latinoamérica y el Caribe tendrán que ser más creativas: no solo porque competir por mano de obra barata con Asia no es viable, sino porque los niveles de industrialización y urbanización de la región ya son relativamente altos y ofrecen poco margen de crecimiento.

El desarrollo económico dependerá del desarrollo del conocimiento y de una participación activa en la revolución digital, tomando muy en serio la ciencia, la tecnología y la cultura. La oportunidad naranja es, entonces, uno de los frentes de trabajo para aprovechar la revolución digital. Nos presenta la posibilidad particular de transformar lo mejor del talento creativo y de las enormes reservas de patrimonio cultural de Latinoamérica y el Caribe.

Cuanto más dependemos del conocimiento, más ricos somos. Latinoamérica y el Caribe presentan en su conjunto una estructura similar a la de los países del grupo de ingreso medio-alto, sus países poseen más del 35% del capital mundial valorado en más de 12 billones de dólares. Los países de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OECD) poseen un capital natural similar: más de 11 billones de dólares. México hace parte de este grupo.

Enfrentamos el reto de crear un ambiente conducente a la reproducción del capital intelectual. Necesitamos retener, atraer, capturar y reproducir el talento de un segmento de la población, que por lo general se encuentra subvalorado social y pobremente remunerado económicamente. Más y más países facilitan los procesos para atraer las personas con talento, es necesario asumir un compromiso serio para convencer a ese talento de quedarse, (la demanda es creciente): de hacer parte de nuestros planes de desarrollo.

México necesita tomar el riesgo de innovar y adoptar tempranamente. Debemos aventurarnos a tener éxito con aquello que ahora sabemos que desconocemos. Los errores se pueden corregir, las oportunidades perdidas no se pueden recuperar. En la economía naranja, el grito de batalla para la innovación de los nuevos negocios de tecnología es “Hacer, lanzar, corregir”, la versión digital del clásico “prueba y error”.

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