(FERNANDO COMPEÁN)
“Mi primer contacto con la danza, en realidad, surgió porque yo practicaba taekwondo de chica”, la bailarina y actriz Ari Cigarroa revela su génesis dancística, como esa probabilidad de poder usar su cuerpo como medio de contacto con el otro. El deporte citado le permitió realizar coreografías, expresarse a través de un código de movimiento brindado por el arte marcial.
Más tarde pudo tomar clases en un taller de hip hop con el maestro David Teikua, cuando cursaba la preparatoria. Allí conoció las técnicas propias de la danza urbana. Luego tuvo que tomar la decisión de estudiar una carrera y lo más cercano a sus intereses fue la danza contemporánea, aunque entre no tenía noción alguna sobre la disciplina.
Justo cuando egresó de la preparatoria, la Escuela Municipal de Danza abrió el curso propedéutico para la licenciatura en danza contemporánea. Ari decidió enlistarse y tuvo un enamoramiento.
“Con ese propedéutico sí lograron sembrar esa semillita de que este era otro mundo, muy distinto a lo urbano, pero un mundo muy rico en lenguaje, en vertientes, en técnicas, en métodos. Todo otro mundo a investigar”.
Herramienta de investigación
Ari Cigarroa contempla a la danza contemporánea como un lienzo, sobre el cual es posible trazar discursos con movimientos corporales. “A la danza contemporánea la tengo entendida como una investigación del movimiento”.
La bailarina asegura que existe todo un mosaico de temas para este tipo de investigaciones. El artista puede indagar el germen del movimiento, así como impulsos emotivos, físicos. Se investiga para la creación tanto de métodos de entrenamiento, como creación de técnicas o creación escénica.
“En mis inquietudes, la danza siempre ha estado como un medio de integración del ser psicofísico, cómo puede uno profundizar, en su formación integral, a través del movimiento y a través del cuerpo. Parte de mi trabajo de tesis tenía que ver con cómo la danza es una herramienta que ayuda a la sanación, no sólo de lo físico, sino también de todo lo que es volverse consciente de sí mismo y cómo eso nos ayuda a llevar procesos terapéuticos y psicológicos”.
Danzar es percatarse de cómo el cuerpo se encuentra unido al resto del ser. A través del entendimiento del cuerpo físico, se puede comprender lo que acontece en el plano mental, energético o espiritual, y emplear esa información para los fines u objetivos que se desee.
Esa visión la ha llevado a realizar sus movimientos en escenarios locales como el Teatro Nazas, Teatro Isauro Martínez, Teatro Salvador Novo o el Teatro Alfonso Garibay; además de escenarios nacionales como el Teatro Fernando Soler de Saltillo, el Teatro Bicentenario de León, el Teatro Victoria de Durango y el Complejo Cultural Los Pinos de Ciudad de México, así como múltiples espacios independientes alrededor de la república.
Pero además de su función en escenario, también se ha interesado por el campo de la pedagogía. Además de poner en práctica sus conocimientos, decide compartirlo a otras personas. Un ejemplo es los talleres de danza y expresión corporal que en 2020 impartió en la región gracias a una convocatoria de la Secretaría de Cultura de Coahuila.
“La danza me ha dejado una forma más empática y consciente de observarme, de observar al otro y de poder compartir las cosas que voy juntando en mi camino con las personas que me encuentro”.
Llegar a otros lugares
Para Ari Cigarroa, la danza y otras artes necesitan canales en La Laguna para poder llegar a espacios donde se ha tenido poca presencia. Las expresiones artísticas se han concentrado en los mismos sitios y es poco común que nuevos espectadores acudan a ellos.
“Casi siempre somos los mismos los que vamos. Ahorita hay muchas compañías de danza que están generando cosas nuevas, que se están moviendo por aquí y por allá. De mi parte también tengo un proyecto nuevo, es un colectivo que se llama Altamar Escénico y varios egresados de la Escuela Municipal también se andan moviendo y haciendo cosas, pero siento que hace falta ir a otras comunidades a compartir procesos, más que ir a dar funciones, a compartir un proceso creativo para que en esas comunidades puedan acceder a este material que ellos también pueden hacer. Que no se quede solo en los artistas que van y bailan, sino que todos los integrantes de esta comunidad también pueden crear, también pueden bailar, también pueden expresarse a través del cuerpo. Que se genere una semillita que ellos rieguen con sus propios elementos y que sigan creciendo”.
Actualmente, Ari Cigarroa trabaja en su proyecto Altamar Escénico, cuyos integrantes se enfocan en impartir talleres de herramientas de educación socioemocional, útiles para ser empleadas a través de la expresión creativa y el movimiento.
