El 6 de agosto había dos hombres conversando. Nadie pudo oírlos. Jamás trascenderán sus palabras. Tal vez hablaban del pasado, de sus preocupaciones acerca del futuro. Quizá compartían proyectos.
Este encuentro ocurrió en 1945 y todavía hoy están las huellas de esos hombres. Una corresponde a la sombra de su figura sentada en los peldaños de una escalera de granito; la otra, a quien estaba de pie. Ambos dejaron marcados sus cuerpos en la piedra. No quedó ningún otro rastro de ellos.
Ese día, en una diezmilésima de segundo, más de cien mil personas en Hiroshima, no pudieron administrar más su tiempo.
En ocasiones, relatos como este nos conmueven y quizá nos recuerdan que nadie es inmortal y que el tiempo no nos pertenece. Mientras tanto, continuamos haciendo planes, mirando hacia el futuro, pensando en lo que tenemos que realizar.
PREOCUPÁNDONOS.
Platón dejó una huella que perdura en mi memoria y que recuerdo cada vez que tomo conciencia que el tiempo no me pertenece: "Me pasé la mitad de mi vida preocupándome por cosas que nunca sucedieron".
Nuestras preocupaciones han impregnado no solo nuestra mente, también están omnipresentes en los soportes ordinarios y extraordinarios que nos recuerdan que existimos: agenda, celular, ayudas memoria, alarmas, etc.
Vivimos hiperconectados, sin embargo cuando observamos con atención, podemos asistir al espectáculo de los fantasmas que transitan a nuestro lado en estado de anestesia. Están tan ocupados que no tienen registro. Vivir hiperconcectados nos aleja del estado de conciencia, nos distrae.
Nadie conoce las circunstancias, ni el día, ni la hora, ni siquiera quiénes serán sus compañeros. Tampoco sabemos cuáles serán nuestras palabras o pensamientos, un instante antes. Tal vez, como esos infortunados hombres, vivimos nuestra propia finitud con arrogancia. Suponemos que tenemos tiempo.
¿Es posible por un instante, dejar de pensar en el futuro o en el pasado para reírnos un poco de los temas que nos preocupan?
El tiempo no nos pertenece, el ahora, cuando cobra la plenitud del presente nos transforma en personas vibrantes, embriagadas en este instante.
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