NECESIDAD Y CARACTERÍSTICAS DE UNA COMUNIDAD INTERNACIONAL
La pequeña aldea en la que se ha convertido este mundo, necesita unificarse por medio de una autoridad mundial que sea capaz de resolver las grandes problemáticas supranacionales.
La pandemia que aún nos aqueja, es una prueba de esa necesidad de controles internacionales que superen intereses de unos cuántos y reaccionen con mayor eficacia y con criterios y políticas apropiados y universales, fundándose en bases científicas y con acciones que superen fronteras. Las consecuencias causadas por el manejo inadecuado de la crisis sanitaria incluyeron desinformación, imprecisiones, respuestas variadas y hasta especulaciones y acciones totalmente contradictorias. Se hizo así evidente que esta comunidad internacional aún está lejos de ser una realidad.
La pandemia, sin embargo, no es el único problema que requiere respuestas globales, coordinadas y contundentes: las diversas crisis mundiales como el calentamiento global y demás problemas ecológicos; los conflictos entre países; la existencia de gobiernos tiranos, de países que sufren ataques, invasiones y sistemática violación de los derechos humanos; la resolución de violaciones al derecho internacional, a la soberanía de los países y a conflictos de límites; la necesaria respuesta solidaria y efectiva de la comunidad internacional ante catástrofes naturales; la investigación y crecimiento de la ciencia; la aplicación de la tecnología en beneficio de todos; el control en la economía, de precios, de monopolios, y demás prácticas de empresas trasnacionales que superan con mucho el poder de países individuales; la delincuencia organizada y el narcotráfico que llegado a ser una red internacional poderosa.
Todos estos problemas internacionales sobrepasan los límites de cualquier institución existente; es necesaria la acción de una institución internacional con el poder económico, político y bélico, con características democráticas, respetuosa de la identidad de cada país y cultura, que forme una organización institucionalizada, libre de intereses e influencias particulares o de grupo. Con representatividad, autonomía y poder coercitivo suficiente para poner las cosas en su lugar.
La urgente necesidad de resolver todas estas crisis, pone a la comunidad internacional ante el peligro de aceptar una tiranía de un "supe-policía" (un grupo de poderosos económicamente, o un país con sólo intereses hegemónicos), para poder salir de lo que se perfila como una gran hambruna, una guerra mundial o una catástrofe ecológica, o las tres cosas al mismo tiempo.
No se trata sólo de una globalización o mundialización. No es tampoco una "hermandad internacional" en la que sólo cierto tipo de personas son aceptados en esa "hermandad", y otros muchos no son considerados tales. No se trata del manejo del mundo y de las mentes de cada ser humano por parte de unas cuantas familias poderosas que controlan económicamente, la tecnología, la comunicación, la información y el manejo de datos a gran escala (big-data).
Contra lo que muchos podrían pensar, la Iglesia se perfila como la institución capaz de impulsar la construcción de esa comunidad internacional que pueda resolver esta crisis. Su característica de "católica", es decir, universal y abierta a todos, extendida en todo el mundo y por tanto capaz de influir poderosamente en él, con vocación de servicio a la humanidad para hacer de los hombres "fratelli tutti", documento del Papa Francisco que sienta las bases de esta comunidad internacional, pero que además está apoyada por un Sínodo que ha comenzado el octubre pasado y que trata precisamente sobre la necesidad de caminar juntos en la comprensión, el dialogo, la escucha y la participación activa.
Siendo mucho más que una simple temática de unos cuantos en la cúpula de la jerarquía eclesiástica, este "Sínodo de la Sinodalidad" está movilizando a toda la Iglesia universal en todos los niveles, de forma sistemática y programada a corto, mediano y largo plazo. Se trata de impulsar el diálogo y el descubrimiento de nuevos rumbos que impliquen la superación de estas problemáticas sociales.
La Iglesia en la Laguna ha entrado ya en esta dinámica, y se integra a la gran vocación que tiene la Iglesia en México. Siendo el segundo país con más católicos a nivel mundial, con su posición estratégica y su riqueza cultural y espiritual, está llamada a ser punta de lanza en la formación de esta comunidad internacional y una esperanza cierta de poder superar esta crisis mundial.