Nos atrevimos a cambiar de partido poniendo nuestras esperanzas en el PAN; sin embargo, la política neoliberal siguió siendo la misma y mucho más intransigente con todo lo que oliera a socialismo. Con Vicente Fox existe aquella anécdota con Fidel Castro que le dijo: "Comes y te vas". La derecha continuó actuando sin cuidar los detalles como la corrupción y el avance de los narcos.
Fox se supone que no pudo hacer nada porque las cámaras no se lo permitieron; eso dicen. Las tácticas de gobierno fueron las mismas que el PRI y a veces nos atreveríamos pensar que fueron más liberales.
Con Felipe Calderón fue el acabose, sobre todo porque le hizo una batalla campal al narcotráfico, pelea que perdió. Nadie comienza una guerra para perderla y mucho menos en la forma tan desastrosa en que lo hizo. Los muertos comenzaron a multiplicarse y pronto los mexicanos supimos que el ejército nada podía hacer en contra de ese enemigo; aunque hubo las detenciones espectaculares pero no acabaron con el problema.
Todos nos sentimos inseguros; los malos negocios se multiplicaron: Secuestros, cobros de piso, etc.
La soberbia no les permitió a los gobernantes aceptar sus errores; por el contrario, se aferraron más a inventarse una imagen que no correspondía a la realidad. Doce años de pan dejaron mal sabor. Aunado a que comenzaron a enjuiciarse a algunos gobernadores y políticos que se hicieron millonarios durante su gestión. Ya importaba poco el nombre y la dignidad. Lo que estaba pasando era producto de las decisiones educativas que se tomaron en el pasado. La ética era un freno que no existía; el tener poder y riqueza era lo único que importaba, por cualquier medio.
Volvimos al PRI que no aprendió de la experiencia pasada y se dio gusto sirviéndose con la cuchara grande. Se le siguió apostando al sistema neoliberal. Se siguió apostando a la corrupción.
La ridiculez del sistema político fue la proliferación de partidos mantenidos con nuestros impuestos que se fueron convirtiendo en negocios particulares o familiares, que nunca tuvieron peso por sí mismos y que se unen a otro para tratar de sobrevivir. También hay que agregar a los políticos que fueron de derecha y que ahora son de izquierda. ¿Quieren tener credibilidad? ¿De dónde?
Los pueblos se hartan. No le puedes pedir que siga creyendo cuando lo único que han encontrado son decepciones. Cuando todo futuro desaparece te agarras a cualquier hierro candente; es cuando aparece el mesías, que te vende en abonos cómodos el paraíso.
Ni siquiera hace falta una ideología como la marxista; simplemente, un discurso emotivo donde te ofrecen que te van a dar, y te dan; donde te hablan de una guerra entre clases, muy vedada, se quiere anular a la media y alta en pro de los pobres o sea que se desconoce a la mitad de los mexicanos, la que produce la mayoría de los impuestos.
No se enfrenta al narco sino que quiere llevar una relación muy amorosa con ellos, para no tener problema. Afirma que en su sistema no hay corrupción pero no lo han probado. Con la pandemia, la problemática se vuelve exponencial. Ahora nos quieren volver un pueblo conformista, sin iniciativas, volver al taparrabo, a la casa de adobe, al paternalismo, a doblar la corva y a aceptar que hay uno que piensa y los demás obedecen y aplauden.
El mal es de todos. Creamos al ogro que no podemos dominar. Acabamos con todos los sistemas y las instituciones; las echamos a perder. Las universidades se convirtieron en negocios que ofrecen títulos y no formación de seres humanos. Los jóvenes de hoy quieren la vida fácil que no les cueste. Muy pocos estamos dispuestos al sacrificio para prosperar. No le tenemos respeto a la vida en comunidad. No aceptamos las responsabilidades. Seguimos cultivando el caos a nuestro alrededor.
Nos estamos destruyendo a nosotros mismos. Nuestros políticos ni siquiera pueden resolvernos el problema del agua en la región; y no se los exigimos. Vivimos el día de hoy y nada más. No tenemos futuro.