Ilustración: Hessie Ortega
Durante las grandes pandemias a las que se ha enfrentado el hombre, siempre lo ha hecho de distintas formas, dependiendo de la época y la ciudad. Hoy nos enfrentamos una vez más al ataque de un virus que nuestros ojos son incapaces de ver, pero es un ente que está afectando a la humanidad. En algunas otras ocasiones las grandes mentes nos han planteado con su intelecto mundos con algunas situaciones similares, como La Peste de Albert Camus. El autor lo que más busca es mostrarnos la podredumbre dentro del alma del hombre, cómo la adversidad en la mayoría de la humanidad refleja su falta de empatía, de amor, de valores hacia los demás, sobre todo a los más necesitados al momento de enfrentar la peste.
Una de las formas de evitar este virus (COVID-19) es no salir, quedarse en casa, ya sea con los familiares que viven en ella o en su caso con la soledad. Esa soledad que es otro rival que ataca desde dentro si no lo sabemos enfrentar. La soledad, poéticamente, es un estado cumbre de amor propio, pero también en ese lugar podemos encontrar algo de dolor donde nos podemos sentir más frágiles o en ocasiones alcanzar un clima de locura.
Existen muchas prácticas del arte que pueden ser parte de esta cuarentena, como es el ver películas, disfrutar de buena música, pintar o apreciar pinturas, bailar, cantar, leer; yo vengo a proponer leer poesía. La poesía es esa rama de la literatura que nos da la oportunidad de sumergirnos en ese espacio que nos está ofreciendo esta enfermedad: la soledad. Leer poesía es enfrentarse a los miedos y encontrar un paisaje con imágenes que crujen dentro del ser o que hacen florecer el jardín de mármol que guardamos dentro. Leer poesía es conocer el amor desde distintos espejos que nos pueden ayudar a encontrar ese sentimiento dentro de nosotros.
"Qué se atrevan a vivir la poesía" son palabras del poeta André Breton, palabras que en mi opinión deberían hacer eco en las habitaciones de nuestro hogar, hoy tan concurrido por nosotros mismos. Encontrar un poema para nuestra sombra es algo que puede doler, pero a la vez nos da una felicidad que muchas de las veces nos negamos a disfrutar. Un poema nos puede salvar, como tantas veces se ha dicho, o también un poema nos puede matar.
Conocer nuestra sombra mediante la poesía es, creo yo, lo más efectivo. Leer un poema es conocerte a ti mismo, encontrar las partes más blandas de ti; ese par de versos que pueden devorar o destapar la herida del cuerpo o curarlo, curarlo con el alma del poema. Nos quedan muchos poetas que andan navegando en el vasto mar de las redes sociales, o esos libros de poesía que están guardados en las librerías de la ciudad o en las librerías de viejo del centro, mucho por lo que estamos pasando tiene el servicio de llevarte la palabra hasta tu hogar.
Cuando nos enfrentamos solos a nuestra sombra, no nos queda de otra más que morderla, y un camino que nos puede llevar a eso es un poema de Max Rojas o de Francisco Hernández, por decir algunos de los nombres de la oscuridad de la poesía mexicana. Masticar la carne de la soledad con los versos de estos poetas nos puede aclarar la imagen de nosotros frente al espejo, nos puede abrir una puerta que desconocemos, un sentimiento que no hemos encontrado.
La poesía es el cielo de la sombra, tenemos la oportunidad de conocer la palabra que se desprende del alma humana, de esos sentimientos profundos, de la necesidad y la adversidad, podemos subir a ese cielo en estos días de soledad y aullarle un momento a la poesía, masticar la carne del poema y alimentarnos de su pan.