Nuestros políticos la tienen dura; por un lado la pandemia acaba con la economía de las naciones y por lo tanto de los ciudadanos; por el otro, no se pueden dar las facilidades necesarias con el fin de que se pueda laborar normalmente y así volver a generar las ganancias y los sueldos suficientes para que las personas puedan subsistir. Es en este momento cuando se debe de probar que nuestros políticos tienen la inteligencia y cordura suficiente que les permita tomar decisiones que beneficien a la mayoría.
Lo que sucede en Brasil es una dura lección de lo que pasa cuando un político sin conciencia sacrifica a los seres humanos en pos de generar riqueza; que me imagino será para unos pocos. El otro extremo también es peligroso; obligar a la gente a permanecer inactivo hasta que se muera de hambre. La acción debe de hacerse con cautela: ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.
La gente tiene que comer pero también tiene que cuidarse. Es aquí donde se debe demostrar la inteligencia de los personajes que toman las decisiones; es aquí donde también se echa de menos la cultura cívica de la que carece el pueblo mexicano. Nos importa poco cuidar de nuestra comunidad. Lo único importante somos nosotros mismos, nuestros intereses, como si no estuviéramos involucrados en el problema que es mundial y local penando que no nos va a pasar nada.
En la crisis aún aguda, la gente sale a la calle sin tomar las debidas precauciones ni guardar las distancias. Hay declaraciones que desconciertan: afirmar las autoridades que no pueden hacer nada; si lo pueden hacer, por algo son autoridades y su principal responsabilidad es defender a la comunidad de cualquier amenaza. Pueden multar, pueden impedir que se estacionen en las bancas de la plaza, pueden recordar el uso del tapabocas; ellos son los que tienen que demostrar la inteligencia de lo que pueden hacer. Por ello están en donde están.
También a veces se nota que los diferentes partidos entre si se ponen los unos en contra de los otros. Si Juan dice A, Pedro dice B. Es en estos momentos y en estas circunstancias cuando se deben de olvidar las rencillas partidarias y unirse con el fin de solucionar el problema principal de la sociedad, la subsistencia, la salud. Sale sobrando demostrar quien las puede más. Es estúpido. Nos ha tocado la mala suerte de que los tres niveles de gobierno son de diferentes partidos y cada quien jala para su lado oponiéndose al otro con el fin de probar que son el bueno en vías de las próximas elecciones.
Se protesta contra el gobierno federal porque no vela por nuestros intereses de clases. Hasta aquí llega nuestra convicción de la democracia; nunca protestamos porque los pueblos indígenas no salieran de su estado de explotación o porque el salario mínimo no alcanzara para nada. Poco nos ha importado lo sucedido en Chiapas o en otros lugares. Simplemente protestamos porque es una forma de gobierno que reprime el incipiente capitalismo clasemediero. La pregunta es: ¿A quién quieres poner en su lugar? Si llegamos a estas circunstancias es que nos hartaron los otros; los últimos dieciocho años de gobiernos anteriores quienes dejaron muchas cuentas pendientes y demasiada corrupción. De ahí no va a Salir ningún chapulín colorado para contar con su astucia; más, si no están dispuestos a la unión.
La única manera de solucionar los problemas que tenemos es la unión. Con la cultura cívica que tenemos eso está muy difícil. Nos sentimos influyentes. Las reglas no se aplican a nosotros por eso andamos como Juan por su casa, sin el tapabocas, sin guardar las distancias, sin inmiscuirnos, sin hacernos responsables de los que están a nuestro alrededor.
Es en estos tiempos, cuando a las autoridades les toca comenzar la educación cívica del pueblo, el respeto por el otro; multar porque tiras una hoja de papel, porque no traes tapabocas, porque no guardas las distancias, por hacer reuniones indebidas que ponen en peligro la salud de todos. Ese es tu papel. Así se educaron los países del primer mundo. Si no, ¿para qué sirves?
Para eso faltas mucho sobre todo si no se da el primer paso. Ya ven lo que pasa con los carros chocolate, no se puede hacer nada. Ellos están unidos, y el negocio de sus placas es negocio; no sé de quién pero es negocio. Lo que se pierde en impuestos podría servir para mejorar nuestras calles y carreteras. Mas la ciudadanía no exige por no contar con una cultura cívica.
Los tiempos difíciles son de grandes soluciones o fracasos. Ahorita estamos en los fracasos, a ver de dónde nos llegan las soluciones.