-Por caridad, hermano, ponle herraduras a mi mulita. Venimos muy de lejos y en el camino las perdió.
La voz del frailecito sonó humilde, con la humildad de su ropa y sus sandalias.
El rudo herrero puso las cuatro herraduras a la mula. Terminada la obra demandó:
-Mi dinero.
-Hermano -se atribuló el peregrino-. Yo no llevo dinero conmigo. Lo que te pedí te lo pedí por caridad.
-Yo no hago caridades -replicó, hosco, el herrador-. Págame.
El frailecito, entonces, se dirigió a la mula:
-Hermana: el herrero tiene razón. Es su trabajo, y nosotros no podemos pagárselo. Devuélvele sus herraduras.
La mulita sacudió las cuatro patas y de ella cayeron las herraduras y los clavos.
Éste es uno de los más lindos milagros que en su vida hizo el beato fray Sebastián de Aparicio, primer charro mexicano, primer fabricante de carros y carretas, primer hacedor de caminos. Siempre que voy a Puebla lo visito en su templo franciscano y siento ahí el hondo latido del corazón de México.
¡Hasta mañana!...