Existe un reclamo latente, vigente, de que no apoyamos lo nuestro, lo local. Más que un reclamo, se vuelve un quejido amargo, lastimoso. Los músicos son una raza curiosa; los hay de todo tipo.
Primero, habría que definir a qué nos referimos con “músico”. ¿Músico es quien hace música? ¿Es lo mismo un músico que un instrumentista? ¿Las personas que tocan covers son músicos? Quiero pensar que músico es quien hace o se dedica a la música, aunque para comer tenga que realizar otra actividad. En todo caso, la diferencia sería si lo hace de forma profesional o no.
Cuando se me dio la oportunidad de abrir este espacio, hace ya casi 6 años, quise aprovecharlo para hablar de las bandas que me había en mi ciudad, como una forma de apoyo o impulso desde esta trinchera. Pero era recurrente que se volvieran a mí críticas por tratar de alabar un poco a tal o cual persona. Que si exageraba, que si había mejores. Y lo más raro no fue eso, sino que en ocasiones, los grupos aludidos tampoco valoraban el tiempo que se les dedicaba.
Es como si hubiera sido mi obligación utilizar mi tiempo en hablar de sus proyectos y aún así, en muchos casos, ni siquiera quedaban conformes con lo que se decía de ellos. Aquí quiero ser muy claro: siempre he hecho lo que me gusta porque me gusta, más allá de esperar agradecimiento. Sin embargo, mentiría si digo que no esperaba por lo menos reciprocidad: respeto al trabajo ajeno.
Y es que, como decía, por estos lares del universo maldito hay de todos los tipos. Desde el graduado en la universidad de Berklee hasta el chavo que no ha salido de su garaje, pero que no claudica en su sueño de componer para el mundo. Y es, a veces, el menos pensado el más quejumbroso. Y aunque todos sepamos que en México, y más en esta región norteña, del metal no se vive, ahí seguimos de aferrados (la mayoría por gusto, queda claro).
Que si el promotor se queja por falta de apoyo, que si el que no cumple lo que dice, que si el que no da ni para los “chescos”, que si el que se queja porque la raza no consume nada en las tocadas, que si el músico se siente poco valorado, que si… Pero a la hora de fanfarronear, presumimos todo lo que se pueda, ya luego regateamos un disco o una cheve… o el trabajo de los demás.
Fue entonces que, un tanto desilusionado, opté por dedicarme a escribir de quien no me leería: Metallica, Megadeth, Iron Maiden, Black Sabbath… A hablar de discos nuevos, de conciertos, de festivales, a medio dar noticias, a hacer pronósticos. En fin, preferí buscar aire en otras partes.
Pero soy un romántico empedernido y basta saludar a unos cuantos amigos en el evento reciente o desempolvar algunos discos que llegaron a mis manos de parte de quienes los realizaron para que mis ojos recobren ese brillo de efebo ilusionado, vuelto a la vida, y que mis manos busquen reseñar lo grande que es la banda en turno que mis oídos escucharon.
Es decir, me niego a renunciar a mis primeras intenciones y principios solo porque en el aire haya quienes no sepan darle valor a quienes escuchamos la música y no nacimos para crearla. Porque me queda claro que si los músicos compusieran para los músicos, no tratarían de vender sus discos ni buscarían que fuera público a sus conciertos. Si los músicos quieren hacer música solo para ellos, que se encierren en un edificio y se maten los unos a los otros, y que nos dejen a los mortales vivir en armonía y paz. Y si lo que quieren es llamar la atención y la música no les ha sido suficiente, que se tiren de un edificio o busquen un nuevo camino.
Dedico estas líneas a las bandas que no dejan luchar por alcanzar sus metas. Que se toman su música en serio y así la venden. Y, sobre todo, que tienen respeto por los quehaceres de los demás. ¡Y larga vida al metal! ¡Salud!
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