Cultura

Generar sonrisas, el trabajo de Pancholín y Carlos

Entusiasmo. Todos los días, Carlos Rodríguez sale a las calles de Torreón a tratar de alegrar el día de quien lo observa actuar. (EL SIGLO DE TORREÓN / Saúl Rodríguez)

Entusiasmo. Todos los días, Carlos Rodríguez sale a las calles de Torreón a tratar de alegrar el día de quien lo observa actuar. (EL SIGLO DE TORREÓN / Saúl Rodríguez)

DANIELA RAMÍREZ

Parado por la avenida Morelos y calle Falcón en Torreón contesta una llamada por celular, algunos curiosos le posan la mirada y él sonríe, no va solo, en sus brazos carga a Pancholin, su fiel compañero que lo acompaña desde hace 22 años.

Carlos Rodríguez es ventrilocuo y un apasionado de lo que hace. Al abordarlo se muestra amable y comienza su acto, le presta la voz a Pancholín, muñeco que viste chaleco, corbata y unos zapatos que lucen perfectamente boleados.

Con una bocina que le cuelga de la cintura, un micrófono de oreja, y una mochila cargada al hombro, Carlos sale todos los días a trabajar.

Encuentra en camiones, plazas o calles transitadas, el escenario perfecto para darle vida a Pancholin, un símpatico muñeco con chapas y pronunciado bigote.

Su labor la explica, "platico con la gente, charlo con ellos, trato de sacarles el mal humor que traen a veces con risas, con canciones, alguno que otros chiste".

HERENCIA ARTÍSTICA

Desde pequeño, Carlos estuvo ligado al ambiente del circo y el teatro, su padre se dedicó a ambas disciplinas y se presentó en todas las carpas que estuvierons disponibles hace años en la región.

"Todo esto empezó porque tengo familia que se didica al circo y al teatro. Mi padre también era ventrilocuo y yo lo traigo en el corazón por él. Fue actor de teatro rodantes, de circos, realizador de obras de teatro, se llamaba Ramiro Rodríguez Villaluz", compartió el artista urbano con una sonrisa.

Durante la charla, Pancholín intervinó en varias ocasiones para agradecer el encuentro, y se dijo dispuesto de alegrar los corazones de las personas que por alguna u otra sutuación la están pasando mal.

Carlos comparte que deambula por plazas, parques, fayucas, mercados y se entrega fielmente a su trabajo que en días buenos lo hace ganar en promedio 300 pesos al día. Dice que es a lo único que dedica su tiempo.

Su esposa Gabriela Campa, es cantante y le ha hecho saber que se siente orgullosa de que se dedique a genetar sonrisas.

Carlos nunca está de mal humor, a pesar de que dice que está enfermo, él siempre se levanta con la mejor actitud para poder contagiar el positivismo de quienes se lo topan en la calle.

Con una vestimenta similar a la de su mejor amigo, el ventrilocuo indicó que él mismo realiza los pequeños trajes que Pancholín presume cada vez que sale a la calle a "robar" sonrisas.

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