Columnas Social

Piénsale piénsale

ARTURO MACÍAS PEDROZA

VEN SANTO ESPÍRITU

El cambio social es una urgencia ante la situación intolerable que vive el país y el mundo. En toda la historia, siempre ha habido inconformes con las situaciones de opresión o violencia, aunque también existen los que soportan y se mantienen al margen de las exigencias de cambio por diversas causas que van desde la inconciencia, la pasividad, la aceptación, la desesperanza, hasta la complicidad y la colaboración con quienes los oprimen.

La transformación de situaciones de violencia, injusticia o explotación, pude ser por la lucha armada, la no violencia, la no-colaboración, la resistencia pacífica, la participación social e incluso la política como el modo más civilizado de construir una sociedad y cambiar las estructuras injustas.

Algunos líderes, sabiendo que es necesaria la fuerza de la gente, exigen a todos un compromiso personal y formar parte de su organización, pero no son muchos los que responden a sus llamadas. Algunos otros pierden su motivación original, no todos son conscientes de la situación u optan por otros medios, no pocos pierden el ánimo, se cansan de luchar contra el sistema, se mueren o los matan, o de plano se resignan a ser parte de la estructura perdiendo ideales y buscando simplemente sobrevivir, arguyendo que no se puede hacer nada, que son pocos, que no tienen los recursos ni las armas, que ellos "tienen la sartén por el mango", que los dejaron solos…

Es verdad. Haría falta una fuerza mayor que la que se quiere combatir, que supere la apatía, que despierte a los inconscientes y fortifique a los pusilánimes. Pero los superhéroes sólo existen en las películas de moda, la magia se queda en los libros juveniles y el Chapulín Colorado sólo tiene su chipote chillón. ¿De dónde podría venir el auxilio?

Hoy, la Iglesia concluye con Pentecostés las fiestas de Pascua en la que escuchábamos en los sermones hablar de un Jesús resucitado, poderoso vencedor del pecado y de la muerte y transformador de la situación. ¿Pero realmente es así? ¿Es sólo otro medio de huir de la realidad de muerte con la promesa de un cielo futuro? Frecuentemente, se pide a los cristianos un compromiso que parece que no es suficientemente escuchado. ¿Es un asunto de voluntad? ¿Parecería que no la hay. ¿El problema es que siguen un estilo de vida similar al resto de la gente y por eso no se consigue el cambio social?

Jesús se acercó al grupo del Bautista porque también con él quería un cambio social ante la situación intolerable del dominio romano. Pero Jesús tenía un espíritu que le llevó a descubrir que el cambio se lograría de una manera diferente. Comenzó a describir cómo sería ese cambio y explicaba con imágenes cómo sería ese nuevo estado de cosas: El buen pastor, el padre generoso, la viña, el banquete de bodas, etc. ¿Cómo es que se va a lograr un cambio social? Actualmente, estamos urgidos en el país de detener la violencia, la impunidad, la corrupción y la apatía. El neoliberalismo ha impuesto un sistema de muerte y explotación de la tierra y de sus habitantes, empezando por los más pobres. Urge que a la mujer se le trate bien, que no se formen bandas que abusen de los demás, que ya no haya robos en las casas, que las personas no desaparezcan... Y en el mundo, la situación también exige transformaciones profundas: Calentamiento global, consumismo, masacres en Siria y Palestina, tensión entre países, guerra armamentista, matanzas en escuelas, terrorismo, pobreza y violencia en África…

La propuesta de Jesús de Nazaret para que el cambio social se dé, es contar con un espíritu diferente. Un espíritu pobre, sencillo, que perdone a quien le ofenda e incluso a su enemigo, que ame a los demás más que a sí mismo, que trabaje por su crecimiento como persona. El cambio se dará cuando las personas vivan con un espíritu así.

Pero nuestra mentalidad nos hace creer que para obtener ese espíritu es necesario decidirlo intensamente, vigorosamente, seriamente… y no es así. Un espíritu así se recibe gratuitamente, se pide, se abre para aceptarlo, se le deja actuar dentro de uno. Lo maravilloso de este gran espíritu es que Dios está dispuesto a regalarlo: es más, es el mismo Espíritu de Jesús resucitado. Su vida que transforma es la nuestra. La religión no es ya sólo un grupo de dogmas, de ritos o de normas. Es la fuerza, la vida, el Espíritu divino de Jesús.

Sólo experimentando este Espíritu puede haber un cambio en la vida. Es la experiencia que no se podrá ya dejar y que puede ir creciendo y manifestándose cada vez más en nosotros. Por ese Espíritu dejamos de ser el centro de todo, para liberarnos de aflicciones, angustias y temores egoístas: "no me escuchan, no me valoran, tengo una tragedia…". Es Cristo el resucitado quien aún vive en nosotros y su proyecto continúa hacia la transformación de las personas y de la sociedad.

¿Pero cómo experimentar la presencia de Dios si la gente ya no vive la religiosidad, tiene dramas muy serios y no hay quien les ayude a tener esta experiencia?

La propuesta de Jesús para un cambio social es vigente, y pasa por un cambio en la persona que lleva una vida grupal, comunitaria, y a una transformación de las estructuras sociales. Su propuesta no se asume con esfuerzo, con capacitación o con compromiso, sino con apertura y disponibilidad para recibir el Espíritu de Dios, que además está ansioso de comunicárnoslo para que lo vivamos como nuestro. De esta manera, el proyecto de transformación de Jesús resucitado seguirá avanzando.

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