El Señor se veía preocupado.
A grandes pasos daba vueltas por el universo, la cabeza baja, las manos enlazadas por atrás.
Lo vio el Espíritu y le preguntó:
-¿Qué te sucede? ¿Por qué andas inquieto, desasosegado?
Respondió el Creador:
-Se trata de Eva. Esta mañana estuvo en mi oficina para exigir que al referirme a mí mismo no use la palabra "Dios". Atribuir el género masculino a la divinidad, manifestó, es actitud sexista, de machismo. Me pide que por aquello de la equidad de género diga en adelante: "Dios-Diosa".
-Extraña solicitud ésa de la mujer -dijo el Espíritu-. ¿Quién se la inspiraría?
-No sé -contestó, pensativo, el Señor-. Supongo que el diablo-diabla. ¡Hasta mañana!...