
El primer periodista mexicano con Sor Juana
Alatorre dice que Castorena es el “héroe externo” del libro por el grande y muy valioso trabajo de reunir, organizar y preparar las obras de la Décima Musa.
Nació el 31 de julio de 1668 y es considerado el primer periodista mexicano aunque haya llegado novohispano. Juan Ignacio Castorena y Ursúa vino al mundo en la ciudad de Zacatecas, cuando México todavía era Nueva España, hace 350 años. El título se le otorga por haber fundado el periódico inaugural.
Es el creador de la conocida como Gaceta de México de 1722, que con periodicidad mensual empezó a salir en enero de ese año. Solo, Castorena se encargaba “de la recopilación, clasificación y edición de las noticias” aunque tenía “corresponsales” en las ciudades capitales del virreinato.
Estudió para religioso y hacia el final de su vida fue nombrado Obispo de Yucatán. En 1697 fue a España para doctorarse en teología en la Universidad de Avila y para publicar lo que se conoció como tercer tomo de las obras de Sor Juana. Murió el 13 de julio de 1733.
El apasionado sorjuanista Antonio Alatorre dice que Castorena sale hacia España “llevando en su equipaje cuanto había podido reunir de papeles póstumos de Sor Juana, además de un cartapacio de composiciones fúnebres escritas por los admiradores mexicanos de la monja”.
Esos textos integrarán el “tomo III”, publicado en Madrid en 1700. Se le conoce con el nombre abreviado de Fama. Pero su título, también abreviado, es Fama y Obras póstumas del Fénix de México, Décima Musa, Poetisa Americana Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el convento de San Gerónimo de la Imperial Ciudad de México.
Alatorre dice que Castorena es el “héroe externo” del libro por el grande y muy valioso trabajo de reunir, organizar y preparar las obras de la Décima Musa para el tercer tomo y aun por incluirse entre los autores para también homenajear a nuestra poeta y para completar pliegos del volumen.
Ese título de héroe externo merece ostentarlo Castorena junto al de primer periodista mexicano por su pasión para divulgar la obra literaria de La Americana Fénix y por, escribió él: “mis leales ansias de que se conozcan en ambos Orbes los delicadísimos y agudos ingenios de nuestra América”.
Sus ansias por divulgar toda la obra de Sor Juana eran mayúsculas y por ello, con el estilo de su tiempo, reprocha a quienes avaramente no quisieron facilitarle algunas de ellas: “quedáronseme en la América, pues cuando me transporte de Nueva España a estos reinos no los pude aver a las manos (pero sí con certidumbre a la memoria): retirómelos lo huraño, con noble ambición de atesorarlos […]”
De cualquier manera el primer periodista mexicano, apasionado admirador de Sor Juana, logró reunir muy valiosas contribuciones en homenaje a La Americana Fénix. Las obtuvo de simples poetas –¡no simples!–, de nobles y hasta de la ex virreina de México condesa de Paredes, ya radicada en España.
De la obra poética suya, Castorena incluyó cuatro décimas y un soneto. Además, Alatorre dice que “varias de las poesías anónimas de la Fama […] son muy probablemente de Castorena”. Como editor, también escribió el prólogo del tomo III.
Es fácil imaginar el grandísimo esfuerzo que el primer periodista mexicano hizo para reunir y divulgar la obra de Sor Juana y los muchísimos homenajes escritos que se le hicieron, desde trasladarse de México a Madrid hasta mirar caras de colegas y nobles.
Luchó mucho durante el proceso de la edición. Debería decir, sufrió. Baste imaginar las reacciones de aquellos a quienes necesitó discriminar, no por falta de calidad sino por la abundancia y la tardanza en la entrega y hasta para encontrarle título al libro.
El estudio que Alatorre dedica a la obra lo concluye con estas palabras: “a los lectores modernos no nos cuesta ningún trabajo dejar a Castorena con su modesta fantasía ‘barroca’, y agradecerle, en cambio, lo que hizo por la fama de una gran poetisa y un gran ser humano”.