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Crónica Gomezpalatina

El Cañón de Calabazas, símbolo milenario

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ

Este hermoso símbolo milenario de nuestra Comarca Lagunera, es una formación natural pétrea limitada al lado norte por el Cerro de Santa Rosa, haciendo un puerto con el Cañón de Calabazas, sitio por el que acceden las aguas del río Nazas provenientes de las serranías duranguenses, al vecino Estado de Coahuila, contribuyendo desde siempre a forjar la sólida amalgama de nuestra compacta relación de hermandad, que nos distingue y enorgullece, fortaleciendo la construcción de una identidad especial y diferente, en la que dos entidades se funden en una sola, con vínculos comunes...

nacidos primeramente por los originales pueblos de indios que sobrevivían al amparo del generoso Padre Nazas y sufrían atroces calamidades cuando se ausentaban las avenidas de este río, que era el que les proporcionaba sustento y supervivencia. Más tarde a la llegada de los españoles, en una segunda transformación comarcana en la que se agregaron núcleos de hispanos, mestizos y también negros, pequeños grupos humanos que se asentaban en haciendas y ranchos, en las minas y la gente ribereña que cultivaba y criaba sus ganados aprovechando la cercanía del vital líquido. En consecuencia, esto provocó una continua inter-comunicación entre estos grupos humanos y por consiguiente el cruce de las familias, a raíz de los continuos desplazamientos que las circunstancia o las necesidades provocaban, naciendo hermosos movimientos de solidaridad entre los comarcanos, que, en busca de empleos, de terrenos de pastizaje para sus ganados, de ayuda en tiempos malos o por seguridad para protegerse de los indios bárbaros, eran recibidos gustosamente en terrenos ajenos ocupados por familiares, amigos o simples habitantes de esos lugares.

Esos gratos sucesos, todavía hasta mediados del siglo pasado los veíamos en la región, cuando a causa de las grandes cosechas de algodón llegaban jornaleros de lugares relativamente cercanos y hasta de otras entidades, particularmente de Zacatecas, a los cuales se les llamaba bonanceros, por que venían en tiempos de bonanza y eran recibidos de buena forma, ayudándolos a establecerse, muy modestamente, pero con simpatía y gran consideración. Por razones de ese tipo, la migración interna en La Laguna era muy frecuente, buscando la gente ser contratada para laborar en condiciones más propicias, y a causa de ese movimiento permanente los hijos nacían en poblados diferentes como Mapimí, San Pedro, Parras, Cuencamé, Nazas, y Guadalupe Victoria y desde luego en nuestros terruños de Ciudades Hermanas, ya que los centros de población estaban a una distancia relativamente cercana, por lo que las relaciones de los pobladores eran muy estrechas, creándose un sentimiento de hermandad que hemos heredado por generaciones.

La tercera y colosal transformación se empezó a gestar, con la construcción de obras para la contención y conducción de las aguas del Nazas, al gran abanico de la planicie lagunera, ya que la Boca de Calabazas, como también se le llama al citado cañón, es nuestro punto principal de recarga del acuífero regional. Precisamente en 1849 don Juan Ignacio Jiménez propietario de la Hacienda de Santa Rosa de Lima (hoy Gómez Palacio) ordenó la construcción de la Presa de Calabazas, para desviar el agua que por los antiguos tajos (ahora canales) enviándolas por su lado izquierdo a regar el territorio, que se extendía hasta la Hacienda de Sacramento (actualmente Gregorio García, Dgo.) Esta obra aún resiste el paso del tiempo en condiciones de abandono a pesar de formar parte de nuestro patrimonio histórico, ya que en las mencionadas montañas y en el lecho del río acontecieron los enfrentamientos bélicos de las batallas de La Laguna, que culminaban con Las Célebres Tomas de Torreón en la época de la Revolución Mexicana.

Más adelante en 1883, con la llegada de los ferrocarriles a nuestras tierras, culminó el proceso de cambios y transformación de que antes hablamos, al incorporarnos plenamente a la modernidad mediante la comunicación por ese medio con las principales ciudades del país y del extranjero, ya que las abundantes cosechas del algodonero que en 1908. colocaron al municipio de Gómez Palacio como el principal productor de esa fibra en el mundo, pudieron desplazar con eficacia esas cosechas, y a su vez poder recibir las herramientas necesarias para las labores agrícolas y los bienes para fomentar el crecimiento industrial, que desde entonces es vocación de desarrollo y crecimiento que nos caracteriza, el cual aunado a la tradición agropecuaria, forman un bastión de progreso que nos ha dado la grandeza y la convicción de gentes de trabajo y de bien, que ha sabido responder a sus ideales y a su patria cuando ha sido necesario.

En paralelo al gran emporio en que se había convertido nuestra comarca, empezó la llegada de gentes de diversas nacionalidades, en la búsqueda de las múltiples oportunidades que ofrecía el pródigo espacio que se abría en espera de quienes supieran y pudieran aprovechar los tiempos de superación, a costa de visión, esfuerzo y sacrificios. Ese crisol multiétnico generó una fusión cultural y humana que cambió radicalmente nuestras costumbres y tradiciones, para forjar nuestra propia idiosincrasia e identidad, la cual define hasta la fecha y caracteriza a los laguneros.

Es muy conveniente tomar en cuenta estas consideraciones para honrar nuestros simbólicos lugares y apreciar los sacrificios de nuestros antepasados en la conformación de nuestras actuales maneras de supervivencia y superación. Conocer nuestra historia y recordar a los hombres y mujeres que lucharon denodadamente para hacer de estos lugares mejores sitios para vivir y desarrollarse con mayores opciones, posibilidades y esperanzas en la búsqueda de mejores satisfactores y alcanzar altos grados de superación, que marcaran diferencia y nos impulsaran a ofrecer a las futuras generaciones un camino más óptimo y digno, como el que ahora estamos viviendo. Que esas enseñanzas recibidas nos sirvan para hacer lo propio, con quienes actualmente dependen de nosotros, quienes estamos obligados a dar lo máximo para continuar aportando al crecimiento de este amado terruño que tenemos por hogar y fuente de nuestro sustento.

De nuestro comportamiento y dedicación las futuras generaciones tendrán al alcance de su preparación un destino con mayores opciones de éxito, comodidad y prosperidad. En nuestras manos está abonar el terreno para que sigamos prosperando como comunidad de creciente superación e importancia.

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