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Cortes en la intimidad

Mutilaciones que discriminan

La mutilación genital femenina es común en tribus africanas como la masái. Foto: World Vision

La mutilación genital femenina es común en tribus africanas como la masái. Foto: World Vision

Fabio Pérez Vázquez

Sucede, por ejemplo, que después de haber sellado o estrechado la abertura vaginal surge el pedido de practicar un corte para ensanchar la abertura que haga posibles el coito y el parto.

Todas las intervenciones consistentes en la resección (separación) parcial o total de los genitales externos, así como otras lesiones de los órganos de la reproducción por motivos no médicos conforman el panorama de la mutilación genital femenina (MGF).

Buena parte de estos “trabajos” es realizada por circuncisores tradicionales, los cuales suelen desempeñar funciones destacadas al interior de sus comunidades, como brindar asistencia a la hora de los partos.

A veces ocurre que los proveedores de asistencia sanitaria acceden a practicar la MGF desde la errónea creencia de que, en condiciones hospitalarias, el procedimiento es más seguro.

En la comunidad médica internacional, sin embargo, hay consenso acerca de la importancia de que los los profesionales de la salud se abstengan de ejecutar este tipo de acciones. Las razones de esta recomendación comienzan con el hecho de que la MGF es una violación a los derechos humanos de las representantes del sexo femenino, expresado de otro modo, constituye una forma radical de discriminación hacia la mujer. Un hecho significativo es que las sometidas a estas resecciones por lo regular son menores de edad. Además, constituye una violación a los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, toda vez que cruza la frontera de la tortura y se adentra en los terrenos de los tratos inhumanos, degradantes, cuando no crueles.

No sólo eso, en una mutilación genital llega a estar en peligro la vida de una persona.

COMPLICACIONES

Las complicaciones inmediatas incluyen dolores intensos, hemorragias, inflamación de los tejidos genitales y fiebre.

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Foto: El país

Otras derivaciones nocivas comunes son sufrir infecciones como el tétanos o problemas urinarios o lesiones de los tejidos genitales vecinos.

En el extremo más peligroso del asunto se encuentran el estado de choque y el fallecimiento.

El panorama de consecuencias a largo plazo abarca infecciones urinarias, desde micción dolorosa hasta infecciones del tracto urinario; problemas vaginales, entendidos como leucorrea, prurito o vaginosis bacteriana, entre otros; dificultades menstruales, lo que se traduce como menstruaciones dolorosas o tránsito difícil de la sangre menstrual; complicaciones en el parto (hemorragias, necesidad de practicar cesárea o de reanimación del bebé, etcétera) y de mortalidad neonatal.

También está presente la afectación de la vida sexual a través de coitos dolorosos y menor satisfacción a propósito del acto íntimo.

Tan sensible es el tema que la cuestión puede derivar en la urgencia de realizar nuevos procedimientos quirúrgicos. Sucede, por ejemplo, que después de haber sellado o estrechado la abertura vaginal surge el pedido de practicar un corte para ensanchar la abertura que haga posibles el coito y el parto (desinfibulación). Otro escenario documentado es el de una zona genital que es cosida repetidas veces, incluso después de que la mujer tiene un bebé. Al someter a la paciente a aperturas y cierres sucesivos se incrementan tanto los riesgos inmediatos como los de largo plazo.

La parte física de la mujer no es la única que sufre, también puede desarrollar trastornos psicológicos que la suman en depresión, ansiedad, estrés postraumático, baja autoestima y más.

DIMENSIÓN

La edad a la que se practican estos procedimientos suele ser un momento entre la lactancia y la adolescencia; en adultos no son tan frecuentes.

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Foto: AFP

La Organización Mundial de la Salud estima que más de 200 millones de mujeres y niñas vivas han sido objeto de intervenciones genitales en una treintena de países de África, Oriente Medio y Asia. Cada año más de 3 millones de niñas corren el riesgo de pasar por ese trance. Esos números justifican que se le defina como un problema global.

Los motivos son variados, pero responden a factores socioculturales enraizados en las familias o comunidades.

Hay quienes ven a la mutilación como una norma social. La sociedad ejerce presión para que se practique y la persona accede por aquello de conservar un lugar en la colectividad. En algunas localidades la MGF es prácticamente universal y no se cuestiona.

En otras regiones se le ve como elemento indispensable de la crianza y un modo de preparar a la mujer para la edad adulta y el matrimonio, no necesariamente en ese orden.

Otra razón es que la perciben como parte de una conducta sexual aceptable y como prueba de virginidad, antes del matrimonio, y de fidelidad, después de la unión conyugal. En varios lugares se cree que reduce la libido de la mujer de manera que resiste mejor la tentación de ser infiel.

Puede ser que la operación surja en contextos en los que se considera que la MGF aumenta las posibilidades de encontrar marido.

CULTURA

La mutilación está asociada a modelos culturales de feminidad y recato. No hay escritos religiosos que prescriban la práctica, pero quienes la llevan a cabo suelen alegar que existe un trasfondo religioso.

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Campaña contra la MGF, África. Foto: Mundo cooperante

Sobre esto último, líderes espirituales adoptan posiciones variadas con respecto a la MGF: unos la fomentan, otros la consideran irrelevante, algunos más contribuyen a su eliminación.

En la mayoría de las sociedades que la practican se le considera una tradición cultural. Se han documentado casos en que grupos vecinos adoptan la práctica. Incluso se le ha visto relacionada con movimientos más amplios que pugnan por un resurgimiento religioso o tradicional.

Si las comunidades afectadas decidieran dejar está práctica en el olvido, así lo indican investigaciones de organismos de alcance mundial, podría eliminarse rápidamente.

Referentes en la lucha contra este problema son la resolución a favor de eliminar la MFG aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 2012 y un informe presentado por Unicef (2013) que contenía datos científicamente recabados sobre el ejercicio de la mutilación genital femenina en 29 países, sobre los trasfondos sociales y culturales que la acompañan y sobre las formas en que se combate en todo el mundo.

En mayo de 2016, organismos internacionales difundieron unas líneas de acción basadas en evidencias sobre el tratamiento de las complicaciones causadas en la salud por estas intervenciones.

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