Ley para esquilmar prejubilados

Si un empleado municipal voluntariamente se da de baja antes de su tiempo de jubilación, la Dirección de Pensiones no le regresa más que la mitad del monto de lo que aportó.

Imagina; imagina, como decía el beatle; imagina una nave industrial en la que reposan las máquinas antes de que lleguen los trabajadores. Hay luces en espera, olor a aceite, a metales; los únicos ruidos son los de la corriente eléctrica tensa o convertida en iluminación. Reina la paz de la inactividad.

Imagina, imagina también un agrupamiento de tractores, trilladoras, cosechadoras sobre la tierra rural. Reposan antes de que los campesinos que las manejan lleguen a encenderlas y conducirlas hacia el predio que cultivan. Las máquinas, sin operarios, no producen.

Imagina, ahora imagina la enorme tienda de una plaza comercial que aún no abre pero dentro de ella espera, primero que a los clientes, a los empleados que harán el aseo o, mejor, a los que atenderán a los compradores que dejarán su dinero a cambio de artículos diversos.

Si imaginamos esa nave industrial paralizada, esa inactiva maquinaria de trabajo campesino, ese vacío comercial que aguarda a sus asalariados, y también imaginamos los mismos lugares y las mismas cosas activados por los subordinados, ¿podemos imaginar quienes producen la riqueza?

La respuesta es obvia, la produce la clase trabajadora; las capacidades y potencialidades humanas maquilan los bienes que los medios de producción inactivos no son capaces de lograr. La máquina-herramienta sin operario, el tractor sin conductor, el exhibidor sin empleado no hilvanan sino la sensación de inactividad, infecundidad, ineficacia.

Así pues, para decirlo llanamente, los medios de producción económica, sin los seres que los manejen o atiendan, no manufacturan, no liberan riqueza. Afirmado de manera positiva, el trabajo humano, la acción de los jornaleros, es lo que permite el brillo de la fortuna.

Volvamos a imaginar la nave industrial sola, la maquinaria agrícola paralizada, la tienda comercial sin empleados dispuestos a atender a los clientes y concluyamos: los medios de producción sin la mano de obra, sin las potencialidades humanas de trabajadores, operarios, empleados, no producen nada.

Sin embargo, los subordinados que generan la riqueza no sólo enajenan su tiempo al pasar horas y horas lejos de la realidad a la que verdaderamente pertenecen, en la que ejercerían su auténtica libertad, sino que padecen una enajenación y una explotación que llega hasta los extremos jurídicos.

Es el caso de lo que ocurre en la “Dirección de Pensiones y Beneficios Sociales para los Trabajadores al Servicio del Municipio de Torreón, Coah.”, la que amparada en una ley esquilmadora de los trabajadores les sustrae –por usar una palabra bonita– parte de lo que les pertenece.

Si un empleado municipal voluntariamente se da de baja antes de su tiempo de jubilación, la Dirección de Pensiones no le regresa más que la mitad del monto de lo que aportó. Si requiere una explicación, kafkiana y draconianamente le dicen que así lo estipula la ley.

Por supuesto, lo que dictamina la ley es injusto. Es una ley injusta. Después de que las aportaciones del trabajador sirvieron para ser jineteadas o, en el mejor de los casos, solventar pagos a pensionados, él, que no será pensionado porque se va antes de tener derecho, debe dejar la mitad de lo que aportó.

Para enmudecerlo le avientan el artículo correspondiente de tal ley que a la letra dice: “La devolución de hasta el 50% de las cuotas que realizó [sic] el trabajador, de acuerdo con la fracción III del artículo 6 de esta ley, sin incluir los intereses generados por las mismas, los cuales seguirán formando parte del Patrimonio [sic] de la Dirección de Pensiones.”

Dracón y Kafka, junto con los adalides del capitalismo, merecen un altarcito con sus respectivas veladoras y flores de plástico en la dependencia municipal esquilmadora de prejubilados.