
(TOM PALOMARES)
La muerte llega sólo con el olvido, no cuando el cuerpo deja de respirar y en México esas personas que partieron de este mundo están más presentes que nunca en la mente y el corazón de quienes en vida las amaron con profundidad.
El Día de Muertos es una tradición de matices; por un lado es motivo de reunión familiar, pues la gente acude a los panteones a visitar a sus seres queridos que este día regresan para saber que no se les ha olvidado y por otro monta altares llenos de colores y simbolismos, cargados de nostalgia.
Algunas personas viajan de otras partes del país para reencontrarse con vivos y muertos. Es motivo de celebración y a la vez de tristeza, por quienes ya no están físicamente presentes. Sin embargo, también es un día para venerar a la muerte, o bien, para burlarse de ella.
Los orígenes del Día de Muertos en México se remontan a culturas prehispánicas como las etnias azteca, maya, y totonaca. Sus rituales, sin embargo, eran distintos y una vez llegados los españoles, la mezcla de culturas dio origen a la festividad que hoy conocemos.
En la mitología azteca, los dioses del inframundo eran Mictlantecuhtli y su esposa, Mictecacíhuatl. El lugar en el que habitaban se llamaba el Mictlán. Este era el último sitio al que llegaban quienes fallecieron por causas naturales luego de pasar un largo y doloroso camino que atravesaba los nueve niveles del inframundo. Estos niveles eran: Itzcuintlán o lugar que habita el perro; Tepeme Monamictlán en donde se juntan las montañas; Itztépetl o montaña de obsidiana; Cehuelóyan o sitio donde hay mucha nieve; Pancuetlacalóyan o lugar donde la persona se voltea como bandera; Temiminalóyan o sitio donde te flechan saetas; Teyollocualóyan, donde te comen el corazón; Apanohuayán o lugar que se debe cruzar agua y Chiconahualoyán donde hay nueve aguas. El fin del trayecto era Mictlán.
Las personas entran sepultadas con elementos que les ayudarán a atravesar estos niveles.
Mictecacíhuatl era la encargada de vigilar a los muertos. Desde entonces se hacían festividades para los difuntos en diferentes fechas que presidía Mictecacíhuatl y estaba dedicada a los niños y niñas fallecidas y posteriormente a los adultos.
Tras la Conquista, las tradiciones se fusionaron dando espacio a nuevos rituales y fechas en el calendario quedando el 2 de noviembre, como la marcada para recibir las almas de los difuntos a quienes la reina de la muerte, permite regresar temporalmente con sus seres queridos.
Alfredo Morales, sociólogo investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UA de C, dice que esta celebración es importante, pues da sentido de pertenencia al pueblo mexicano. "El día de muertos nos posibilita, nos presenta un asidero más, un anclaje a nuestras raíces, tradiciones, creencias (que es el día en el que los muertos tiene permiso para regresar al mundo de los vivos), este día, es relevante pues nos da sentido de pertenencia".
"La tradición de honrar a nuestros difuntos, incide en nuestras cotidianidades, en las rutinas que todos tenemos, pues colaboramos activa o pasivamente en los altares de muertos, nos disponemos a llevar flores o comida para después participar del pan de muerto, el mole, el refresco, tequila, etc. nos desviamos para comprar flores o re-pensar en nuestros difuntos y rendirles una ofrenda, oración, plegaria, rezo, etc". Añade que lo que conocemos como festividad, es el resultado de todo un largo proceso sociocultural que pasa por muchas medicaciones, una de ellas es la cuestión educativa, tanto escolarizada como la no escolarizada. En ésta última, hay influencias de la familia, de amistades, la iglesia o instituciones religiosas, de medios de comunicación, etc. Además en la no escolarizadas aparecen los comerciales y la publicidad, pues también representa un negocio que en ocasiones aporta nuevos elementos para hacerlo más lucrativo.
Para el investigador se debe analizar estos nuevos elementos porque pueden estar relacionados con la adopción de otras festividades como el Halloween.
"Hay cierta inducción o manejo sutil de otras culturas y valores, pues el mercado nacional y extranjero nos percibe como consumidores culturales, y nos llegan las máscaras de todo tipo, particularmente las que provienen o reivindican el cine norteamericano de terror, no hay en la industria cultural máscaras de los viejitos de Michoacán, de los parachicos de Chiapas, etc. en fin aparece una cultura dominante y otra se subordina, el mercado la subordina".