Calor. Don Carlos se pone a vender su mercancía en el crucero, únicamente con su sombrero para protegerse del sol. (GUADALUPE MIRANDA)
Todos los días de lunes a sábado, don Carlos Lozano sale de casa en la colonia Álvaro Obregón, de ciudad Lerdo hacia su lugar de trabajo en Torreón. Un sombrero y sus rejas de ciruelas, mangos y flor de calabaza lo acompañan. Su sombrero no puede faltar para aminorar los intensos rayos del sol. "Hay veces que llora uno", dice.
Es en el cruce de calzada Colón y bulevar Independencia en donde se le puede ver ofreciendo sus productos. Las fuertes temperaturas de la temporada no desaniman a donde Carlos, pues debe mantener su hogar y apoyar a sus hijos.
Desde las 8:30 de la mañana se instala en el reducido camellón que se encuentra sobre el bulevar Independencia. Su camionetita, como la llama, la estaciona a unas cuadras, donde no estorbe. Después arma sus bolsas de flor de calabaza, ciruelas y mangos para ofrecerlas a 25 pesos cada una.
Con tres o cuatro bolsas espera la luz roja del semáforo para comenzar su recorrido entre los automóviles para ofrecer su mercancía. Algunos conductores suben el vidrio y lo ignoran y otros ni lo voltean a ver, pero hay otros más que a cambio de nada, le extienden la mano para ofrecerle unas monedas e incluso billetes de 50 pesos.
Aunque el calor sea intenso, don Carlos debe resistir. "Así con mi sombrerito nada más, si tomo agua, tengo que tomar, de dos a tres litros, a cada rato voy a la llave", dice reconociendo que a veces reniega y en otras tanta, sólo le pide a Dios aguantar.
Asegura que su sacrificio vale la pena, "gracias a mi padre Dios sí sale diario para comer", dijo. Y es que aunque en su hogar nada más son él y su esposa, apoya a sus cinco hijos y a sus diez nietos.