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EL SÍNDROME DE ESQUILO

CIENTO CINCUENTA AÑOS DE SOLEDAD

EL SÍNDROME  DE ESQUILO

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VICENTE ALFONSO

"Cuando Aureliano Buendía regresó al pueblo, la guerra civil había terminado. Tal vez al nuevo coronel no le quedaba nada del áspero peregrinaje. Le quedaba apenas el título militar y una vaga inconsciencia de su desastre. Pero le quedaba también la mitad de la muerte del último Buendía y una ración entera de hambre. Le quedaba la nostalgia de la domesticidad y el deseo de tener una casa tranquila, apacible, sin guerra, que tuviera un quicio alto para el sol y una hamaca en el patio, entre dos horcones".

A pesar de la alusión al coronel Aureliano Buendía, a la casa y al almendro en el centro del patio, los párrafos anteriores no pertenecen a Cien Años de Soledad, sino a "La casa de los Buendía (apuntes para una novela)", texto publicado como colaboración periodística por Gabriel García Márquez el 3 de abril de 1950. Hoy, que se cumplen cincuenta años de la publicación de esa novela perfecta, me he puesto a desempolvar mis apuntes para compartirlos aquí.

Volvamos a 1950. Faltaban diecisiete años para que viera la luz la novela, pero ya el universo de Macondo tomaba forma en la libreta del reportero, y de allí se iba filtrando a las páginas de los periódicos en forma de crónicas. En marzo de 1952, García Márquez escribe en otra de sus colaboraciones periodísticas con forma de carta: "Acabo de regresar de Aracataca. Sigue siendo una aldea polvorienta, llena de silencio y de muertos...También estuve en la provincia de Valledupar. Allí la cosa cambia. Sigo convencido perfectamente de que esa gente se quedó anclada en la edad de los romances antiguos. Hay unas peloteras tremendas relatadas en los paseos, que todo el mundo canta. Definitivamente, Dios debe de estar metido en alguna de las tinajas de La Paz o Manaure. Había pensado escribir la crónica de ese viaje, pero ahora dispuse reservar el material para La casa, el novelón de setecientas páginas que pienso terminar en dos años".

García Márquez, entonces un joven periodista, decide que el material derivado de un viaje a su pueblo natal es mejor para armar una novela que para redactar una serie de crónicas para el diario en que trabaja. Como hemos dicho, no fueron dos años sino quince el tiempo que le tomó madurar el universo paralelo que es Cien Años de Soledad. Entre aquellos apuntes primigenios y la enorme novela que hoy conocemos hay enormes diferencias. Pero también resulta claro que en el caso del Nobel colombiano, periodista y escritor son inseparables: si bien el germen de Cien Años de Soledad está en esas entregas periodísticas, también resulta evidente que su impecable olfato de reportero hubiera sido imposible sin las astucias de la literatura.

Originalmente, la novela se titularía La Casa. Y así hubiese ocurrido de no ser porque otro colombiano, Álvaro Cepeda Samudio, publicó en 1962 una novela titulada La Casa Grande. Cuenta la leyenda que en 1965, mientras conducía un Opel desde la Ciudad de México a Acapulco, vino a la mente de don Gabriel la célebre primera frase de la novela: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Al respecto, el autor diría en una entrevista que, tras quince años de planearla en su cabeza, la novela estaba "tan madura que hubiera podido dictarle allí mismo, el primer capítulo, palabra por palabra, a una mecanógrafa".

García Márquez dijo que "la mejor noticia no es siempre la que se da primero, muchas veces es la que se da mejor". Consecuente con esa idea, el reportero colombiano trabajó una y otra vez sus notas; en vez de una colección de crónicas inmediatas reconstruyó literariamente la vida de Macondo-Aracataca hasta entregar lo que Mario Vargas Llosa ha llamado "una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad de igual a igual". Y de paso, por qué no decirlo, fundó la primera y definitiva corresponsalía en Macondo.

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