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El lado oscuro de la música

Pink Floyd y su revolución en el rock progresivo

Foto: Baron Wolman/Iconic Images

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SAÚL RODRÍGUEZ

Las propuestas que suelen envolver al rock progresivo generalmente están cargadas de creatividad, de novedad y de virtuosismo; desde el diseño de sus carátulas, hasta la búsqueda de nuevos caminos sónicos. Sin duda, Pink Floyd es una de esas representaciones artísticas estandarte de este movimiento. Equiparable a The Beatles como la mejor banda de la historia del rock, su legado está lleno de eslabones que conjuntamente construyeron un universo sonoro a través de cinco astros con talento potencial.

Corría la primavera de 1963 entre los muros del politécnico ubicado en la Regent Street de Londres. En la clase de arquitectura un chico llamado Roger Waters se acercó a Richard Wright para pedirle un cigarrillo, la solicitud fue rotundamente rechazada. Después, Waters también quiso tomar prestado el modesto auto de Nick Mason, pero este se encontraba descompuesto. Esos fueron los primeros acercamientos que Waters tuvo con, los que años más tarde, serían sus compañeros en una de las bandas más aclamadas de la historia.

Nick Mason, en su libro Inside The Pink Floyd, indica que la banda surgió de dos grupos de amigos: el primero, conformado por Roger Waters, Syd Barrett y David Gilmour, provenientes de Cambridge (una localidad a aproximadamente 79 kilómetros de Londres); y el segundo, en el cual se encontraban Richard Wright, el propio Nick y, de nuevo, Roger Waters, quienes se habían conocido en un curso de la universidad antes mencionada.

En un principio los jóvenes estudiantes Waters, Wright y Mason se enrolaron en un grupo junto a Clive Metcalfe y Keith Noble. A la formación la bautizaron con el nombre de Sigma 6 (que en poco tiempo cambiaría a The Abdabs), donde Shelag Noble (hermana de Keith) en ocasiones auxiliaba con la voz.

“Fue en 1963 que Keith Noble publicó una petición en el tablón de anuncios del colegio. Yo estaba estudiando en Regent Street porque estaban reconstruyendo Chelsea School of Art. El anuncio decía algo así como: ‘Cualquier persona interesada en unirse a un grupo favor de reunirse en el Student Bar’. Fue en ese encuentro que conocí a Keith, a su hermana Shelag, a Roger, a Nick y a otro tipo llamado Vernon. Tuvimos algunas prácticas en la universidad y en algunas casas”, comparte Clive Metcalfe, exbajista de The Abdabs, en exclusiva para Siglo Nuevo.

Algunos de los ensayos solían registrarse en casa de Nick Mason, en una atmósfera de diversión y bromas, y un serio intento de hacer las cosas bien. Era un Reino Unido resurgido con gran fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, con una situación económica que propició el desarrollo del arte y la cultura. Y con los ecos de un verano del amor norteamericano y el coqueteo de las drogas.

“Al principio nos llamamos The Screaming Abdabs. Nick era, y sigue siendo, muy caballeroso. Era bastante tranquilo y con un humor malicioso. Aparte de mí, él era el único que tenía equipo. Roger era sonriente y tranquilo, muy inexperto musicalmente en ese momento. Él y yo intercambiábamos papeles como bajistas. Cuando hablábamos me intimidaba bastante y hacía evidente que yo era el ingenuo muchacho de campo con educación secundaria. En aquel tiempo yo era el único que conocía un repertorio de canciones, así que pasaba tiempo enseñándoselos. Esto fue lentamente abandonado y volvimos a tocar interminables blues de 12 compases como instrumentales. Así que básicamente sólo sabíamos Poisoned Ivy y algo de blues. No estoy seguro de que Richard Wright estuviese en el grupo en ese momento, sólo nos visitaba o estuvo cerca. No lo conocía bien, pero me agradaba. Él era muy tranquilo y atento, y como bonus tenía una hermosa novia llamada July. También conocí a Bob Klose, que era un guitarrista fantástico, aunque odiaba lo que tocaba ya que era muy jazzístico para mí. Fue la razón por la que Keith y yo dejamos que Syd se uniera (a él no lo conocí). Si nos hubiéramos quedado el mundo nunca hubiera conocido a Pink Floyd. Nuestra influencia era mucho más tradicionalmente romántica”, recuerda Metcalfe.

The Abdabs formó parte de la escena de bandas estudiantiles de rithym and blues que comenzaban sus andanzas en el marco del rock londinense. Incluso, Metcalfe comenta que llegaron a tener una audición para EMI, misma que resultó un desastre debido a que Roger Waters tardó demasiado tiempo en afinar su bajo.

“La primera audición de EMI fue probablemente la razón por la que dejé la banda. Tratar con Roger era difícil porque era rápido para ridiculizarme. Ahora entiendo cuál era su inseguridad, pero a los 19 eso dolía”, resalta.

Cuando Clive y Keith decidieron formar un dúo aparte y seguir su propio camino, Bob Klose, otro chico, guitarrista de Cambridge, que llegó a estudiar artes en Londres, se anexó a la banda.

Los músicos se encontraban desesperados por encontrar un buen cantante, así fue como dieron con Chris Dermis, un ayudante dental de la RAF, quien había tocado con las mejores bandas de la escena de Cambridge. Ahora el grupo se habría renombrado Tea Seat; sin embargo, Chris no duraría mucho, ya que lo enviarían al extranjero por su trabajo y su lugar al frente sería ocupado por un joven virtuoso, excéntrico e impredecible: Syd Barrett.

BARRETT: EL LÍDER PERDIDO

Nacido el 6 de enero de 1946 en el seno de una familia acomodada de Cambridge, Syd Barrett profesó desde muy pequeño una singular vocación por el arte en múltiples facetas.

Tuvo una educación liberal, sus padres siempre lo apoyaron para que se adentrara en la música y pudiera estudiar artes en Cambridge Tech. David Gilmour estudiaba lenguas modernas en esa misma escuela y se reunía con Barrett a la hora de la comida para improvisar con guitarras y armónicas. Incluso viajaron juntos a Francia donde montaron shows en la calle.

Cuando Syd se unió a la agrupación que los otros chicos de Cambridge ya tenían montada en Londres (debido a que había conseguido una beca para estudiar en esa ciudad), inmediatamente embonó de forma perfecta.

Para el compositor argentino Ricardo Zotelo, autor del libro Pink Floyd: Historia, cronología y letras, Syd fue fundamental para la historia de los Floyd. “Sin él no hubiesen sido más que una modesta banda de blues, una más de la saturada escena londinense de mediados de los sesenta y que probablemente no hubiese pasado de allí, pero Barrett cambió todo eso. Syd tenía una nutrida imaginación, era un artista nato. Fue dibujante, pintor, poeta y combinó todo eso en la música. Su estilo como guitarrista no se ajustaba a las reglas porque su personalidad tampoco lo hacía”, comenta en entrevista para Siglo Nuevo.

Barrett literalmente no fundó la banda, como suele señalarse, sino que se unió a ella después. Lo que sí es verídico es que rebautizó a la agrupación en honor a dos de sus músicos favoritos de blues: Pink Anderson y Floyd Council. Después, el nombre The Pink Floyd Sound sería cercenado en su primera y última palabra para quedar sólo como Pink Floyd, con Roger Waters en el bajo, Nick Mason en la batería, Richard Wright en los teclados y Syd Barrett en la guitarra y voz principal. Además, Syd le inyectó el sonido característico y experimental que definiría a la agrupación en un futuro.

“El sonido de Barrett surge de la necesidad de crear ‘climas’ junto a los teclados de Wright. Syd no pensaba en armonías o secuencias de acordes puntuales, improvisaba y los demás lo seguían. Incluso la desafinación (que es un modo de afinación también) era algo que utilizaba frecuentemente. Frotar cosas por las cuerdas (un encendedor metálico, por ejemplo), golpearlas percusivamente o buscar el acople (el feedback), ampliaron la gama de posibilidades de la guitarra”, describe.

Barrett, con más experiencia en bandas que los demás, se hizo del liderazgo y gracias a la sinestesia que padecía pudo diseñar los shows lumínicos con los que hacían sus presentaciones. De alguna manera él podía ‘escuchar los colores’. El desarrollo del espectáculo lumínico de Pink Floyd fue clave para el ascenso de la banda.

En enero de 1966, la banda realizó demos en los estudios Sound Techniques, gracias a que la novia de Syd convenció al director de cine Pete Whitehead para que financiara las sesiones de grabación. En muy poco tiempo, los Pink Floyd habían conseguido ganarse un lugar en la escena underground de Londres, debido en gran medida a la gestión de sus nuevos managers Pete Jenner y Andrew King.

Geoff Emerick, en su libro El Sonido de los Beatles, Memorias de su ingeniero de grabación, relata que durante 1966 en los estudios Abbey Road, el productor Norman Smith (quien había sido el ingeniero de The Beatles desde su primera audición para EMI en 1962), anhelaba un nuevo reto que le permitiera crecer profesionalmente, ya que con George Martin al frente de la producción del Cuarteto de Liverpool, no tenía gran cabida para tomar decisiones musicales. Norman había observado una presentación de Pink Floyd en un club de Londres y deseaba ansiosamente trabajar con ellos.

De pronto, Barrett y compañía se encontraban grabando en Abbey Road bajo la supervisión de Smith, justo en un un estudio al lado de donde The Beatles tenían sus sesiones. The Pipers At The Gates Of Dawn vio la luz en 1967 como un obra compuesta en su mayoría por el ingenioso Barrett.

El primer álbum de la agrupación fue aclamado por la crítica y se posicionó como uno de los estandartes del rock psicodélico de los años sesenta, a la par de obras maestras como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Barrett era la cabeza de la agrupación, incluso el nombre del disco proviene del cuarto capítulo del libro The Wind In The Willows de Kennet Grahame, la obra literaria favorita de Syd.

“A su modo, Barrett fue un precursor; no al grado de Hendrix, por ejemplo, pero hizo varias cosas que los guitarristas de su época no habían pensado en hacer. Piezas musicales como Interstellar Overdrive podían durar media hora y las estructuras rítmicas y los climas no volvían a repetirse nunca más porque Syd conducía a la banda según su estado de ánimo o su condición metal alterada por drogas o no”, infiere Zotelo.

El éxito enmarcó el debut de Pink Floyd en las grandes ligas de la industria musical. Pronto las invitaciones a programas de televisión y radio aparecieron, se montó una gira por Europa, pero lo que marcaría el inicio de un final inesperado fue la gira por Estados Unidos, la cual resultó algo desastrosa debido en gran parte a la adicción a las drogas por parte de Barrett.

Syd tenía tiempo experimentando con LSD, un ácido que incluso en porciones muy pequeñas causa alucinaciones que pueden durar largos lapsos de tiempo. Su adicción comenzó a causarle cambios mentales que afectaron su ejecución musical y dominio de los escenarios. Además, empezaba a tambalearse ante la fama.

“Pienso que Barrett tenía, a los 21 años, una condición mental desastrosa en la que también tuvo que ver la presión de la fama: la actividad constante de la banda, y me refiero a estar cinco o seis días a la semana alternando entre shows, entrevistas, sesiones de fotos, ensayos y sesiones de grabación. Ciertamente no supo lidiar con la fama porque tampoco estaba en condiciones de hacerlo y las malas compañías también aportaron lo suyo”, reflexiona.

Había momentos en los conciertos en que Barrett se mostraba perplejo, tocando una sola nota de su guitarra por largos lapsos o quedándose inerte sin expresar ninguna palabra. En otras ocasiones parecía un zombi bajo las luces y arrojaba su guitarra como si se tratase de una granada en la guerra. Ante esto, el resto de la banda mostraba preocupación por su líder, así que contactaron a David Gilmour para que auxiliara a su amigo cuando este ya no pudiera tocar la guitarra en los conciertos debido a su estado.

Gilmour aprendió en dos semanas el repertorio de la banda y en un principio la idea era relegar a Barrett al estudio, como una especie de compositor, pero se rechazó esta opción. El estado de salud mental de Syd era tan insostenible que el resto de la banda finalmente tomó la decisión de expulsarlo de Pink Floyd en 1968.

Las cosas llegaron a su fin en febrero, el día en que debíamos tocar en un concierto en Southampton. En el coche, de camino a buscar a Syd, alguien dijo,‘¿Recogemos a Syd?’ y la respuesta fue ‘No, carajo, no vale la pena’, narra Nick Mason en su libro.

Syd tuvo que aceptar la decisión de sus compañeros. En A Saucerful of Secrets, el segundo álbum de los Floyd, sólo apareció en Jugband Blues. En 1970 grabó su primer disco en solitario The Madcaps Laughs, ayudado en la producción por Gilmour. Ese mismo año publicó Barrett, su segundo disco. Después de eso, el Diamante Loco desaparecería de la escena musical.

La última vez que el nuevo cuarteto de Pink Floyd pudo ver a Barrett fue el 5 de junio de 1975, en las grabaciones del álbum Wish You Were Here. Aquel día un tipo calvo, gordo y sin cejas apareció en el Estudio 3 de Abbey Road. Se sentó detrás de la cabina ante los rostros de silencioso asombro de la banda. Ni Mason, ni Wright, ni Gilmour pudieron reconocerlo, hasta que Waters se le acercó y lo observó atónito: el sujeto era Syd.

Incrédulo, Waters rompió en llanto por la situación lamentable de su viejo amigo. Lo único que pudo preguntarle a Syd era qué le parecía Shine On You Crazy Diamond. Nadie supo quién lo había invitado, su visita fue desconcertante y verlo en aquellas condiciones, cuando se grababa la canción que estaba inspirada en él, ocasionó un sentimiento de culpa en la banda.

Barrett pasó sus últimos años en casa de su madre, montando en veces su bicicleta como en aquellos días donde la tomaba para ir a casa de David Gilmour a tomar clases de guitarra, como una surrelista e irónica manifestación de su canción Bike. Aislado, perdido en su propio mundo, siendo sólo el fantasma de una leyenda del rock que jamás volvió a los escenarios y que olvidó que alguna vez fue un gran músico.

El virtuoso artista falleció el 7 de julio de 2006 a causa de cáncer de páncreas. Al morir, dejó una fortuna de dos millones de euros provenientes de las regalías de The Pipers At The Gates Of Dawn. Dinero que Gilmour siempre se preocupó en hacerle llegar.

La figura mítica de Barrett es sumamente importante para el legado 'floydiano', ya que muchas de las composiciones que crearían sus excompañeros años más tarde estarían inspiradas en el joven esquizofrénico y su extravío mental, ocurrido durante un viaje del cual nunca regresaría.

DESPUÉS DE LA PSICODELIA

Si bien la banda en un principio fue marcada con la etiqueta de la prensa y del público como una agrupación “psicodélica” por la experimentación sonora y el espectáculo de luces de sus conciertos, Mason asegura que nunca buscaron inmiscuirse en ese concepto y que realmente fue la gente quien los asoció con ese movimiento. En esa época los integrantes de Pink Floyd realizaban diversas entrevistas evasivas donde negaban que entendieran el significado de la “psicodelia”. Incluso en el segundo álbum, el sonido trató de alejarse de lo “psicodélico”.

Por consecuente, esta búsqueda constante de nuevas veredas causó que la evolución sonora que Pink Floyd tuvo a inicios de los setenta fuera sumamente interesante. Los británicos continuaban con sus exploraciones musicales y marcaban su propio camino en el campo del rock progresivo.

Hay una serie de álbumes de transición desde la salida de Barrett en 1968 hasta la toma del liderazgo, algo ditactorial, por parte de Waters en 1973 con la aparición de Dark Side Of The Moon.

En primera instancia, en 1969 se grabó la banda sonora de la película More del director francés Barbet Schroeder, un filme que aborda el tema del las drogas y el erotismo de esa época. En la música se divisan canciones acústicas, hard rock, blues e incluso flamenco.

En el álbum Ummagumma (1969) se pueden apreciar tintes de música concreta, un movimiento iniciado a principios del siglo XX por el compositor francés Pierre Schaeffer y que basa sus cimientos ya no en la relación de abstracciones preconcebidas, sino en fracciones sonoras existentes de manera concreta, consideradas como objetos sonoros.

Para Atom Heart Mother (1970), los británicos emplearon un sonido barroco con la utilización de cuerdas y metales, llevando a un siguiente nivel su madurez musical. Para su portada se quiso una imagen genérica que no fuese representativa de Pink Floyd, por lo que el fotógrafo Storm Thorgerson salió en busca de ideas y lo primero que se topó fue una vaca pastando en una zona rural a las afueras de Londres.

Meddle (1971) posee una de las piezas más emblemáticas de la banda. Echoes es una obra maestra de 23 minutos y medio con diversos pasajes instrumentales y una letra poética, profunda. En el disco de vinil original esta canción ocupaba todo el lado B. “Es la mejor pieza de la banda grabada hasta ese momento. Aúnan balada pop, algo de funk, un ambiente sonoro sugerente (prehistórico diría yo) y un notable crescendo para retornar a balada en el tramo final. En ese punto, Pink Floyd encuentra una nueva senda para el desarrollo musical en suite”, asegura Zotelo.

Durante 1971 iniciaron el rodaje de Live at Pompeii, donde la banda filmó en el anfiteatro de la antigua ciudad romana. El video fue dirigido por Adrián Maben. También se anexaron algunas tomas de un estudio de París.

Ya al final de la transición, Oscured by Clouds (1972) fue un álbum que se grabó en no más de quince días, entre febrero y marzo, con una gira japonesa de por medio. Las canciones no mostraban grandes experimentos y estaban orientadas al hit radial, como Free Four con su sonido country.

DARK SIDE OF THE MOON: LA CÚSPIDE

La mayor explotación comercial de la banda ocurrió en marzo de 1973 con la publicación de su octavo álbum de estudio: Dark Side Of The Moon, A Piece For Assorted Lunatics. Desde su icónica portada, realizada por Storm Thorgerson, donde se plasmó un prisma que es atravesado por una luz multicolor, hasta su sonido único y electrónico (hecho con un sintetizador EMS VCS3) que envolvió las almas de más de los escuchas a través de su narrativa, el álbum supone uno de los clásicos más importantes no sólo en las páginas del libro del rock, sino de la música en general.

Para analizar esta obra habría que partir de su concepto: el álbum trata un enfoque humanístico, se reflejan emociones y vicios que suelen aquejar a la raza humana, como la locura, la ambición por el dinero, la muerte, la ansiedad por el tiempo, etcétera.

Ricardo Zotelo explica que dicha orientación se debe a que Waters cargó con el diseño conceptual y lírico del álbum. Mientras Barrett solía inclinarse a escribir utilizando su imaginación en historias surrealistas, Waters llevaba las ideas a un plano más terrenal.

Otra pieza clave de Dark Side Of The Moon fue Alan Parsons, quien fungió como el ingeniero del disco. Anteriormente, Parsons había participado como asistente en Atom Heart Mother, y en 1973 ya tenía los conocimientos suficientes para aportar ideas a la banda y acoplarse en el diseño sonoro junto a Waters.

“A principios de los setenta no eran tan fácil grabar un fósforo que se raspa y se enciende, huevos friéndose en una sartén o una canilla goteando (…) Parsons había grabado los relojes de Time separadamente uno por uno para una muestra de sonido cuadrafónico y sólo después de conocer el título de la canción sugirió usarlos. Las monedas de Money, por caso, fueron grabadas por Waters de modo rudimentario. No queda claro si se utilizó esa primera muestra de sonido o si se volvió a grabar el efecto en el estudio, quiero pensar que sí. El loop de la caja registradora fue difícil de lograr porque tuvieron que crear un patrón rítmico adecuado al compás de 7/4. Como en esa época se trabajaba analógicamente (con cintas para grabar) tuvieron que medir la cinta con una regla, calcular el espacio en blanco entre un loop y otro, cortar y pegar y sólo entonces lograron la métrica adecuada. Todo muy laborioso y artesanal, algo que hoy día se haría en pocos segundos con cualquier software de edición de sonido”, describe Zotelo.

Como el disco se grabó en Abbey Road, la mayor parte de él se plasmó sobre una vieja cinta de The Beatles, ya que estas solían reutilizarse. De hecho, al final de Eclipse se pueden percibir algunos fragmentos de Ticket To Ride.

Fue en este trabajo que Roger Waters se consagró como compositor de la banda, lo que le permitió tomar el liderazgo debido al gran éxito del álbum.

“Él delineó el concepto general del álbum y asumió la responsabilidad de escribir todas las letras, algo que no había ocurrido previamente. Por lógica, pienso, los demás prefirieron dejar que Waters aportara las ideas conceptuales de ahí a más, porque él tenía más preocupaciones sociopolíticas que ellos. Además, tenían que mantener la misma línea de trabajo de Dark Side Of The Moon, ya no podían caer en la sencillez de un álbum heterogéneo porque ninguno había resultado (comercialmente), tan exitoso como ese”, reafirma.

Por años, la opinión pública ha considerado a este álbum como un emblema del rock psicodélico. No obstante, Nick Mason rechazó esta tesis al asegurar en una entrevista concedida a CNN en septiembre de 2014 que Dark Side Of The Moon es el álbum menos piscodélico que se puede escuchar y lo califica como “terriblemente específico, mesurado y que no flota en ningún lado”.

En la misma entrevista, el baterista recalca que la banda nunca pudo darse cuenta en tiempo real sobre el éxito que estaba teniendo el álbum; ya que mientras la obra subía sin freno por las listas de popularidad (durante 741 semanas ocupó el primer puesto de Billboard), ellos se encontraban concentrados en las giras. El cambio se pudo ver más tarde, cuando el grupo comenzó a dejar los recintos pequeños para tocar en las arenas y después en los estadios.

Otra curiosidad sobresale de las letras de un artículo del periodista Charlie Savage, publicado en 1995 en el Journal Gazzete de Fort Wayne, donde se expone que el álbum tiene sincronía como banda sonora de la película El Mago de Oz; es decir, que ambas obras se comunican entre sí y se contestan una a la otra. Un sector de fans afirma que el álbum se diseñó para la película, otros creen que sólo es una coincidencia.

DERRIBA EL MURO

En 1979, después de la publicación de joyas como Wish You Were Here (1975), donde se aborda el tema de la ausencia, de cómo sus integrantes añoran a esas personas que eran antes de la fama y por supuesto el gran homenaje a Syd Barrett con Shine On You Crazy Diamond; y tras la salida de Animals (1977), un álbum conceptual que se basa en la fábula política Animal Farm de George Orwell, cuyos personajes encaran roles de la vida consumista de la sociedad capitalista; apareció el trabajo más emblemático de Roger Waters como líder de la banda.

The Wall es una profunda reflexión a modo de ópera rock que narra la historia de Pink, un personaje diseñado por Waters. El nombre del álbum nace a raíz de sus últimas giras, donde Roger sintió que no podía conectar con el público, a lo que denominó como una especie de muro. Incluso en el último concierto de la gira In The Flesh, efectuado en Montreal, Waters escupió a un fan debido a su frustración.

En la primera parte del álbum, Waters retrató los traumas de su infancia. El padre de Roger murió en la batalla de Anzio, Italia, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el músico tenía sólo seis meses de nacido. Esa fue una ausencia que lo marcó de por vida y que claramente ha influenciado su discurso antibélico.

Además, Waters hace cita de cómo vivió su educación cuando era niño. Another Brick In The Wall es una clara protesta al sistema educativo británico de esa época, donde se utilizaba el sarcasmo para reprender a los estudiantes.

La historia de esta canción tiene la anécdota de que su coro fue grabado por los niños de la escuela Isligton Green. Sybilla Agassae, quien formaba parte de ese grupo de infantes, relata que su maestro de música los organizó y los llevó caminando hasta los estudios Britannia Row, que estaban relativamente cerca del plantel educativo. Ya en la cabina, los niños entonaron la letra de Waters: We don’t need no education, we don’t need no tought control. Sin embargo, la crítica a la educación británica no gustó a la escuela, por lo que no se permitió que sus alumnos actuaran en la película que después se filmaría.

“Fue una experiencia maravillosa y estoy muy orgullosa de haber estado involucrada en una canción tan icónica y que todavía resuena hoy”, comparte Sybilla Agassae en un correo electrónico enviado a la redacción de Siglo Nuevo.

En la segunda parte de la obra, vuelve a aparecer el fantasma de Syd Barrett. Pink se convierte en una encarnación del exlíder floydiano. Por supuesto, se abstrae la gravitación psicótica de Syd. La locura es un elemento presente de forma permanente. Incluso el personaje tiene alucinaciones donde se representa como una especie de líder nazi.

“Waters hizo una completa catarsis cuando compuso The Wall. Lo interesante es que infinidad de personas se han sentido identificadas con la historia por diversos motivos. Yo entiendo The Wall como el compendio de todos los trabajos anteriores en un sentido figurado porque la obra es una crítica total y brutal a todo lo que la vida es (como en Dark Side Of The Moon). Y allí está la crítica mordaz al rock como negocio y la ausencia de Pink, la ausencia ante los demás y la ausencia ante sí mismo cuando se transforma en su alucinación en un dictador Nazi (algo similar al concepto de Wish You Were Here). Y expande los conceptos de Animals también. Pienso que tranquilamente se podrían encontrar elementos de todos los discos anteriores si se oye con atención”, define Ricardo Zotelo.

La visión artística de Waters logró llevar, en 1982, el álbum a la pantalla grande de la mano del director y diseñador Gerald Scarfe y el productor Alan Parker. Scarfe fue el creador de los famosos martillos marchantes y demás animaciones que aparecen en la película.

ECHOES DE UN LEGADO

El último álbum de Roger Waters como parte de Pink Floyd se publicó en 1983 bajo el nombre de The Final Cut. Se trata de una crítica hacia la Guerra de las Malvinas. Ricardo Zotelo considera que este material, el primero de Waters en solitario respaldado por Pink Floyd, tanto musical como artísticamente.

“Ya no se puede hablar de el último con la formación clásica puesto que Wright no participa y de hecho ya no era parte de la banda desde 1979. TFC es otro disco de transición como lo fue en su época A Saucerful Of Secrets. Musicalmente es una extensión de The Wall porque varias de sus canciones fueron pensadas para incorporarse al film de Alan Parker. Ese mismo año, 1983, Waters grabó su debut solista, The Pros And Cons Of Hitch Hiking y tiene un clima y estructura similar a TFC. Yo entiendo a TPACOHH como parte de una trilogía con TW y TFC, quizás algo intermedio entre ambos”.

Después de que Gilmour, Mason y Wright decidieran seguir sin Waters en A Momentary Lapse Of Reason (1987) y The División Bell (1993), surgieron los problemas y demandas legales entre el trío y Waters por los derechos de autor.

En julio de 2005, el cuarteto logró limar asperezas y se reunió por última vez para el concierto de Live 8 en el Hyde Park de Londres, donde sólo tocaron por 23 minutos. Ya en 2008 ocurrió el lamentable fallecimiento del tecladista Richard Wright.

Finalmente, en 2014 se publicó el álbum Endless River, el último de la banda y donde tampoco participó Waters. El disco supone un homenaje a la memoria de Wright, ya que reúne tomas que fueron descartadas de The Division Bell.

Actualmente Waters y Gilmour siguen dando conciertos por su cuenta alrededor del mundo. Mason se ha concentrado más en su afición por la colección de automóviles de carreras. Los exintegrantes han recalcado en varias ocasiones que Pink Floyd no regresará jamás a los escenarios. Algo que se percibe lógico, ya que sin Wright una nueva reunión no tendría sentido. No obstante, Pink Floyd se ha convertido en una banda sumamente vigente pese a su desintegración, tanto que comercialmente sigue siendo rentable en sumo grado.

UN NUEVO COMIENZO

La labor como activista es algo que ha caracterizado a Roger Waters. Desde su concierto masivo ante la caída del Muro de Berlín en 1990, hasta sus consignas contra el muro de la Franja de Gaza (donde se le quiso arrestar), las ideas sociopolíticas del exfloydiano han brotado en cada una de sus presentaciones.

En su última visita a México, en octubre de 2016, Waters replicó un discurso donde criticó enérgicamente las políticas de Donald Trump y la situación de los desaparecidos en el país haciendo un llamado al presidente Peña Nieto. El discurso se repitió durante sus tres conciertos, incluido el ofrecido en el Zócalo de Ciudad de México, uno de los lugares más simbólicos de la nación.

El discurso sobre los desaparecidos es de alguna forma antibélico: no aboga por las armas e invita a derrumbar el “muro de privilegios que separa a los ricos de los pobres”. La ideología de The Wall se hace presente en un claro planteamiento de la situación social donde cada vez hay menos ricos (que se enriquecen al por mayor) y cada vez hay más pobres (con mayores niveles de pobreza) que no poseen privilegios en el mundo político.

Para el sociólogo Francisco Navarro Sada, la postura de algunos expertos respecto a que Waters no tenía derecho a opinar sobre los asuntos del país es debatible.

“El artículo 33 de la Constitución dice que ‘los extranjeros no podrán inmiscuirse de alguna manera en los asuntos políticos del país. Entonces yo me pregunto en voz alta: '¿qué significa inmiscuirse en asuntos políticos?' Esto es un discurso público donde señala aspectos de la realidad social y aún cuando estando frente a una gran audiencia le habla a la ‘cabeza de la nación’ yo me pregunto ‘¿es un discurso social o de corte político?’”, apunta.

Waters lanzó preguntas al presidente y abogó por quienes no tienen los suficientes recursos como para conseguir dar con sus parientes desaparecidos, aquellos que a diferencia de los ricos suelen perderse en el anonimato. La frase “Señor presidente, su gente está lista para un nuevo comienzo”, fue el preámbulo para que Comfortably Numb cerrara la presentación.

La algarabía por las palabras de Waters brotó en el público del Foro Sol y del Zócalo capitalino. Gritos de exaltación y de hartazgo tuvieron como blanco la figura del presidente. Sin embargo, Navarro Sada hace una crítica al hecho de que estas manifestaciones se extravíen en la apatía social una vez terminados este tipo de conciertos.

“Hay una transformación donde mucho de lo privado se vuelve público y a mucho de lo público se le da elementos espectaculares, no sólo en lo político, podemos observar la vida de las ‘estrellas’ de la televisión o del deporte. El que los individuos se muestren a través de las redes sociales ha roto líneas entre lo que era público y lo privado, y es muy fácil en lo público, de ‘dientes pa fuera’, decir aquello que podría pensar pero que no me comprometería con ello. Esto es similar a lo que pasa en los conciertos: pasa en los comentarios de algunas personas en Facebook que en su vida real no han leído noticias, no están enterados y no están comprometidos”, finaliza.

BANDA HOMENAJEADA

Los conciertos de Waters han reiterado la vigencia e influencia latente de la banda. A lo largo de los años, diversidad de homenajes y tributos han surgido para el reconocimiento musical de Pink Floyd. El artista británico David Bowie solía entonar canciones de Syd Barrett como See Emily Play o Arnold Layne. Actualmente, los Guns N’ Roses suelen tocar Wish You Were Here en la gira de su reencuentro. Bandas como Radiohead, Metallica o el músico argentino Charly García también han covereado a los de Cambridge.

En España existe un proyecto sólido que se acerca mucho al sonido original de la banda. Pink Tones surge en Madrid hace 13 años, cuando Antonio Fernández decidió organizar una formación para tocar los temas de los británicos. Los ibéricos no buscan clonar su música, sino que tratan de ejecutarla con un estilo propio y difundir su legado.

“Pink Floyd es un referente en el rock, es indiscutible y como tal nunca pasará inadvertido. Se atrevieron a experimentar, a no poner límites, a bucear en los temas sin más propósito que satisfacer su hambre artística, a enviar mensajes en cada canción y no mensajes comerciales, a criticar el sistema de una manera elegante pero firme”, indica Fernández.

Pink Tones han tratado de recrear a su manera los diversos pasajes de la historia 'floydiana'. De hecho, grabaron una presentación en vivo en el Teatro Romano de Segóbrica en alusión al Live At Pompeii.

Los españoles aseguran que el proceso de investigación y experimentación para logar el sonido más cercano a lo que era la banda es sumamente laborioso, más al momento de querer sonar con un feel setentero que en dar las notas correctamente. Detrás de cada tema existe una gran labor de horas de estudio que, después, se ve recompensado con las presentaciones en vivo.

"Pink Floyd revolucionó la música en la experimentación, las estructuras de canciones y los largos pasajes musicales, pero eso no sería nada sin unas canciones musicalmente potentes y unas letras que destacan entre otros grupos. El tema Wish You Were Here concretamente diría que es el más difícil, donde brilla tanto la interpretación vocal de Glimour (que es muy difícil hacerle justicia) y la pieza, al ser tan sencilla y tan acústica, no tiene dónde esconderse. De hecho no hemos oído a nadie que le haga justicia como él. Intentamos acercarnos”, concluye Alvaro Espinosa, vocalista de Pink Tones.

Twitter: @BeastsoulRdz

Foto: Archivo Siglo Nuevo
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Una de las primeras presentaciones de Pink Floyd, 1967. Foto: Archivo Siglo Nuevo
Una de las primeras presentaciones de Pink Floyd, 1967. Foto: Archivo Siglo Nuevo
Pink Floyd a finales de los sesenta. Foto: Nick Mason's book Inside Out/Martin Kennedy Tumblr
Pink Floyd a finales de los sesenta. Foto: Nick Mason's book Inside Out/Martin Kennedy Tumblr
Pink Floyd en concierto en 1970. Foto: Amalie Rothschild/Martin Kennedy Tumblr
Pink Floyd en concierto en 1970. Foto: Amalie Rothschild/Martin Kennedy Tumblr
Tour de Dark Side of The Moon, 1973. Foto: Martin Kennedy Tumblr
Tour de Dark Side of The Moon, 1973. Foto: Martin Kennedy Tumblr
Publicidad de Pink Floyd a finales de los sesenta. Foto: Martin Kennedy Tumblr
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Roger Waters escribiendo en la barrera de seguridad israelí-palestina en Gaza (2006). Foto:Getty
Roger Waters escribiendo en la barrera de seguridad israelí-palestina en Gaza (2006). Foto:Getty
Roger Waters iniciando su concierto en el Zócalo de la Ciudad de México, 2016.Foto: Notimex
Roger Waters iniciando su concierto en el Zócalo de la Ciudad de México, 2016.Foto: Notimex

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