Un panchote en Tequila Jalisco

Un “pancho”, hasta donde entiendo de modismos contemporáneos, es la alteración de un estado de cosas por una o varias personas; es hacer algo impropio, algo que se sale de la norma y perturba lo establecido. Por ello, un “panchote” será un pancho mayúsculo.

Imaginemos un pancho para ejemplificar: un hombre encuentra en el celular de su pareja algo que lo enardece y lo hace alterarse, reclamarle y por lo menos preguntarle irritado ¡de qué se trata!, mientras mira a su mujer con ojos en los que restalla la contención para no abalanzársele con furia.

Ante esa situación ella, segura de que no es para tanto, confiada en que después de algunas explicaciones las cosas volverán a su nivel y pensando en el historial de la relación sobre todo lleno de lapsos gratos y pocas situaciones difíciles le dirá “cálmate, no hagas un panchote”.

El ejemplo quizás es burdo pero creo que alcanza a dar idea de lo que se entiende por “pancho” y “panchote”. El origen de palabras como éstas, al igual que muchas de pronto prendidas en el habla popular, es difuso, vago y hasta inescrutable. Sin embargo, a causa de que las palabras nos inquietan por una razón o por otra, tratamos de buscar su origen, su etimología y hasta elaboramos teorías sobre su nacimiento.

Para el caso, tengo aquí una teoría, quizás absurda sobre “pancho” y “panchote”. Pero mejor me corrijo y en cambio me atrevo a presumir la risible hipótesis de cómo, por qué y dónde se incorporaron al habla popular el superlativo panchote y su ascendencia pancho. Con ello, pues, me atrevo a hacer un pancho.

Trasladémonos a las calles de Tequila Jalisco. Cuando las recorre puede uno ir descubriendo que en las paredes lucen empotrados mosaicos azules con leyendas que comentan sucesos de su historia, principalmente relacionados con el tequila. Algunos informan con circunspección, otros son chocarreros.

En la calle flanqueada por el museo de la familia Sauza y la casa Cuervo se encuentra uno de esos mosaicos que relata un hecho al parecer gracioso, aunque quizás haya sido desgraciado para una de las partes. Lo cierto es que nos permite aventurar una posible procedencia del término “panchote”.

La anécdota se guarda en un documento que preserva el Archivo Histórico de Tequila y da cuenta del proceder de un “peculiar borracho y su indignación” ante el “comisario de la bebida, quien se negó a servirle más ‘bino’.” Transcribo parte del texto escrito en 1760. Actualicé la escritura:

“[…] y digo que el día veinte de este presente mes, como cosa de diez u once de la noche pasó a mi estanco, Francisco Rentería, alias panchote, quien después de haber bebido lo suficiente me insistía, provocándome con palabras indecorosas, para que se le diese vino, lo que no quise ejecutar por parecerme haber bebido el dicho lo suficiente y saliéndose por la puerta del estanco prorrumpió diciendo que le había de dar más vino, y si no, con quemar el estanco quedaría contento […], como a las dos de la mañana había empezado el fuego, que con tanta violencia se hallaba en el estanco que no tuve más lugar que recordar al dicho asentista que viendo la verdad de las llamas no tuvimos más lugar que dilatar las vidas y sacarnos de camino a nuestras camas […]”

El texto que relata el panchote protagonizado por el Panchote concluye con las siguientes líneas: “Igual de encendido y tatemado que su local de vino mezcal, Fraga solicita por medio de esta denuncia al Teniente General del Partido de Tequila, encarcele y multe de manera ejemplar al ‘panchote’.”

Así que el borracho, al que me imagino como el de la lotería popular, fue estrella de un panchote, con lo que provocó el improbable origen de los términos “pancho” y “panchote”. Díganme si no se hace un pancho expresando esta improbable procedencia del vocablo.