LLEGÓ EL COLOR ROJO Y ME DIJO:
-Soy el mejor de todos los colores.
Al decir eso ni siquiera se puso colorado.
Me atreví a contestar:
-Es usted el mejor de todos los colores para aquellos que gustan del rojo. Para los que prefieren el azul el mejor color es el azul. Lo mismo sucede con las personas a quienes les gusta el color verde, el amarillo, el rosa, y así sucesivamente.
El rojo enrojeció por el enojo. Me respondió:
-Si no admite usted que soy el mejor color ya no podrá usted pintar nada de rojo.
Repliqué:
-Usaré entonces el encarnado, el púrpura, el carmesí, el escarlata, el grana y el rubí.
Al oír eso el rojo se puso aún más rojo y se alejó mascullando no sé qué. Entendió que nadie es indispensable: para cada rojo que se cree el mejor hay un encarnado, un púrpura, un carmesí, un escarlata, un grana y un rubí.
¡Hasta mañana!...