
Foto: Samuel J. Vega/Hoy
El peor atentado en Occidente desde el episodio de las Torres Gemelas desestabiliza México y deja al gobierno al borde del colapso justo cuando se avecina la sucesión presidencial. ¿Qué se esconde detrás de esta masacre?
¿Alguna disputa entre cárteles de la droga? ¿Una manifestación sangrienta por parte de grupos subversivos? Afectados por los hechos, desde la dirección del periódico El Mundo, el diario digital Lapizarra y la agencia de investigación Lemlock, Tomás, Jaime, Amelia y Mario se adentran una vez más en las entrañas del poder e, inevitablemente, se ven involucrados en una feroz pugna plagada de engaño, muerte y alta traición, que enfrenta a las fuerzas de mayor influencia en el país. La única posibilidad para sobrevivir es impedir a toda costa el ascenso de los usurpadores.
Jorge Zepeda, ganador del Premio Planeta 2014, continúa con la serie de los Azules en este emocionante thriller político que explora las estremecedoras consecuencias de la lucha por el poder a cualquier precio.
¿Difícil hacer novela negra en un país donde la realidad es más cruda?
La verdad de cierta manera es mucho más fácil, porque la misma realidad te da muchas líneas de posibles desenlaces, particularmente porque esta es una una novela donde yo estoy indagando la próxima sucesión presidencial y la lucha por el poder entre los actores políticos; en ese contexto caben muchos escenarios que la propia crisis puede potenciar o propiciar, y acabo haciendo yo una novela que es una espacie de juego de tronos, como la serie de televisión, donde tres grandes contendientes luchan con todo lo que tienen, obviamente acompañados por sus respectivos cuartos de guerra, librando batallas muy en el contexto de los demonios sueltos que hay en el país.
De alguna forma es una novela más fácil de hacer en el contexto en el que vivimos.
¿Agregar a la novela el ingrediente de un conspirador militar es tomado de la realidad de otro país?
Es netamente de México, aunque en el fondo luego acaban pareciéndose mucho; las tramas del poder, las luchas entre los protagonistas y la manera sobre todo en que operan tras bambalinas en lo oscuro, acaban pareciéndose mucho, con algunos matices, a todos los países. Por eso es que las novelas han sido traducidas al mandarín, al turco, al italiano y al francés, entre muchos otros idiomas. Por otro lado, el descontento que existe ahorita en México, entre los cuadros militares, por la situación en la que se sienten utilizados por la clase política, también facilita introducir en la novela ese descontento y hacerlo jugar como una variable más.
Introduces dos variantes muy fuertes en la narración, un atentado y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ¿a qué se deben?
Arranco con ello para potenciar justamente esta sensación que tenemos de que como nunca el proceso de sucesión presidencial de México tiene problemas. Muchos de los actores y algunos de los poderes fácticos lo ven como una carencia absoluta de reglas de juego, sin un árbitro con fuerza para imponer condiciones, con una enorme debilidad presidencial, los partidos políticos son cascarones casi vacíos, ocupados por las fracciones oportunistas luchando dentro de ellas, las instituciones no han crecido a la par, hay mucha desconfianza incluso sobre la credibilidad de instituciones electorales y de justicia, que al final terminan siendo designadas como cuotas partidarias por los partidos en el Senado.
Hay esta sensación de que la lucha por el poder se va a dar esta vez con muchas manos libres para los protagonistas, en ese contexto lo extremo llevándolo a la ficción, para dramatizar que incluso esta lucha puede terminar con una atentado de esta magnitud.
La FIL, donde el actual presidente tuvo un gran descalabro... ¿Coincidencia?
Bueno fue una circunstancia más bien fortuita, yo pensaba más bien encontrar un evento en donde el atentado tuviese muchas repercusiones por la cantidad de celebridades nacionales e internacionales, y sin duda, hoy en día la FIL es el evento internacional más conocido de México en el mundo, un poco por eso me decanté para escoger ese escenario como el detonante para arrancar la novela con mucha trepidación.
¿Regresan los Azules?
A mi me ha gustado mucho porque los cuatro amigos que llamo “los azules”, que se conocen desde la infancia, han ido evolucionando con las propias novelas, los encontramos casi cuatro años después, son más complejos, las mismas circunstancias de la vida pública y por lo que han pasado los últimos años, los hacen personajes con más tensiones, con más roces incluso entre ellos. Dos de ellos siguen enamorados de la misma mujer, han ido evolucionando, digamos, como personajes con mayor densidad, más atractivos para el lector, no sólo para el autor, eso por las primeras reacciones que estoy teniendo.
¿Cómo van los procesos para llevar a estos personajes a la pantalla chica?
Muy bien, son procesos muy largos de planeación, esta tercera novela, todo indica, se incorpora al proyecto y hay varias opciones abiertas todavía en proceso de concretarse, pero caminando en buena dirección. Serán trabajados para Netflix o el equivalente a Netflix, están en esa disyuntiva. Porque en realidad Netflix no sólo produce, sino distribuye series de muchas otras productoras. Yo he estado involucrado con cierta distancia, solamente aprobando ciertas líneas, pero aún no estamos cerca del proceso de producción.
¿Aun sigue el periodista exorcizando la realidad con la ficción?
Hasta cierto punto sí. Pero también debo aceptar que tres novelas después, al momento de sentarme a escribir ficción ya me siento más novelista que periodista, mucho más que una extrapolación del periodista, escribir novela te va generando también un condicionamiento especifico, que tiene que ver con el hecho de contar historias de ficción, armar personajes salidos de la nada y darles cuerpo, sangre, corazón, movimiento; es un proceso que no se parece al periodismo y que cada vez me resulta más atractivo y en el que me siento cada vez más cómodo.
Esta tercera novela la siento mucho más literaria, con más profundidad, con más densidad los personajes, más compleja.
¿Siguen viendo los lectores de otras partes del mundo a México en tus novelas?
Yo diría que las primeras reacciones, sobre todo con Los corruptores, era como una percepción de que se trataba de una historia mexicana, pero luego han ido en aumento los escándalos de corrupción en España, en la propia América Latina, todo lo que ha pasado en Europa, que cada vez son más leídas como una radiografía del poder, de sus vicios y sus infamias, que ilustran con matices lo que sucede en muchos lados. Es decir, ya un lector en Estambul o en Roma las lee no como una historia exótica mexicana, sino más bien como una radiografía del poder como fenómeno casi universal, el desencanto con la clase política es planetario, los cuestionamientos a la deficiencia de la democracia son también casi unánimes, entonces yo creo que más bien están siendo leídas en esa magnitud.
¿Eso puede ser gracias a la inmediatez de los medios que nos hacen ciudadanos del mundo?
En parte eso, en parte el periodismo y aparte también gracias a que la narración de historias se ha globalizado, es decir, en Euriopa se ven películas donde la corrupción de la CIA con Washington, la industria militar y sus colusiones están a la orden del día, series como House of Cards, que se ven en todo el mundo, creo van globalizando esta noción de historias que son más bien internacionales y evidentemente también se alimentan por las noticias que vemos todos los días de un autogolpe de estado en Turquía, por decir algo, un Brexit que suena rarísismo, en fin, los escándalos que alimentan todos los días ya forman parte de la globalización narrativa.
¿Pesa el Premio Planeta al momento de escribir la siguiente novela?
No, creo que para nada. Todo lo contrario, me dio confianza, te da entrada a nuevos lectores. Me dio seguridad en el hecho de que hay madera para escritor y me confirmó que no había sido solamente una campanada afortunada, no lo he sentido como presión sino más bien como algo liberador, para entender que en mí hay un oficio de escritor, no sólo esa traspolación del periodista.
Más allá del dibujo social de México, la novela coral también tiene una historia de amor, pasión y personajes humanos…
Tal cual. Particularmente en esta tercera novela yo introduzco un personaje muy fuerte, muy atractivo, muy entrañable, que es una especie de Rafa Nadal mexicano, un tenista de la élite mundial, casi un Federer mexicano, que termina jugando con el presidente algunos domingos y para él también es su ídolo, en mi novela se llama Sergio Franco. Un tenista que termina siendo interlocutor del presidente sin buscarlo, sin desearlo, y escuchando intimidades, reflexiones, infamias, que me permiten a mí como recurso, que sea el lector el que las escucha, de tal modo que nos sacude por vez primera escuchar con los ojos y los oídos frescos de alguien que no ha estado involucrado con la política y que de repente se ve envuelto en esa información y en esas intimidades.
Son interesantes las reacciones que va a tener este personaje con esta responsabilidad al darse cuenta de las terribles infamias que están por cometerse y lo que él tiene que hacer o no, sintiéndose responsable, es una parte muy apasionante porque es casi como si el lector se metiera en la piel de él y dijera: qué haría yo frente a una situación así.
Como vicio de reportero le pregunto al periodista: ¿Cómo ve el camino de la elección del 2018?
De cara a la sucesión de 2018, yo diría que la tesis central de la novela es justamente mi preocupación por el hecho de que, como decía al principio, estamos encarándola casi sin referentes; con un presidencialismo muy débil y desacreditado, con un descrédito hacia la clase política enorme, con partidos políticos que se han vaciado de contenido ideológico y de banderas reales, que son simples cascarones, sin contrapesos, con un Congreso desprestigiado, con un tejido institucional que no ha estado a la altura, entonces sí es muy preocupante por un lado el desencanto de los ciudadanos, y por otro lado lo que eso genera a los poderes fácticos, tentaciones para participar en ese proceso no siempre de una manera ordenada, para decirlo de otra manera, me da la sensación que vamos al 2018 como ir a una partido de futbol donde sabemos que no va a haber árbitros ni abanderados, o por lo menos nadie los va a respetar.
Twitter: @uyohan