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CRÓNICA GOMEZPALATINA

Inolvidables festejos patrios de antaño, en Gómez Palacio, Dgo

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

México, a principios del siglo diecinueve, y después de 300 años de dominio de la corona española, vivía una etapa de terribles injusticias, pobreza y marginación extrema; de discriminación económica, política y cultural, que alentaba a muchísimos mexicanos a rebelarse contra el yugo infame que les imponía el gobierno del virrey de la Nueva España. Un ambiente de creciente inconformidad contra los verdugos del pueblo, propiciaba que se gestaran movimientos contrarios a esa perversa situación, reuniones subversivas en las cuales participaban de manera particular los "criollos" (personas de origen europeo, nacidas en México), al igual que muchos mestizos, que sufrían en carne propia las consecuencias de esa negativa forma de vida, que no les daba esperanzas de redención, ni siquiera posibilidades de superación. Es así, como surgieron personajes de elevada estatura patriótica y moral, como: don Miguel Hidalgo y Costilla; don Ignacio Allende; doña Josefa Ortiz de Domínguez; don Ignacio López Rayón; don Ignacio y don Juan Aldama, entre otros notables combatientes por la libertad que más tarde se fueron incorporando en posteriores etapas de la lucha, como don José María Morelos y Pavón; Vicente Guerrero; Francisco Javier Mina y Guadalupe Victoria, y un sinnúmero más que se sentían igualmente agraviados por las inhumanas condiciones de vida de sus hermanos de raza. Los conjurados, planeaban levantarse en armas contra el virreinato el 1° de octubre de 1810, pero fueron descubiertos a mediados del mes anterior, viéndose obligados a violentar su movimiento, por lo que en la madrugada del día 16 de septiembre, en la Iglesia de Dolores, el cura Hidalgo hizo repicar las campanas para llamar al pueblo a la rebelión, enarbolando posteriormente un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que tomó de la iglesia del pueblo de Atotonilco, convocando a los mexicanos a levantarse contra la dominación española, dando con ello, inicio a la mayor y más gloriosa jornada de nuestra nación. Allí comenzó un movimiento libertario, que entre triunfos y derrotas, momentos de gloria y de pesar, se logró consolidar después de 11 años de lucha feroz. Aquí, en Gómez Palacio, desde los ya muy lejanos años de nuestra niñez, recibimos las enseñanzas iniciales relativas a la consumación de la Independencia Nacional, en sencillas pero emotivas y prácticas lecciones, impartidas por aquellos ameritados maestros y maestras de los grados de educación primaria, que nos daban a conocer los motivos que alentaron esas heroicas gestas, y a los principales personajes que fueron protagonistas. Aprendimos de esos mentores, que nuestros compatriotas de esas épocas ofrendaron sus vidas, combatiendo desde posiciones sociales, políticas y militares diversas, para liberarnos del yugo impuesto por los conquistadores ibéricos. De tal llaneza, pero igualmente ilustrativas, eran esas clases, que daban margen hasta a la anécdota permanente y graciosa que ha quedado grabada en nuestra memoria, recordando que en el glorioso Instituto "18 de Marzo", siendo estudiantes de cuarto año de primaria, nos preguntaba la maestra en esa ocasión ¿Cómo iban armadas las gentes que apoyaban al cura Hidalgo?, y nos apresurábamos a responder: con fusiles, otros decían, con lanzas, uno más, que con cuchillos, Villarreal dijo, que con cachimbas, (una especie de linterna muy rústica). La maestra hizo como que no lo escuchaba y siguió con su cuestionamiento inicial. Los niños le contestábamos: con machetes, con azadas, con palos, con ondas, y Villarreal dijo que con cachimbas. De nuevo, la maestra ignoró la respuesta y continuó diciendo, con que otras armas y los alumnos respondían: con espadas, con arcos y flechas, con tranchetes, y Villarreal insistía con más fervor ¡con cachimbas, maestra! La educadora por fin le contestó, muy bien Jesús, ¡Cachimba serás! y por el resto de su estancia en nuestra escuela, Villarreal fue "El Cachimba". Recuerdo, como si fuera en un sueño, su infantil figura y hasta su domicilio por la calle Patoni. Lo que nunca olvidaré será su apodo. Para quienes vivimos aquellos tiempos, la llegada de las Fiestas Patrias, era realmente un motivo de regocijo y alegría muy grandes; el ambiente patriótico se podía palpar en las pláticas de todas las personas. El tema de la Independencia Nacional, alentaba un orgullo muy enaltecido; los establecimientos comerciales adornaban sus aparadores con listones tricolores y ofrecían sus "ofertas de Independencia". En nuestras casas, se hacían los preparativos para la ocasión. Si había posibilidades, de seguro estrenaríamos algunas prendas de vestir y calzado, mientras que en los corrales se engordaban las gallinas, que llenarían las inmensas cazuelas de barro para el rico mole, que se acompañaría con aguas de frutas. En los patios de nuestra escuela se ensayaban los bailables regionales y los cantos a la Patria, que también se repetían en todas las demás instituciones educativas. La trompeta del maestro de música Quico Sáenz; el melodioso violín de don Pompeyo Álvarez; don Julián Méndez y don Juanito Martínez con sus instrumentos, preparaban los alegres coritos infantiles. Ahora, a la distancia, esas vivencias forman un inventario de gratos recuerdos del corazón. Y qué decir de los festejos en las comunidades rurales. Las celebraciones escolares y las verbenas, llenaban los corazones de alegría y patriotismo, tal vez, porque habían sentido muy de cerca las huelgas agrícolas y el reparto de tierras que en 1936, apoyó el "Tata" Lázaro Cárdenas del Río. En las presidencias municipales, los preparativos para la celebración de las fiestas patrias se hallaban en todo su apogeo: los festivos adornos colocados en los postes de energía eléctrica, las cazuelejas (latas de sardinas conteniendo aceite) en las bardas frontales, estaban listas para ser encendidas. La Kermesse popular funcionaba desde temprana hora para agasajar a la concurrencia. Llegaba entonces el momento solemne y después de ser leídas las proclamas de las autoridades y de darse el Grito de Independencia, se encendían nutridos fuegos artificiales, para que finalmente apareciera en la azotea del edificio público, una endeble estructura de madera y carrizo con la efigie iluminada del Padre de la Patria y de alguno de los próceres de la gesta heroica. Acto seguido, autoridades y ciudadanos se incorporaban a las fiestas populares, mientras los padres de familia permanecían algunos momentos y se regresaban a sus hogares para preparar la jornada del día siguiente, en que los chicos participarían en el tradicional desfile, que saliendo del Parque Morelos, tomaba la avenida Victoria y doblaba a la izquierda en la avenida Independencia, lugar donde a media cuadra se encontraba la Presidencia Municipal. En el balcón, el festejo lo presidían las autoridades municipales, terminando el desfile frente a la Plaza de Armas, mismo sitio, donde tarde y noche, había rumbosas y tradicionales fiestas. A continuación, citamos por su relación con el tema que se trata, hechos relativos a esos solemnes momentos que se vivieron en el mes de los festejos de Independencia. Gómez Palacio fue protagonista en septiembre de 1864, de la estancia de la República Itinerante encabezada por don Benito Pablo Juárez García, en la antigua hacienda de Santa Rosa de Lima, transitando en su peregrinar lleno de sufrimientos y heroísmos que duraría cuatro años, por senderos de nuestra República enfrentando a las fuerzas invasoras francesas. En esa hacienda, antecedente de nuestra hoy ciudad y municipio, hubo una serie de acontecimientos históricos que le dieron honor y gloria, ya que del 4 al 7 de septiembre de 1864, Santa Rosa fue sede de los Supremos Poderes de la Nación, de los que venía investido el Benemérito de las Américas. Por estrategia militar, debido a que el enemigo se encontraba muy cerca, se ordenó el retiro de las tropas republicanas rumbo al norte, para ubicarse en el poblado de Mapimí, Dgo., donde permaneció unos días, para proseguir su camino con dirección a las haciendas de la Goma y de la Santísima Trinidad de la Labor de España (hoy La Loma), del actual municipio de Lerdo. La madrugada del 15 de septiembre, el presidente Juárez y su comitiva salen de La Loma, arribando al atardecer a la hacienda de San Juan de la Noria Pedriceña, que era propiedad de la familia Pedriza. Al ocupar ese sitio, el presidente Juárez y sus ministros se instalaron en la casona y sus soldados del Batallón de Guanajuato, en el interior de la capilla dedicada a la virgen del Refugio, retirándose todos a descansar de las fatigas de la jornada. Más tarde, movimientos inusitados rompieron el silencio de la noche. El señor Juárez, alarmado por el vocerío, llamó con urgencia a su colaborador don Guillermo Prieto preguntándole que era lo que pasaba y que a que se debía tanto escándalo "Investiga y ven a informarme", le dijo. Temiendo lo peor, Prieto se encaró a los hombres y mujeres que vociferaban preguntándoles: -¿Qué pasa muchachos, que buscan?- , y ellos le contestan: - Que esta noche es la del grito ¿Qué nada le dice su corazón?-. Prieto les dice: ¡Tienen razón! Y a grandes zancadas regresa a la casa grande dando cuenta a Juárez de lo sucedido, e indicándole que los habitantes del lugar, más otros llegados del cercano pueblo de Pasaje, Dgo., además de los soldados de su guardia, requieren su presencia para vitorear a los héroes de la Independencia Nacional. Juárez, ordenó a sus ministros que lo acompañaran en ese grandioso momento, y habló evocando a los próceres de la insurgencia y les señaló las dramáticas horas que vivía la República exhortándolos a luchar por su patria y a defenderla de los invasores franceses. Sus ministros Manuel Ruiz y Guillermo Prieto con sus notables dotes de oratoria, hicieron vibrar de patriotismo a los presentes en esa solemnísima y sentida ceremonia. Ésta ha sido la única ocasión en que un Presidente de México, da el Grito de Independencia en una población de nuestro estado de Durango, y que mejor que fuera en momentos de grave infortunio.

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Bibliografía: Enciclopedia de México/Secretaría de Educación Pública y Episodios Nacionales Mexicanos. Autor.- Victoriano Salado A., Fondo de Cultura Económica, 1984.

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