“Clerofobia” en el Casino de La Laguna
Desde hace mucho en diversas sociedades algunos poetas han parecido seres incómodos a los beneficiarios del poder. Es célebre la aversión que Platón muestra contra ellos en su obra La república. Como filósofo que goza privilegios del poder, Platón ve en los poetas posibles rivales. Les niega la entrada a su república.
Siglos después, en la alborada del Renacimiento, Dante aparecerá como uno de los más incómodos poetas de la península italiana por su certera y punzante crítica que ilumina su Divina comedia, ilumina su entorno social e iluminará los siglos futuros para que se instale en ellos la modernidad.
La crítica de Dante tiene como objetivo a uno de los que hicieron brotar en esta comarca la palabra “clerofobia” que aparece en este texto. Sobre todo la alta clerecía, alta y corrupta, recibe los artísticos y críticos venablos que son los versos de la Divina comedia.
Dante desliza “clerofobia” a lo largo de muchos de los versos de la tersa rima en que compuso su gran poema y “clerofobia” similar será tema para muchas narraciones con que Giovanni Boccaccio llama la atención sobre los religiosos en El decamerón.
Vayamos con un alto ejemplo de la crítica de Dante que incomodaría, y quizá siga incomodando y debería incomodar a los militantes del catolicismo. En el canto XIX del infierno en la Divina comedia fustiga a los papas Nicolás III, Bonifacio VIII y Clemente V al criticar su simonía. También en otros cantos se puede leer su crítica clerofóbica.
Siguiendo el ejemplo de Dante, Petrarca un poco después (1346-1347), escribe en su Cancionero tres poemas conocidos como “babilónicos” que, “al igual que las églogas sexta y séptima, denuncian de un modo viril y apasionado la corrupción de la corte papal”. Apunta alto su clerofobia.
En el soneto 136 podemos leer versos que Petrarca le dedica a la Iglesia: “Lumbre de cielo en tus hetairas llueva / malvada que a la gente empobreciste / y de comer bellota y pez viniste / a rica. ¡Tu robar tanto te prueba! // Guarida de traición, inmunda cueva / que a los vientos mil daños esparciste / esclava de comida y vino fuiste / la lujuria en ti siempre se renueva.” Como que Petrarca no tenía buena impresión de la iglesia.
Pero vayamos ya a la “clerofobia” que se manifestó en el Casino de La Laguna el 15 de julio de 1949. El poeta español radicado en México, León Felipe, daría una “conferencia poemática [sic, con mayúsculas en el original] anunciada ‘España y el viento’.”
Quién sabe qué habrá pasado, pero lo que pasó habrá sido digno de ser reseñado por un verdadero cronista como Jaime Muñoz. Lo cierto es que el Consejo de Administración del Casino redactó un texto que apareció el día 17 en la página 5 de El Siglo de Torreón como inserción pagada.
En el “remitido” (así se les decía a las inserciones pagadas), los administradores del Casino de La Laguna lamentan que “el conferencista, ocultando sus verdaderas intenciones, se dedicara en el curso de su peroración a lanzar desahogos políticos y a revelar su aguda clerofobia, refiriéndose en forma insultante, no sólo a una personalidad de altas virtudes, reconocidas por creyentes y por incrédulos, tanto en nuestra patria como en el extranjero, como es la del respetable primado de la Iglesia Católica [las mayúsculas son de ellos] de México, Monseñor Martínez, sino vertiendo denuestos contra los altos jerarcas de la misma Iglesia, que merecen también el respeto de todo el mundo”.
Como se ve, el poeta León Felipe le resultó a los laguneros un poeta incómodo. Tal vez él le sabría algo al monseñor Martínez y a “los altos jerarcas de la misma Iglesia”; y lo mencionó, como lo hicieron Dante, Boccaccio y Petrarca y al no callarlo se ganó un “remitido” que lo expuso precisamente como poeta clerofóbico, un poeta incómodo.
