Siglo Nuevo

Las voces de las mujeres extrañas

Constitución de lo terrible

Foto: Esther M. García

Foto: Esther M. García

Aleida Belem Salazar

La joven poeta Esther M. García escribe sobre las mujeres que carecen de voz para contar sus propias historias, mujeres vulnerables que conocen lo oscuro de la vida, mujeres olvidadas que sufrieron de violencia.

Desde hace ocho años que se convoca al Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal y ninguna mujer lo había ganado, hasta que el año pasado le fue otorgado a Esther M. García, precisamente por un libro dedicado a las mujeres: Bitacora de mujeres extrañas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2014), y también precisamente en un año que el periódico inglés The Guardian denominó como el año de leer a escritoras (#ReadWomen) y que, por otra parte, no fue el mejor para las mujeres en muchos otros países.

En México, durante los último años, los feminicidios se han elevado hasta alcanzar cifras terribles y escalofriantes que la mayoría ignora. Esther conoce de cerca la violencia, nació en Ciudad Juárez, Chihuahua en 1987, pero Saltillo la adoptó y desde hace 20 años pertenece a Coahuila. Es poeta y narradora, ha publicado La Doncella Negra (La Regia Cartonera, 2010), Sicarii (El Quirófano Ediciones, 2013, en Ecuador; IMCS, 2014) y el libro de cuentos Las tijeras de Átropos (Universidad Autónoma de Coahuila, 2011). Ha sido también incluida en antologías tanto dentro como fuera de México y traducida al inglés y francés. Recientemente publicó la antología personal La piel del animal acorralado (SEC, 2014). En 2012 ganó el Premio Estatal de Cuento Zócalo y el Premio Municipal de la Juventud.

LA INFANCIA COMO MOTIVO

De niña, Esther M. García, fue bastante enfermiza y faltaba por largos períodos a la escuela, de modo que tuvo su primer acercamiento con la literatura en esa etapa. Mientras pasaba ratos en cama, su padre le llevaba libros de biología, anatomía, relatos, poesía o novelas, en vez de juguetes o muñecas; los devoraba rápido y al mismo tiempo cuestionaba mucho; como su padre no sabía responderle, le regalaba más libros. A los ocho años de edad escribía imitando cuentos de Oscar Wilde, Poe o Borges y la poesía de Vallejo. Siempre se cuestionó todo y deseaba nombrar lo indecible porque en su casa, en la escuela o en la vida en general, estaba prohibido, lo que la llevó a escribir, para hacerse más preguntas y para encontrar respuestas.

Escribe tanto poesía como narrativa y dice acerca de estos géneros: “Los dos son muy hermosos. Tienen su dificultad y belleza. Es como la cueva del conejo, entre más caes al fondo, más cosas bellas encuentras en ambos”.

LA PIEL DEL ANIMAL ACORRALADO

La poesía de Esther M. García está llena de preguntas, del dolor cotidiano, del conflicto con la madre o el padre, de la oscuridad que cada ser humano guarda en algún lugar de su cuerpo, de una visceralidad que desgarra. Dime mami / ¿dónde ha quedado / la palabra materna que lamerá con ternura / las heridas? / Mi madre es un pozo seco / y nuestras bocas han muerto de sed.

La poesía siempre será una manera de entender o ser parte del otro, por eso es posible sentir cercanía a través del lenguaje, a través de aquello que no se pronuncia sino que está ahí, escrito, inmóvil, latiendo.

A Esther, la poesía le ha permitido ser parte de alguien: el lector. Su padre y la literatura le enseñaron que todo está enlazado, lo que pueda sentir en torno a un objeto determinado, lugar o persona, lo debe sentir otro a quien le es imposible nombrarlo, sostenerlo o ser parte de ello: “Por eso hablo de todo aquello que duele, de todo aquello que nos deja con la piel desollada al aire pero que no podemos comprender, sino hasta verlo reflejado en otro y vernos en ese reflejo”.

EL NACIMIENTO DE LAS MUJERES EXTRAÑAS

Esther M. García comenzó a escribir Bitácora de mujeres extrañas cuando se encontraba en el séptimo mes de embarazo de su segunda hija, después de que se hubiera quedado sin trabajo, sin casa y separada de su esposo, refugiarse en la poesía se convirtió en una especie de tratamiento para ella. En lugar de medicarse, porque la terapia tampoco le había funcionado, escribía todas las noches al menos un poema: “Platiqué con amigas y conocidas sobre lo difícil y duro que es ser una mujer embarazada, sola, deprimida. Todos pintan la maternidad como lo más hermoso que te puede pasar, muchas pensamos que no es así. Dentro de la belleza nace el horror, su variante más oscura”. A partir de esto, el libro empezó a nacer. Al resto de las mujeres que integran su bitácora las imaginó, las estudió, trabajó con ellas, a otras las conoció por azar en un autobús o varios bares, algunas de ellas, incluso, ya se han suicidado. El espíritu de estas mujeres la acompañaron durante un mes y medio, que fue el tiempo en que escribió el libro.

Ganar un premio que anteriormente sólo había sido otorgado a hombres fue un enorme logro para Esther M. García y para las voces que componen su obra; gracias a la difusión, su trabajo literario se expandió a países como España, Canadá, Francia o Marruecos. Para ella es necesario que los lectores sigan teniendo presente que la violencia contra las mujeres aún existe, que no puede sólo centrarse en ciertas partes del país, por poner ejemplos, en una Ciudad Juárez o en un Ecatepec.

Actualmente el país vive tiempos violentos y es inevitable que la literatura esté influenciada por esa circunstancia; es un síntoma de que algo está fallando y no podemos ignorarlo.

Esther no trata de moralizar el tema de la violencia de género sino de hacer sentir a otras mujeres que no están solas, que hay quien comprenda sus vivencias y que hay más mujeres en condiciones parecidas; es un grito en medio de un desierto sórdido, de un machismo que impera y sigue carcomiendo a la sociedad. Un machismo, incluso, aún marcado en la literatura, en la desigualdad de las editoriales que siguen publicando a más hombres que a mujeres. Un ejemplo claro es que en 2014, en los Premios Nacionales de Literatura de Tierra Adentro, se galardonó a seis hombres, mientras que en poesía se premió únicamente a dos mujeres, una de ellas Esther M. García, sin embargo, tiempo después, la segunda mujer a quien se le había otorgado el premio, fue declarado desierto. Aún así, Esther considera que en la literatura actual existen autoras revolucionando la escritura femenina en México, como Cristina Rivera Garza, Orfa Alarcón, Tedi López Mills, Minerva Reynosa o Diana Garza Islas.

BREVARIO DE MUJERES

Bitácora de mujeres extrañas es una colección de breves historias de mujeres olvidadas, que quizá también hemos conocido o que alguna vez fuimos. Historias de todas las mujeres que han sido maltratadas física o emocionalmente o que han sufrido depresión. Un libro que trasgrede el cuerpo dejándolo expuesto y vulnerable. La tristeza es un animal muy grande que se asoma en los ojos. Al recorrer estas bitácoras nos topamos con una diversidad de voces que van desde la mujer que trabaja en una maquila, que ha perdido a un hijo, que ha nacido en el cuerpo equivocado, que ha dedicado su vida a cuidar a su madre o que ama a otra mujer. Corto su cuello y abro su pecho azul / para comerme y por fin tener / el corazón / que según ellos / no poseo.

El libro está dividido en cuatro partes, y en la segunda encontramos la voz que Esther ha nombrado “La embarazada solitaria”, una voz que siente el abandono de un cuerpo incubando a otro; la de un espíritu fragmentado que gesta una nueva vida pero también destruye la suya. Día a día / muchachas con el vientre abultado y / la soledad prendida al pecho / caminan por el ocaso de la ciudad en ruinas.

Uno de los poemas más potentes que contiene el libro es La muerte del ave negra, donde la voz está sumida en el conflicto de hija-padre-madre, que se extirpa el ave del pecho para matar a aquel ser que lo devora, regocijándose en la enfermedad que el ser luego poseerá y, de igual forma, también lo matará. Mi madre era una corteza muerta que mi padre picoteaba salvajemente y yo gritaba y blasfemaba al cielo como un lobo aullándole a la ventisca Graznaba mi padre y el mundo enmudecía. […] Y en ese estallido eufórico reventaba fuegos artificiales en mis cabellos mientras mi mamá muerte mi muerte madre estaba tirada golpeada azotada abofeteada crucificada en el suelo y sus raíces se esparcían por toda la tierra […] Mi padre perdió el lado izquierdo de la materia gris / cuando un coagulo viajó / entre ríos de sangre roja / hasta su cerebro. Esther M. García ha dedicado este libro a todas esas mujeres que saben del dolor del fracaso.

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