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Una historia de bikinis

‘Tan explosivo como la bomba’

Una historia de bikinis

Una historia de bikinis

María Fernanda Torres

Actualmente se ven de manera normal en las playas del mundo, pero utilizar tan poca ropa es asunto nuevo, al menos en la era contemporánea.

La historia de la invención del bikini podría parecer banal, pero la realidad es que termina siendo altamente interesante debido al cambio de valores en los seres humanos. Hace apenas 68 años, utilizar esta prenda tan «atrevida» era un delito, que se castiga con una “multa por haber violado la ley de exposición indecente” en muchos países.

Antes del siglo XX, la humanidad llegó a su límite respecto al tema de la expresión del pudor y recato. En varias culturas, la vestimenta del momento cubría el cuerpo casi en su totalidad, muy a pesar de la practicidad relacionada con el clima y las actividades habituales.

Sin embargo, esta situación no fue siempre así. Analizando en perspectiva la historia de la humanidad, esta etapa constituye un momento diminuto. Durante la mayor parte de la historia, el ser humano eligió su indumentaria, basándose en sus necesidades. Hace tres mil 400 años no era mal visto utilizar el equivalente al bikini que hoy conocemos: pocos centímetros cuadrados de tela, repartidos en dos prendas.

Un ejemplo puede apreciarse con las mujeres egipcias, quienes lo encontraban perfectamente cómodo para su tipo de clima y para hacer deporte. Asimismo, mosaicos de la Villa Romana del Casale en Sicilia, muestran que las mujeres romanas del siglo IV seguían utilizando este tipo de outfit tan cómodo con total normalidad. Durante la Edad Media, estas prendas comenzaron a utilizarse más bien como ropa interior, quedando escondidas poco a poco en el fondo de la cebolla.

Los significados de las creencias humanas son interesantes, porque lo que pareciera lógico en un momento determinado, resulta el mayor sinsentido en otro. Por ejemplo, sabemos que Miguel Ángel Buonarroti nunca se quitó sus botas (dicen que se le incrustaron a la piel) y que Luis XIV se bañó dos veces en su vida. Definitivamente, en el mundo donde “El Rey Sol” vive en tal condición, no existe cabida para la libertad y frescura del bikini: el mundo de hoy no soportaría a ninguno de los dos.

TENÍAN QUE HABER SIDO FRANCESES

La indumentaria es parte de la cultura, y la cultura se construye a base de símbolos y sus significados. Las enormes cantidades de tela de la época de María Antonieta fueron disminuyendo poco a poco, al igual que la desigualdad absoluta por la que se peleó en la Revolución Francesa.

No obstante, fue hasta casi la mitad del siglo XX cuando un par de franceses llegaron al extremo opuesto donde alguna vez estuvo su patrie, y propusieron otra revolución extrema por la liberté: un traje de baño con el que el 95 por ciento del cuerpo pudiera disfrutar de las delicias del sol.

Y realmente fue una verdadera revolución. Era el inicio del verano de 1946 en la costa de Cannes, el primer verano después de la Segunda Guerra Mundial. Jacques Heim, un popular diseñador de modas en la Riviera Francesa, estaba presentando su colección de la temporada. En ella, había incluido un revelador traje de baño de dos piezas al que denominó Atome (Átomo), “el traje de baño más chiquito del mundo”.

Para hacerle publicidad, contrató a un skywriter (piloto que hace figuras en el cielo) para escribir aquella frase en los cielos costeros (así se hacía la publicidad reveladora de aquel entonces; este es uno de los detalles que hacen absolutamente genial la historia). El mundo estaba impactado-aterrorizado con su creación.

Desde los años cuarenta, los trajes de baño comenzaron a ser cada vez más permisivos: las nadadoras ya podían utilizarlos sin mangas sin ser multadas, y ya era posible ir a la playa y lograr tomar un baño de sol más general. Para los tiempos del “Átomo”, los trajes de baño de dos piezas ya se comercializaban, aunque siempre envolviendo la cintura y cubriendo el ombligo, nunca antes tan reveladores como lo era el de Heim.

Tres semanas después de esta presentación, Louis Réard, ingeniero mecánico creador de automóviles, afamado diseñador de modas también de la Riviera Francesa y el gran rival de Jacques Heim, arrojó al mundo otro «bombazo»: el Bikini, “más chiquito que el traje de baño más chiquito del mundo”.

El 5 de julio de 1946, esta frase apareció en los cielos de París donde fue presentado (Réard también invirtió en publicidad aérea), sin embargo, no fue precisamente esta genial activación la que logró que hoy le digamos «bikini» al bikini en vez de «átomo».

La razón de que esta palabra quedara inmortalizada es porque escogieron el nombre indicado en el momento indicado. “El Atolón de Bikini” es un conjunto de islas en medio del Pacífico, donde el gobierno norteamericano realizó pruebas de explosiones atómicas; la primer bomba fue lanzada al fondo de Bikini (hogar de Bob Esponja) el 1 de julio de ese mismo año, exactamente cinco días antes del lanzamiento de la prenda de Louis Réard.

Micheline Bernardini, una bailarina exótica, fue quien modeló el diseño de Réard (la única mujer que se atrevió a hacerlo), y fue también ella quien bautizó la prenda: “¿por qué no ponerle «bikini»? Su lanzamiento será tan explosivo como la bomba”.

Bernardini fue reconocida con esto como la primer bombshell (mujer granada), término que se convirtió en sinónimo de sex symbol. Llegó a recibir unas cincuenta mil cartas de admiradores por su atrevimiento. En las fotos de aquel día, aparece con una cajetilla de cerillos en la mano, argumentando que el Bikini (de treinta pulgadas cuadradas de tela) era tan chiquito que cabía dentro de ella.

EL MUNDO SE TARDÓ EN ACEPARLO

Aunque en Francia se vendió bien, el mundo se tardó casi quince años en aceptar el bikini. A finales de la década de los cincuenta, los bikinis todavía eran un espectáculo muy poco común en las playas internacionales.

Los trajes de baño de Réard fueron prohibidos en muchos estados de la Unión Americana y en varios países como Italia y Bélgica. Dentro de la industria del traje de baño estadounidense, el bikini fue recibido con desprecio: sus detractores alegaban que la prenda no dejaba nada a la imaginación. Incluso el Vaticano lo censuró.

El cine y la música fueron factores básicos para que las mujeres empezaran a atreverse a llevar un bikini. El impacto de Brigitte Bardot llevando un espectacular bikini en la película francesa Le Trou Normand, es uno de los primeros ejemplos. Por supuesto, Marilyn Monroe y algunas otras actrices de Hollywood, fueron una importante fuente de inspiración.

En 1960, el cantante Brian Hyland hizo que todo el mundo trajera un bikini en la cabeza con su pegadiza canción Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polka Dot Bikini. Era una inocente canción que hablaba de una tímida niña que se pone un bikini por primera vez: por fin se pone el bikini, pero le da pena salir a la playa; por fin está en la playa, pero le da pena desenvolverse de su toalla blanca; por fin está en el mar, pero le da pena ahora regresar a la arena. Las ventas del bikini se dispararon en Estados Unidos.

Las chicas Bond fueron el siguiente gran impulso. Ursula Andress (la primer chica Bond), quien interpretó el papel de Honey Ryder, quedó inmortalizada en las mentes del mundo con el icónico bikini blanco que llevaba.

A mediados de los sesenta, los bikinis ya eran considerados muy normales. El momento en Estados Unidos era de libertad absoluta, y por supuesto podían con el tema de esta prenda. En la actualidad, utilizar bikini en la playa o en la alberca es perfectamente común, aunque como todo lo que sube tiene que bajar, y todo lo que se va en el mundo de la moda algún día regresa, los primeros estilos y versiones de bikini están de regreso en las revistas de moda.

Resulta interesante ver a una celebridad tan joven como Taylor Swift, enfundada en un traje de baño vintage, de los que cubrían el ombligo anteriores a las versiones de Heim y Réard.

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