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Magos Herrera

Los frutos del talento y la autoexigencia

Magos Herrera

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Jessica Ayala

En la incipiente industria jazzística de México brilla el nombre de Magos Herrera, intérprete y compositora mexicana que, con materiales discográficos como Distancia y México Azul ha logrado posicionarse como una de las artistas contemporáneas más importantes de este género en Latinoamérica.

Conquistar Nueva York es un sueño que muy pocos intérpretes de jazz pueden permitirse, y muchos menos pueden ver realizado, pero la aventura que supone la decisión de ir a intentarlo es estimulante y reserva los nobles frutos que resultan de competir con los mejores del mundo, sólo para los más osados. A esta categoría de aventureros pertenece Magos Herrera, cantante y compositora mexicana que tras alcanzar un considerable éxito dentro del país, se trasladó hasta la Gran Manzana para seguir desarrollando sus ambiciones artísticas, marcando con ello el inicio de un proceso de internacionalización que la ha colocado como una de las voces más destacadas en la escena del jazz latinoamericano.

LOS CAMINOS DEL ARTE

Magos Herrera nació en la Ciudad de México en la década de los setenta; es hija de una pareja conformada por un arquitecto y una terapeuta con una notable sensibilidad hacia el arte, misma que favoreció el establecimiento de un vínculo especial con ese mundo desde muy pequeña. La primera disciplina que le atrajo fue la danza. Estudió flamenco durante algunos años y deseaba ser bailarina, así que aprovechaba cualquier oportunidad para bailar en los festivales escolares, en los que a veces también cantaba.

Cuando tenía quince años, su madre decidió estudiar una maestría en Amberes, Bélgica, así que se trasladaron juntas hasta ese lugar. Su estancia en el viejo continente fue lo que le permitió asumirse como un ser independiente, ya que el tiempo que su mamá estuvo ocupada, ella lo dedicó a recorrer Europa, visitando museos y enriqueciéndose con diversas experiencias musicales. Tras dos años regresó a México, y concluyó sus estudios de secundaria y comenzó la preparatoria, que después interrumpió para irse a Italia a estudiar diseño y pintura, y convencerse, un año después, de que no quería dedicarse a ninguna de esas dos cosas.

La suya era una búsqueda constante de una pasión a la cual abrazar durante el resto de su vida, pero siempre dentro de los límites del arte y la creatividad. Regresó a México, terminó la preparatoria y volvió a Italia. Se estableció en Florencia, donde, guitarra en mano, se ganaba la vida interpretando boleros y canciones de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Violeta Parra, en modestos bares y restaurantes. Así fue como, andando casi a tientas, Magos llegaría a encontrar lo que andaba buscando.

El evento es reconstruido por Wilbert Torre, autor del libro Todo por una Manzana (Jus, 2010), donde reúne la experiencia de ocho artistas mexicanos en Nueva York: “Un domingo recorría una placita donde tenía lugar un festival de música y descubrió a una mujer que cantaba acompañada por una banda de jazz. Recuerda que improvisaba y lo hacía con destreza. ‘Me quedé muda. Durante algunos minutos no pude dejar de escucharla’. Para Magos Herrera fue una epifanía. Cuando la mujer terminó de cantar, pensó: “esto es lo que he buscado tanto tiempo. Es lo que necesito hacer”.

LA CARRERA CONTRA LA AUTOCRÍTICA

Tenía dieciocho años cuando, pese a la oposición de su padre, decidió abandonar el país y estudiar música en The Musicians Institute de Los Ángeles, de donde se graduó en 1988. Continuó su formación bajo la enseñanza del cantante de ópera Konstantin Jadan en el New England Conservatory de Bostón, y luego regresó a México. Era la década de los noventa y Magos estaba dispuesta a cantar en cuanto lugar fuera posible, una meta no tan sencilla, tomando en cuenta la incipiente tradición jazzística del país.

La Ciudad de México contaba con apenas un puñado de «jazzeros» y muy pocos espacios dedicados exclusivamente al género -el ya extinto y todavía añorado Arcano, de División del Norte, era uno de ellos-, pero Magos consiguió presentarse en casi todos, y poco a poco logró hacerse de un buen número de seguidores. En 1998, tuvo la oportunidad de grabar su primer disco, Cajuina, el primero de los cinco que lanzaría en el país.

Orquídeas Susurrantes, País Maravilla, Todo Puede Inspirar y Soliluna (que grabó junto a otra grande del jazz nacional, Iraida Noriega) completan esta lista. El tesón que puso en abrirse paso en la escena nacional la llevó en cierto momento a conducir un par de programas televisivos en los que promovía el género y a los artistas que, al igual que ella, no tenían cabida en los medios convencionales.

Su esfuerzo produjo buenos resultados, su carrera fue creciendo hasta el punto de llegar a presentarse ante un repleto Teatro de la Ciudad de México, así como viajar a China, Nueva York y Brasil. Pero como siempre sucede a aquellos que se imponen como norma el rigor de la autocrítica, Magos comenzó a experimentar una gran inconformidad. Había continuado con su formación y su éxito había llegado más lejos de lo que se había imaginado, pero aun así sintió la necesidad de transgredir sus límites para ver hasta dónde podía llegar.

DEVORAR LA MANZANA

Para poner fin a estas dudas, en 2008 Magos Herrera se muda a Nueva York. La Gran Manzana no resulta tan dulce al principio, pero la determinación y honestidad con que Herrera aborda su trabajo le han permitido ir alcanzando logros insospechados. De esta etapa, destaca su participación en el álbum Stones World: The Rolling Stones Project, Vol. 2 (2008), del saxofonista Tim Ries; el lanzamiento de su disco Distancia (2009), que le acarrea su primera nominación a los premios Grammy, en la categoría de Mejor Álbum de Jazz Vocal; el nacimiento de México Azul (2011), un tributo a los compositores mexicanos de la época dorada; la recopilación de sus éxitos en el álbum Lo mejor de Magos Herrera (2012).

Además de Tim Ries, en Nueva York, Herrera ha tenido la oportunidad de trabajar al lado de importantes músicos internacionales, como Aaron Goldberg, Lionel Loueke, John Patitucci y Javier Limón, con quien grabó Down, el pasado 2013, y cuyo lanzamiento está contemplado para el mes de abril de 2014.

MAGOS: VOZ Y DISCURSO ÚNICOS

La precisión vocal de Magos Herrera es motivo de admiración para cualquiera . Su estilo es el producto de una mezcla de influencias de ritmos brasileños, norteamericanos y africanos que, abordados desde el lenguaje del jazz, adquieren un alto grado de refinamiento y sofisticación. Sus interpretaciones en español, inglés y portugués crean una atmósfera romántica y muy íntima que seduce al público y lo lleva a vivir una experiencia única en sus conciertos.

Aunque en el trabajo de Herrera persisten influencias de grandes músicos como Chico Buarque, Milton Nascimento, Caetano Veloso, Herbie Hancock, entre otros. Ella se ha preocupado por desarrollar una voz y discurso propios, para lo cual se rodea de gente que la ayuda a decir lo que quiere.

Gracias a su incansable labor, Magos Herrera se ha ganado el título de embajadora del jazz mexicano para el mundo, mientras que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la eligió por su trayectoria como pionera en el género, luchadora social y una personalidad comprometida con la causa de “No violencia contra las mujeres”, que transmite por toda América y Europa, aspectos que a su vez la llevaron a ser considerada por una revista norteamericana como una de las diez mujeres más importantes de 2011.

Twitter: @gsi_k

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