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La última odisea de Francisco Villa en Gómez Palacio

CRÓNICA GOMEZPALATINA

Desde los años 50´s, muchas voces demandaban que el Cerro de la Pila, de Gómez Palacio, se convirtiera en un monumento nacional para poder preservar la memoria de quienes ofrendaron su vida para demoler la dictadura de Porfirio Díaz. Fueran Veteranos de la Revolución, organizaciones civiles o grupos del pueblo, todos coincidían en la necesidad de mantener vivo el recuerdo de aquellos aciagos días en que las fuerzas federales al servicio del dictador y luego del dipsómano de Victoriano Huerta, se enfrentaron a las fuerzas constitucionalistas de la División del Norte, comandadas por el general Francisco Villa, teniendo como escenario esa franja de un kilómetro de largo, con una inclinación de 30 grados que se había convertido en una trinchera formidable para los defensores de la usurpación que ocupaban todas las plazas de La Laguna.

Con el tiempo, empezó a crecer la idea de que además de convertir al cerro en monumento nacional, debía homenajearse al estratega que hizo posible el triunfo revolucionario, el general Francisco Villa. En 1978, la ameritada pluma del profesor José Santos Valdés, expresaba toda la argumentación necesaria para justificar el nombre de Monumento Nacional que debía imponerse a ese sitio histórico, a lo que se sumaron infinidad de opiniones de apoyo a la iniciativa del profesor. Sin embargo, la propuesta tuvo una variante, pues las voces se dividieron, y hubo quienes se inclinaban por realizar una estatua ecuestre para honrar primeramente al general Villa, artífice del triunfo constitucionalista.

El 10 de febrero de 1978, haciendo eco del clamor expresado por tantos años, el Dr. Héctor Mayagoitia Domínguez, gobernador del Estado de Durango, para beneplácito de los gomezpalatinos y laguneros, informó que en una reunión sostenida con el Presidente de la República, Lic. José López Portillo, se acababa de aprobar la elaboración de una estatua ecuestre de Francisco Villa en el Cerro de la Pila, para lo cual el Gobierno federal aportaría un millón de pesos, y el resto sería absorbido por el Gobierno del Estado y algunos particulares. Esta obra se realizaría en el marco de la conmemoración del Centenario del Nacimiento del Centauro del Norte, por lo que se emitió un Decreto para denominar "1978 año del General Francisco Villa", incluyendo la emisión de un billete de lotería, conmemorando tan significativa fecha, y otro para emitir un timbre postal con la efigie de Villa. En Durango también se promulgó el 29 de diciembre de 1977, el Decreto que declara el año 1978 "Año del General Francisco Villa en el Estado Libre y Soberano de Durango".

Para elaborar la estatua del general Villa montando a "Siete Leguas", se encargó la obra al eminente escultor duranguense, maestro Francisco Montoya de la Cruz, reconocido personaje de las artes nacionales y para iniciar los trabajos, que fueron realizados en la ciudad de Durango, la empresa Ferrocarriles Nacionales de México aportó cinco toneladas de bronce, lo que da una idea del trabajo monumental que se pretendía hacer.

Para 1979, la población esperaba con interés la terminación de la estatua ecuestre, y ya antes, se había decidido el lugar en que sería colocada, en la plazoleta donde hasta hace algunos días se encontraba el busto de don Francisco Zarco, en la confluencia de las calles de Mina y Nicolás Bravo, con 20 de Noviembre, González Ortega y 16 de Septiembre, precisamente al pie del Cerro de la Pila, por lo que se inició la remodelación de ese sitio, con pavimentación y creación de un área verde, además de prohibir la extracción de piedra para evitar el deterioro de la apariencia original del cerro.

No obstante, el tiempo de construcción se alargó por mucho tiempo, debido a la complejidad que entrañaba, así que cuando el Dr. Salvador Gámiz Fernández se convirtió en gobernador sustituto, pidió acelerar los trabajos para inaugurar la obra el 20 de noviembre de 1980. Luego se pretendió adelantar la fecha de inauguración para el 14 de septiembre de ese año, pero no se logró, pues la fundición y moldeado del bronce que se realizaba en la Escuela de Pintura, Arquitectura y Artesanías de la UJED, era un proceso lento. La novedad fue que se informó el cambio de sitio para colocar la efigie: Ahora, y a petición de la población, sería en la cima del Cerro de la Pila, para lo cual se construyó una estructura enorme para soportar la escultura de Villa de ocho toneladas de peso y cinco metros veinticinco centímetros de altura, y se acondicionó el camino de terracería.

El recorrido de la estatua ecuestre del general Villa, se realizó en diecinueve horas desde Durango a Gómez Palacio, transportada en una plataforma tirada por tractor y contenida en una jaula de madera. Fue custodiada por oficiales de la Dirección de Tránsito y Transportes, viajando a una velocidad de treinta a treinta y cinco kilómetros por hora, encontrando en el recorrido grandes obstáculos, principalmente con los cables de energía eléctrica y de teléfono. A su paso por las calles de la ciudad, toda la población observaba con gran admiración la monumental obra, y muchos gritaban ¡Viva Villa! ¡El general Villa regresó de nuevo a Gómez Palacio!

El ascenso al cerro fue tortuoso por lo accidentado del terreno, pero básicamente por la falta de maquinaria adecuada, por lo que sólo pudo llegar a cierta distancia de su sitio final. Colocarla en altozano, tendría que esperar muchísimo tiempo, pero luego llegó de gobernador el Licenciado Armando del Castillo Franco y aceleró la reanudación de los trabajos de colocación de la estatua en su pedestal, pero fue hasta el primero de agosto de 1981, que por fin se logró la tan anhelada meta ¡Un año después!

Julián Calleros, un columnista avezado, escribió estos versos para alentar el cotilleo que provocó el enorme retraso:

Traigan a Rodolfo Fierro

y que a cabeza de silla

ayude a subir a Villa

hasta la cima del cerro

No le pasó en su destino

ni en ninguna de las bregas

que a la mitad del camino

se quedara el Siete Leguas.

Villistas que lean y escuchen,

incluyendo a los "villitis";

si no tienen flojeritis

ayuden a dar un puche

Tuvieron que pasar tres años y tres gobernadores, para poder cumplir la colosal encomienda de colocar la egregia figura del general Francisco Villa en su pedestal de honor: El Cerro de la Pila, desde donde vigila, montado en su "Siete Leguas", el paso de los años y el desarrollo de Gómez Palacio y de La Laguna. Ahora que conmemoramos el Centenario de la Batalla del Cerro de la Pila, que cuenta con una altura estimada de sesenta metros, es bueno recordar que Villa llegó para quedarse, y que su ascenso a ese sitio, representó la última hazaña del Centauro del Norte en Gómez Palacio.

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