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Un recuerdo de Lalo Tricio

En el año de 1992, la Casa Pedro Domecq y Viticultores Unidos de La Laguna organizaron un memorable viaje por España con motivo de los quinientos años del descubrimiento de América, desde luego llegamos a Madrid, pero el objetivo principal era la Exposición Mundial de Sevilla; fuimos unos dieciocho matrimonios y algunos pocos solteros, seríamos como 30 personas.

Nos hospedamos en el Puerto de Santa María, vecino de Cadiz y distante unos cincuenta kilómetros de Sevilla; casi todos los días por una semana o diez días íbamos en Autobús a Sevilla, pero también fuimos a Jerez de la Frontera, donde se producen vinos de la Casa Domecq, a los pueblos blancos, y un día fuimos a la Hacienda Los “Alburejos” propiedad de don Álvaro Domecq.

En la tarde asistimos a la “tienta” de una vaquilla de la ganadería Torrestrella de los Domecq, don Álvaro estuvo tomando notas de la vaquilla que resultó excelente, mientras que Alvarito, el rejoneador, y actualmente don Álvaro se encargó de la tienta, toreando de a pie y luego a caballo.

Entre las personas que iban en este viaje, estaba don Lalo y su esposa, y durante tres semanas convivimos en este viaje; casi puedo asegurar que fue en esta ocasión que me relato una anécdota de su juventud en Santander, en el pueblo de Solórzano de esta provincia del norte de España, vecina de Asturias y de los países Vascos y muy dedicados todos ellos a la ganadería.

Pues bien, tendría como dieciséis o poco más, poco menos, el joven Lalo cuando después de algún tiempo de trabajar y ahorrar algún dinero, resolvió ir a una “feria” de ganado que se celebraba en un pueblo cercano a Solórzano, con la idea de comprar una vaca que fuera de él, no de la familia. Después de ver un buen número de vaquillas y vacas, no tenía lo suficiente para adquirirlas; finalmente encontró una que pudo comprar. Iba de regreso caminando con la vaca que había comprado y antes de llegar se encontró con un hermano suyo, debe haber sido Gregorio, pero no lo puedo asegurar, el caso es que no le gustó la vaca que había comprado y le encontró muchos defectos. Ni qué decir que a Lalo se le acabó la felicidad, poca que llevaría y pensó que a su padre tampoco le gustaría la compra.

Cómo solucionó Lalo su problema, pues antes de llegar a su casa se encontró un conocido al cual interesó por la vaca y se la vendió ganando inclusive algo de dinero, así es que si bien no regresó con una vaca, la primera que sería suya, sí regresó con más dinero que con el que salió de casa, quién lo iba a decir que con el tiempo y en otro país compraría miles.

Raimundo Portilla

Torreón, Coahuila.

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