
Los actores David Brett y Alison Sandford, de la compañía rumana Atelier Teatro Comunitario, en Las Sillas, obra escrita por Eugène lonesco en 1952. (Cortesía de Atelier Community Theatre)
A 105 años de su llegada al mundo, el dramaturgo francés de origen rumano Eugène Ionesco, es considerado uno de los autores más importantes del siglo XX. Un ícono que trasladó la realidad a un escenario donde las pasiones y los miedos se fusionan con el amor, la ira, el temor y la muerte. Inspiró una revolución en las técnicas dramáticas y ayudó a inaugurar el teatro del absurdo del cual fue, junto con Samuel Beckett, uno de los más distinguidos representantes.
Eugène Ionesco nació el 26 de noviembre de 1909 en Slatina, Rumania, en un hogar de padre rumano y madre francesa, sin embargo, su infancia transcurrió en París, Francia. Un país que siempre referenció en sus ejercicios creativos.
Muchas fuentes registran su nacimiento en 1912, error que se debe a la vanidad del autor, quien en los años cincuenta decidió 'quitarse' tres años de vida después de leer la reseña del crítico francés Jacques Lemarchand (1908-1974), quien saludaba a una nueva generación de jóvenes escritores, entre ellos Ionesco y Beckett, relata la página web ionesco.org.
ENTRE DOS CULTURAS
Luego de pasar sus primeros años en París, el pequeño Eugéne regresó a los 13 años a Rumania, donde realizó estudios y trabajos diversos. Ahí estudió literatura francesa en la Universidad de Bucarest y permaneció hasta 1938, cuando regresó a París, de acuerdo con información difundida por la Real Academia Francesa.
En esos año en Rumania inició su actividad periodística en diversos medios y provocó, en 1934, un fuerte escándalo por su ataque sarcástico a los valores literarios establecidos.
El estallido de la guerra lo obligó a regresar a Rumania pero en 1942 volvió a Francia (Marsella), donde se estableció permanentemente. En mayo de 1950, Ionesco presentó su obra La cantante calva en el Théâtre des Noctambules de París, bajo la dirección de Nicolas Bataille (1926-2008).
Dicha propuesta escénica estuvo lejos de ser un éxito. Solamente un puñado de intelectuales la apreció y la apoyó. Sin embargo, le granjeó la amistad de intelectuales como André Breton, Luis Buñuel, Arthur Adamov y Mircea Eliade.
En sus obras se expone la ridícula existencia humana y la incapacidad de comunicación entre las personas. Su pesimismo es la base del teatro del absurdo, movimiento teatral que lamenta la falta de sentido de la condición humana.
UN CLÁSICO
Esa misma técnica fue utilizada por el dramaturgo francés en el resto de sus obras. Ejemplo de ello son: La lección (1950), Las sillas (1952), Amadeo o cómo salir del paso (1953), El nuevo inquilino (1956), La sed y el hambre (1964) y El rey se muere (1962).
Su obra más conocida es El rinoceronte (1959), con el protagonismo principal de un personaje llamado Berenger, se ambienta en una pequeña ciudad en la que gran parte de sus habitantes se han convertido en rinocerontes. Una perspectiva tan válida en su día como en la actualidad, y más cuando los rinocerontes sin espíritu crítico creen vivir, porque así se lo dicen los interesados, en una democracia.
Los elementos kafkianos, de la puesta en escena, se burlan del conformismo, la patética uniformidad de una sociedad aburguesada, la sumisión del ciudadano al poder, la absorción fútil del colectivo sobre el individuo (al que el poder intenta convertir en masa), y cualquier forma de totalitarismo político, sin importar las convicciones; se contrasta con la rebeldía y la resistencia en soledad ante el pensamiento único como marca de diferenciación y libertad ante esa pasividad, esa permeabilidad y esa situación arbitraria que nos hace seres humanos en una sociedad despersonalizada que intenta engullir o desechar al diferente, al no sometido, al que no desea convertirse en un rinoceronte.
LAS LETRAS
Escribió su primer artículo sobre Ilarie Voronca en la revista Zodiac, a partir del cual, el escritor continuó colaborando para otras revistas importantes del país. “Elegías para seres pequeños” fue el poema con el cual ingresó al mundo literario, influenciado por el poeta y novelista parisino Francis Jammes.
En 1933, colaboró en las revistas Facla, y Universul Literar, y un año después escribió una serie de ensayos críticos, considerados subversivos para el mundo literario rumano entonces, encabezado por Tudor Arghezi, Ion Barbu, Camil Petrescu y Mircea Eliade.
Esta recopilación fue premiada por la Editorial Fundaciones Reales, recompensa concedida por un jurado dirigido por el teórico Tudor Vianu. Tres años después contrajo matrimonio con Rodica Burileanu, época en la que perdió a su madre.
Fue profesor de francés durante tres años en un instituto de Bucarest, en el colegio ortodoxo de Curtea de Arges y después en el seminario central de Bucarest. Mantuvo su carrera periodística como encargado de la sección crítica de la revista Facla, y publicando escritos en Universul Literar, el periódico cultural Rampa y Parerile Libere.
VOZ ETERNA
Durante su gran periodo creativo, además escribió abundantes textos sobre teatro, libros de memorias y una novela, El solitario (1974).
En 1969, el autor recibió el gran premio de las Letras de Mónaco y el 22 de enero de 1970 fue elegido miembro de la Academia de Francia para ocupar el lugar de Jean Paulhan. Ese mismo año se le otorgó el Gran Premio Austriaco de la Literatura Europea.
En febrero de 1989, Eugéne fue hospitalizado, lo que le impidió que interviniera para defender los derechos humanos en Rumania, un mes después 710 escritores firmaron una declaración a favor del derecho universal a la expresión.
Eugène Ionesco falleció en París el 28 de marzo de 1994 y sus restos fueron enterrados en el cementerio de Montparnasse.
La crítica especializada coincide en que fue uno de los dramaturgos más singulares e innovadores del siglo XX, de un humor mordaz y agudo, que consiguió trasladar al medio escénico las técnicas expresivas procedentes del surrealismo y abrir nuevos caminos al teatro.