
Desde 1900, el enjuague bucal empezó a venderse libremente en droguerías y farmacias. (ARCHIVO)
La necesidad de mantener una boca limpia se relaciona directamente con la salud, por lo que es preciso cuidar la higiene en este sentido.
Eso lo supo bien Anton van Leeuwenhoek, quien experimentando descubrió que en los dientes llegaban a habitar organismos vivos, los cuales posteriormente serían llamados placa bacteriana, y que era necesario exterminar para garantizar tener una boca saludable.
En un primer intento, Anton probó el erradicarlos con una mezcla de vinagre y brandy, y aunque en laboratorio los organismos eran inmovilizados, al probar consigo mismo descubrió que continuaban en los dientes.
Esos fueron los primeros registros de lo más similar al enjuague bucal, el cual surgiría en base a los esfuerzos de 1865 del doctor Joseph Lister, quien en sus intentos por erradicar los focos de infección durante las operaciones quirúrgicas, dio con los antisépticos.
Para 1879, otro médico llamado Joseph pero de apellido Lawrence, retomó la idea de Lister y mejoró su antiséptico, bautizándolo como Listerine, en honor a su creador.
En 1895 se decidió ampliar el uso de ese producto al ámbito odontológico, formalizándose la creación del primer enjuague bucal, el cual para 1900 ya se vendía libremente en droguerías y farmacias.