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Cascan como variantes los usos de “cascar”

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Cascan como variantes los usos de “cascar”

Cascan como variantes los usos de “cascar”

Saúl Rosales

Quizás entre las palabras más curiosas que intercambian los hablantes de Torreón y la comarca lagunera se encuentra el verbo cascar en sus diversas inflexiones. En todos los ámbitos sociales se escuchan expresiones como “no casca”, “sí les cascó”, “no me cascaba”, “quién sabe si cascará”, “no les va a cascar”. (Espero que esto casque.)

El tema se me prendió de las neuronas al encontrar dicho verbo en la novela Polvorera, de Salomón Atiyhe. Es una narración de abundante habla coloquial que tiene como escenario la colonia Polvorera que sobrevive arrinconada en los entresijos del suroeste de Torreón.

De esa obra traigo dos ejemplos del uso de cascar, que me atrevo a considerar lagunerismo: “Si casca, le bajo los papeles al ruco, al cabo que presume de santurrón […]” El otro ejemplo es: “Sería mucha coincidencia que todo les cascara…” En ambos ejemplos el sentido de la palabra puede ser resultar.

Los diccionarios no dan a cascar el sentido –o los sentidos– con que se usa en La Laguna. Para los lexicones cascar es perder sonoridad o entonación en la voz. Agustín Yáñez en Flor de juegos antiguos usa la palabra para caracterizar “voces” de campanas: “Lo que más extraño son las campanas: qué distinto suenan las de por acá, estas de Mexicaltzingo, como cascadas […]”

¿Pero de dónde puede venir cascar como lagunerismo? Se derivó de otro verbo, de casar. Argumentemos. A mediados del siglo XX, cuando Torreón tenía cincuenta años de ser ciudad, en una imprenta donde los tipógrafos ensamblaran lingotes achaflanados, al ver que no se ajustaban decían “no casan”, pero también, “no cascan”.

De igual manera y no antes, sino ahora, si una mujer se viste una prenda que “no va” con otra; si se calza unos zapatos o se cuelga una bolsa que no hacen juego con algo de su atuendo, alguien le dirá que eso no casca, o no casa, con lo otro. El sentido es que las prendas no combinan.

Esto último se puede ilustrar con una de las microatmósferas poéticas que Agustín Yáñez crea para dar solaz al espíritu en el libro de relatos Los sentidos al aire. En el titulado “Laude pascual” escuchamos a una mujer llamada Paquita que reflexiona sobre cómo se llama: “Un bonito nombre. A lo menos gusta y ya es mucho. Además casa con mi cuerpecillo que no es feo[…]” En La Laguna, si el relato fuera de habla radicalmente coloquial, como el de Atiyhe en Polvorera, Paquita diría casca, no casa.

La misma Paquita, en sensual autocontemplación, dice más adelante, como repitiendo el uso del verbo casar en el sentido de combinar, hacer juego: “[…] también casa mi nombre con mi boca de gula –gula de besos–, y con mis naricillas […]” Otra vez apostillemos: en la comarca lagunera Paquita diría casca, por casa.

Por otro rumbo, el historiador Sergio Antonio Corona Páez, aquí y ahora escribió: “Padecemos un republicanismo trasnochado que ya no casa con la seriedad e imparcialidad que requiere el estudio científico de una familia de la era virreinal.”

En atención a esas razones creo que el uso del verbo casar, en el sentido (figurado) de unir una cosa con otra, de ajustarlas, de disponerlas u ordenarlas de modo que hagan juego o tengan correspondencia entre sí, es el origen de la derivación del cascar que usan los laguneros por casar.

Pero puedo añadir un ejemplo histórico y literario más en el que se ve cómo la correspondencia, la coincidencia entre la realidad que se me ofrece y lo que yo pienso, se puede definir con el verbo casar. En el Quijote, el inmenso Cervantes hace que el Canónigo que discurre sobre teoría literaria diga: “Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren […]”

Por lo visto, un personaje de la novela Polvorera de Salomón Atiyhe o uno de la realidad comarcana dirán, no como el Canónigo de Cervantes, casar, sino cascar. Así que daremos la razón al creador de don Quijote en cuanto que el vulgo y el uso determinan la buena salud (y el enriquecimiento) del idioma. Si casca lo que pienso, La Laguna habrá incorporado una colorida variante de una palabra castiza.

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