
‘Calis’ sobre sandías caladas
Si decimos ‘calis’ en la comarca lagunera sabemos que la palabra se entiende; si la escuchamos, captamos su significado. Si por otra parte nos ametralla con estridentes decibeles una voz que pregona “sandías caladas y probadas” sabemos a qué se refiere con ‘caladas’.
‘Calis’, puede ser la prueba de un tiro en el juego de canicas, un ensayo de lanzamiento en el boliche, un escarceo con el novio (“no ando con él, nomás fue un calis, dice la morrilla”). Un padre pregunta en un taller literario si su chavo aguantará, y él mismo se responde: “Que vaya para que se dé un calis”.
‘Caladas’, que da origen a ‘calis’, nos trae la imagen del cuchillo clavándose en el lomo de la sandía para extraer el trozo que permita degustarla. Los contextos físicos y el contexto verbal revelan el sentido de ‘calis’ y ‘caladas’, cuando se usan en el habla de La Laguna.
Pero alguna variación se convierte en turbulencia que evita la revelación de los conceptos. Muchas veces me sucedió, en las clases de la universidad, que al tratar el texto conocido como ensayo, el entendimiento de los alumnos se turbaba al topar con la palabra ‘cala’. Cuando leían que el ensayo es una prueba, un tiento, una ‘cala’, a pesar del contexto, necesitaban interrogar qué es ‘cala’.
Entonces yo les preguntaba si por sus casas no pasaban carromatos tirados por semovientes o viejas camionetas a punto de derrengarse desde donde salía el pregón “caladas y probadas las sandías”; “sandías caladas y probadas”. Aun así batallaban para desentrañar el significado de ‘cala’. Había que vocalizar: calada-cala, cala-calada.
Y es que el final de la primavera y el verano traen a La Laguna el grito salido de un altavoz de tecnología deleznable y garganta despreocupada. Desde un carromato de tracción semoviente o una camioneta exhausta en donde va montada una batería de automóvil que surte de energía a un rudimentario equipo de sonido sale el anuncio: “Caladas y probadas las sandías”.
Por las calles de Torreón y las otras ciudades laguneras se desplaza el aviso, el grito, el pregón porque en la región la sandía se produce más que en la obra de los artistas visuales que la explotan como el capitalista al asalariado. La fruta se cultiva en un extenso cuadrante que va de Tlahualilo a Sapioriz y desde Madero hasta Matamoros
El pregón recorre barrios proletarios, avenidas del centro y no sé si sus rutas se extienden a calles de colonias y fraccionamientos de lujo. Con su estructura variante, el grito atrae por la promesa de deleite, satisfacción, provecho. Recordemos el minipoema tetrasilábico de José Juan Tablada: Del verano / roja y fría / carcajada / rebanada / de sandía.
En este ‘calis’ acerca “sandías caladas y probadas” o “caladas y probadas las sandías”, recordemos que por su etimología, ‘calar’ es atravesar, perforar, penetrar. Esa frase que tintinea en nuestro verano desaparece cuando la cosecha termina en el consumo doméstico o en la exportación, pero el vocablo popular, ‘calis’, permanece como un acendrado regionalismo.
Antes de concluir recordemos la anécdota protagonizada por un agricultor lagunero que en cierta ocasión envió al presidente de la república una enorme sandía. No la empaquetó. En la cutícula verde bandera escribió, raspándola, los datos del destinatario y un mensaje. Habrá quien recuerde mejor que yo esta historieta.
Quienes no tuvimos infancia, o no tuvimos radio en la infancia, no sentiremos ninguna nostalgia por el Negrito Sandía, de Gabilondo Soler, Cri Cri, aunque sí recordaremos el sorprendente, por pueril, descubrimiento de que la sandía lleva bajo su piel los colores de la bandera nacional (no obstante apachurraba la ilusión patriótica ver que había sandías de interior amarillo; pero la volvía a levantar la sorprendida curiosidad por el alegre color).
Concluyamos con una escena cervantina. En “Rinconete y Cortadillo”, una de sus Novelas ejemplares, Cervantes hace que Monipodio, antes de repartir el producto de la canasta que sus compinches han robado diga: “haré cala y cata de lo que tiene y daré a cada uno lo que le tocare […]” Ya sabemos qué es ‘cala’ y que de allí viene ‘calis’.