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Breve semblanza de la Vida y Obra del Historiador Padre Agustín C. Churruca Peláez, S.J.

SIGLOS DE HISTORIA

De izquierda a derecha: Lic. Fernando Martínez Sánchez, P. Agustín Churruca S.J., el autor de este escrito y T.A. Héctor Barraza Arévalo. En la presentación del libro Parras y La Laguna, en marzo de 1991.

De izquierda a derecha: Lic. Fernando Martínez Sánchez, P. Agustín Churruca S.J., el autor de este escrito y T.A. Héctor Barraza Arévalo. En la presentación del libro Parras y La Laguna, en marzo de 1991.

Gildardo Contreras Palacios

(SEGUNDA PARTE)

El archivo parroquial de Parras, resulta ser, sin temor a equivocarnos de los muy pocos que han logrado subsistir en el septentrión mexicano, con documentos y registros de más de 400 años de antigüedad. La tarea iniciada por el P. Churruca para tratar de ordenar y clasificar de la mejor manera aquel gran acervo documental, se basó en mucho en el trabajo que en el año de 1973, realizó el doctor Basil C. Hendrich, de la Southern Illinois University, U.S.A., cuyos resultados los dejó plasmados en un folleto que editó en el año mencionado.

Sin embargo, también es necesario reconocer, la labor que realizaron algunos personajes en pro de conservar aquellos valiosísimos documentos desde tiempo inmemorial; en primer lugar recordemos la labor del padre Bernabé Antonio de Roxas, quien en 1758 y como cura vicario y juez eclesiástico de Parras, elaboró un inventario de los documentos existentes en aquel tiempo. Y no podemos dejar de mencionar al padre Silvestre Vicente Borja, cuya labor consistió en haber logrado rescatar los papeles del archivo "de los traviesos muchachos de la época, que lo tenían todo "escarabajeado", en casa del notario Mixares.

La labor del padre Churruca respecto a su archivo parroquial culminó en 1987, quien en la cuaresma de ese año vio culminada su labor y no fue sino hasta el mes de enero de 1989, cuando se publicó un catálogo debidamente clasificado respecto a los documentos allí existentes. A dicha publicación la denominó inicialmente: "Archivo Histórico Matheo de Parras", posteriormente su principal ordenador le agregó el nombre de "…María y Matheo…", esto fue en memoria de Matheo, uno de los fundadores de Parras y que según las crónicas fue el "primero que vino" y de María, "mujer vieja, fundadora del pueblo…"; datos que el padre Churruca localizó en su labor de investigación.

Junto con el trabajo de ordenamiento del archivo parroquial, el padre y algunos de sus colaboradores, realizaron ciertos trabajos de investigación, con base en los documentos que estaban ordenando, y auxiliados con otras fuentes documentales, elaboraron un libro denominado Historia Antigua de Parras, la cual fue impresa en el periódico El Popular de Parras en el año de 1989, en dicha obra se localizan textos del propio padre Churruca, de Héctor Barraza, de Patricio Borja y de Jesús Gutiérrez. Ya un poco más interiorizado con la historia de Parras, el padre y otros aficionados a la investigación histórica, editaron un segundo trabajo denominado El Sur de Coahuila, Antiguo, Indígena y Negro, con textos del padre Churruca, de Héctor Barraza y de Ana María Serrato.

En el año de 1990, invité al padre Churruca para que me hiciese el favor de prologarme, una pequeña obra que me inició en este tipo de trabajos y a la que denominé: Parras y La Laguna. Notas para su Historia. A lo cual accedió de buena gana y en el mismo entre otras cosas mencionó: "…Encerrarse durante horas en un archivo, es tarea pesada. Escribir, corregir, leer, requiere de un esfuerzo de concentración que en ocasiones es desgastante. El amor al terruño se sobrepone a todas las dificultades y es capaz de vencerlas. Al que ama nada le es difícil… Los libros de historia, que encierran en sus hojas lo que podemos rescatar de nuestro pasado ya trascurrido, son un tesoro para nuestra cultura. Escribirla es labor de generoso gambusino, que recoge y pone a disposición de todos un tesoro de oro puro que nos permitirá trasmitir de generación en generación lo que las anteriores a nosotros pudieron crear, conocer, gozar y comunicarnos. "Festividad de San Ignacio de Loyola. 31 de julio de 1990".

Al año siguiente de 1991, fui invitado por primera vez por el padre Churruca para colaborar con él y con Héctor Barrraza en una edición que patrocinaron la U. A. de C. y el Archivo Municipal de Saltillo. Trabajo al que se le denominó Trozos de la Historia de Parras. Posterior a ello, las reuniones con el padre Churruca, se hicieron más frecuentes y así me invitó a formar parte de la Sociedad Histórica Parrense (me parece que así se llamó aquella sociedad), junto con Héctor Barraza, éramos al parecer tres miembros o cuatro, no lo recuerdo bien. En ese contexto le surgió la idea al padre que realizáramos en conjunto una investigación sobre los principales acontecimientos de la región de Parras durante el Siglo XVII (1600). La principal fuente serían los libros de registro de bautismos, matrimonios y entierros celebrados en Parras y los documentos sobre diversos temas, allí existentes; claro que nos auxiliaríamos de otro tipo de fuentes para llevar a cabo dicho plan. El trabajo culminó con la publicación del libro El Sur de Coahuila en el Siglo XVII. Cuya edición corrió a cago del Ayuntamiento de Torreón en el año de 1994.

Sin embargo la labor investigadora del padre Churruca, no sólo se limitaba a temas relacionadas con la región de Parras, sino que como investigador y escritor logró publicar otras importantes obras entre las cuales podemos mencionar: "Primeras Fundaciones Jesuitas en Nueva España" (esta obra ya la había publicado antes de venir a Parras), "Historia Mínima de la Iglesia", "Morelos. El Insurgente", "El pensamiento Insurgente de Morelos", "Francisco Javier Clavijero y otros Ensayos", "Auditorio Rodolfo J. García", entre otros que escapan a nuestra memoria.

La salud del padre Churruca no era muy boyante, sino que tenía algunas afecciones ligados principalmente con la alta presión, causada tal vez por su afición al cigarrillo. Yo en lo personal en varias ocasiones en que visité su habitación en la casa de los Padres de Parras, en donde me recibía, notaba que su cenicero sobre un pequeño escritorio o mesita de trabajo estaba muy lleno de colillas de cigarros a lo cual con la confianza que él me había proporcionado le decía, que no anduviera fumando porque le hacía mal, y él contestaba que el cenicero estaba así porque la persona encargada de la limpieza no lo había aseado. Sus cigarrillos preferidos eran los "Delicados Ovalados". Por cierto su habitación era de lo más modesto que uno se puede imaginar; en ella había una cama tosca de madera, una pequeña mesa de trabajo, una pequeña televisión en la que veía principalmente el futbol los domingos, otra pequeña reproductora de casetes y algunos anaqueles con muchos libros y documentos propios de su afición investigadora, una bicicleta estacionaria, no muy moderna, un clóset para su ropa, un baño y nada más. Aun no tenía computadora, lo más moderno que utilizaba era una procesadora de palabras, en la cual elaboraba los textos de sus trabajos. Aquella habitación era demasiada austera y modesta.

A mediados de los años noventa, la salud del padre se complicó un poco y tuvo que ser trasladado al hospital del IMSS en Torreón, allí se le recibió como a cualquier otro paciente. Fue intervenido quirúrgicamente y gracias a Dios, el padre logró superar su problema. En esa ocasión gracias a la intervención del muy estimado doctor Manuel Delgado Macías, que en ese tiempo fungía como director de la "Torre de Especialidades" del IMSS, se logró colocar al padre en una habitación individual, después de haber compartido por algunos días un cuarto con otros pacientes.

El padre Churruca en ocasiones viajaba a esta ciudad de Torreón, y por lo general se hacía acompañar de un joven invidente, originario de algunas de las comunidades rurales de Parras. Dicho joven había perdido la vista debido a un sarampión mal curado, cuando él era un niño. Sin embargo el padre servía como su guía, lo llevaba con el médico y lo atendía con mucho esmero y paciencia; conociendo la manera de ser del padre, me sorprendía su humildad y paciencia con que lo atendía. Dicho joven se llamaba Martín. En una ocasión acompañé al padre y a Martín al pueblo de Mapimí, el padre tenía curiosidad en conocerlo, visitamos principalmente la iglesia, su archivo parroquial y el cementerio; ese día allí comimos en un "restaurancito" situado en la calle principal de Mapimí. Martín se apoyaba en uno de los hombros del padre y entendía perfectamente sus movimientos, aún y cuando se tuviesen que utilizar gradas. Ambos se desplazaban como uno solo. A Martín lo seguí viendo en cuanta visita hacía el padre a esta ciudad de Torreón, después ya no supe de él.

En el mes de mayo de 1990, con motivo de la segunda visita de Su Santidad Juan Paulo II, el padre Churruca fue invitado como representante del estado de Coahuila, a participar a un encuentro que los intelectuales mexicanos, tendrían con el Sumo Pontífice. De esa magnitud era considerada su intelectualidad, sin embargo aquel tipo de distinciones no las pregonaba ni las anunciaba, su humildad siempre estuvo a prueba de cualquier halago externo; sus logros siempre quiso compartirlos, nunca quiso sentirse como principal, sino que él se sentía feliz con ser útil y servir al prójimo. La humildad de su ser ante todo. Continuamos…

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