Adolescencia y otras cuentas pendientes, de Luis Vicente de Aguinaga
Con la nostalgia -deliberadamente vuelta ironía- de quien se enfrenta al tempus fugit, el poeta Luis Vicente de Aguinaga (1971) advierte en el libro de poemas Adolescencia y otras cuentas pendientes, que la memoria, convertida en experiencia, puede llegar a ser una confesión, acaso reminiscencia de otros tiempos.
El libro está conformado por cinco series, que a su vez, forman un volumen de poemas bien pensado. La unidad está marcada no sólo por el fondo, sino por la disparidad de sus elementos. En el poemario se emplean diferentes estructuras, desde el haiku japonés, avanzando por la prosa poética, hasta encontrar un poema con la estructura de una nota periodística. Su trayectoria se percibe como un alejamiento, sin embargo, no incurre en la clásica nostalgia de otros poetas, al contrario, pareciera que su rasgo más característico fuese la ironía. El poema que da título al volumen abre con un epígrafe del inolvidable poeta peruano César Moro. El poema “Adolescencia” es el canto incontenible de los años, un hábito a veces melancólico: No parece mentira / que pasen veinte o veinticinco años: / parece la más fiel de las verdades, / verdad como el azúcar en un postre / o el polvo en las persianas de la sala… Al final del poema, aparece la tendencia a la concisión, la alegoría de la juventud que se añora cuando se ha perdido: Siempre amamos -lo dicho- al dios cuando se aleja.
La voz poética adquiere, bajo una forma aparentemente sencilla, el furor de la época añorada, y a su vez, reinterpretada. La paradoja del tiempo es recurrente entre los versos de Aguinaga, valga una estrofa del poema titulado “Otra vez con lo mismo” para ejemplificar: Mejor no preguntarse / por qué, siendo tan breve un año, / tan milimétrica la escala / de la noche y el día, / ciertos lunes parecen infinitos.
La elección que ha llevado a Luis Vicente de Aguinaga a titular varios de sus poemas en inglés, puede ser a causa de su global escenario, sus viajes y estadías estudiantiles. Podría recordarse así el cosmopolitismo de Neruda, o bien, una simple desfachatez que no tiene ninguna intención, lo cual dudo. La intención de cada poema demuestra que cada título tiene una razón de ser. Para ello baste mencionar la serie de poemas que conforman 3, Abbey Road. En este apartado, Aguinaga celebra a George Harrison, legendaria figura de los extintos Beatles. “This song”, “Devil’s radio”, “Simply Shady” y “Pisces fish” forman parte de un conjunto titulado El pez de piscis, aludiendo así al signo zodiacal del mencionado músico. Esta canción, esta escritura inmersa, / no la estoy escribiendo ni cantando: / la estoy hundiendo, a ciegas, en tablillas / que apenas la contienen como un hueco. Así suceden algunas páginas a ratos epigramáticas de estructurados poemas en versos endecasílabos. El ritmo es notorio y fluye con sonoridad. Un afán rupturista se hace notar entre las páginas de Adolescencia y otras cuentas pendientes. Por supuesto que la propuesta estética del autor no es novedosa en cuanto a la particularidad de sus poemas, pero sí lo es como conjunto. Su poética se encuentra emparentada con la colectividad poética, ya que su libro no obedece a la unidad formal, sino a la unidad diversa. Aquí un ejemplo que se acerca al Borges de Ficciones, y que además, nos remite directamente a la poesía de José Miguel Ullán: Hoy, / 30 de mayo de 2008, por / no decir en este mismo / instante, ha sido / descubierta una tribu / de quince individuos en el Amazonas.
El discurso de los poemas objeto de mi lectura se mimetizan en la unanimidad de varios referentes, como una orografía poética, integran un bloque perfectamente diferenciado, pero a la vez compartido. Será necesaria la paciencia y la agudeza del lector para vislumbrar la preocupación del poeta, lo que obliga a buscar pautas de análisis que vayan más allá de la simple reseña.
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