Me vi al cerrar los ojos: / Espacio, espacio / Donde estoy y no estoy.
Octavio Paz
El arquitecto japonés Toyo Ito (1941) ha sido elegido para recibir el premio Pritzker de Arquitectura 2013, siendo la sexta ocasión que se otorga a un arquitecto de esa nacionalidad. Consistente en una medalla de oro conmemorativa y una retribución en efectivo por 100 mil dólares, lo recibirá el próximo día 29 en el edificio de la Biblioteca John F. Kennedy de la ciudad de Boston, obra del también laureado I. M. Pei.
Perteneciente a la tercera generación de arquitectos nipones de la época moderna, se formó localmente estableciendo su práctica profesional en el despacho de Kiyonori Kikutake (fundador del grupo de arquitectos del Japón conocido como Metabolistas) para luego instalarse de manera independiente a partir del año 1971.
Ha sido ya merecedor de distinciones académicas en Europa, América y Asia y profesor invitado en la Universidad de Tokio, en la Universidad Columbia de Nueva York, en la de Los Ángeles y en la Universidad Tama para las Artes de Japón.
Al momento de su nominación el jurado manifestó que su selección obedece a “un conjunto de obras que fusionan la innovación conceptual con la soberbia ejecución constructiva”. En una región del mundo donde la innovación ha fincado sus reales con particular dinamismo desde hace más de medio siglo, no es sorpresa este reconocimiento.
El punto de partida de su carrera, cercano a Kikutake y los Metabolistas (una corriente que buscó soluciones al explosivo crecimiento urbano echando mano de la alta tecnología e inspirándose en el crecimiento de los organismos vivos) abrió para él, como a los jóvenes arquitectos japoneses de la década de los sesenta, nuevos y esperanzadores horizontes.
Entre las obras señaladas por el jurado destacan la Cabaña plateada de 1984 en Tokio, que evoca las sutiles construcciones habitacionales de madera, usando una ligera estructura de acero. El paisaje se incorpora de manera natural al interior, rememorando los jardines tradicionales del archipiélago.
La Torre de los vientos en Kanagawa, de 1986, es un portento de tecnología que corresponde al cambiante clima local. Este cilindro transparente, cuya iluminación fue pionera en el uso de celdas fotoeléctricas, es una espectacular metáfora del incesante y variable clima de la bahía, al mutar su color en respuesta a los estímulos externos del viento y la luz. Es también una reinterpretación del milenario faro, referido a las mareas vehiculares.
En la Mediateca Sendai en Miyagi de 2001, el espacio fluido de la tecnología se expresa en la construcción. La sutileza de las columnas, que nos remiten a la forma de un haz de trigo o de bambú, aunado a la transparencia de las ventanas y los elementos de partición, es más que una alusión a la desmaterialización de la informática, un espacio sin barreras en el que la imaginación fluye a la velocidad de la luz y de las ideas.
El Edificio Tod´s en Tokio, del año 2004, contribuye de manera ingeniosa a la humanización de una de las más bulliciosas calles de la ciudad. A pesar del su reducido tamaño, la sagaz yuxtaposición del concreto y el cristal, que se entrelazan a la manera de un tronco y su enramada, es una peculiar tributo orgánico a la selva del asfalto.
La cubierta del Edificio Funerario de Gifu de 2006, ondula a la orilla de un lago. Es una prolongación artificial de una marea en la ribera. También un espacio que mana en la quietud anímica de la última hora. Paisaje, tradición y tecnología en conjunción a un momento definitivo de la existencia.
La fuerza expresiva de Ito va de la mano de las virtudes sintéticas y sincréticas de un haikú o de una pincelada de la paisajística japonesa en tinta: átomos que resumen el universo infinito en unos cuantos rasgos, procesos ancestrales nutridos por el paso del tiempo. Él mismo lo resume diciéndonos: “He tratado de encontrar un camino para establecer una relación que lleve a los edificios más cerca del su entorno, del entorno natural”.
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