Siglo Nuevo

El juguete tradicional mexicano

De la artesanía al coleccionismo

El juguete tradicional mexicano

El juguete tradicional mexicano

Alfonso Nava

El juego es una de las primeras actividades que tenemos a la mano para relacionarnos con el entorno; en otros términos, a pesar de su amplio repertorio de recursos simbólicos, el juego genera nuestro primer vínculo con la realidad.

Psicólogos como Jean Piaget han hablado del conocimiento que se recibe, con un amplio margen de libertad y albedrío, a través del juego; el zoólogo Patrick Bateson indica que en los animales la actividad lúdica despierta habilidades, prepara ante dificultades, genera vínculos sociales, afina condiciones motoras y nerviosas, además de su gran papel en términos de entretenimiento y liberación de energías.

Los análisis más sofisticados reafirman estas teorías de la primera vinculación del ser humano con el mundo a través de la actividad lúdica. Así pues, el juguete se instala en este proceso de conocimiento como una suerte de «interfase» entre un sujeto y esa misma realidad. El juguete pone nuevas perspectivas a esa relación de conocimiento.

Piaget señala que el juego infantil implica una amplia dosis de libertad «performativa» y de imaginación que prefigura al arte, y en ese sentido el juguete es la expresión más acabada de lo lúdico que se materializa en piezas únicas, sustancias a la mano que se transforman en una ventana hacia formas renovadas de entretenimiento y conocimiento. Pero la integración de un elemento material, un juguete, como centro de la actividad lúdica, da una nueva dimensión al juego. De inicio, da un color humano fundamental, de acuerdo con el psicólogo Juan Cabrera.

“El uso de objetos es un punto de partida fundamental en las dinámicas antropológicas. Entra en aspectos de supervivencia y aprovechamiento de los recursos del entorno, como en el uso de piedras como cuchillos primigenios o maderas como utensilios. El juguete es parte de la misma dinámica: permite compartir y da nota de la sociedad a la que sirve. En ese sentido, la tradición del juguete mexicano, tan asociada a una gama de colores, materiales muy específicos, símbolos y reglas muy diferenciadas, se presenta como una situación excepcional en el mundo”.

Para el antropólogo José Jaramillo, la tradición del juguete mexicano muestra un nivel de sofisticación que habla de la propia cultura mexicana en muchos niveles. “Una tradición de juguetes como la mexicana, que tendría parangones quizá con la alemana o la japonesa, reluce porque no sólo en los procedimientos para accionar estos juguetes está la misma noción de competencia, reglas y no pocas veces la cuestión matemática: hablamos de una vinculación única con los materiales y la forma artesanal con la que se les dota de «vida». Para una actividad lúdica basta cualquier material, una simple caja puede llevarnos a una dimensión rica de juego, pero en el trabajo artesanal hay una voluntad de dificultad, embellecimiento y de amplificar la dotación simbólica del juguete”.

Jaramillo se pregunta qué tanto dicen sobre nuestra propia cultura las evoluciones de un trompo o una pirinola, la familiaridad con el movimiento y la explosión de color asociadas al yoyo, el balero o la matraca. Además, destaca la disposición de convertir al juguete, por procedimientos propios del objeto, en un aparato capaz de proveer sensaciones de varios tipos a la vez -sonoras, visuales y, desde luego, táctiles- o la historia completa de una suerte de moderna cosmogonía mexicana cifrada en la lotería.

La tradición del juguete mexicano resalta por su apariencia -que incluso hoy es fetiche del coleccionismo y la ornamentación- por sus procesos de manufactura, la magia con la que un residuo alimentario como una hoja de maíz se transforma en una «interfase» entretenida y con nueva forma, lo cual también la integra a una idea de arte propio y bien fundado.

Pero quizá lo que más resalta de su vasta historia y modelos de composición, son las tramas que cuenta en su elocuente silencio, lo que sugiere sobre las voluntades de un pueblo, lo mucho de diversión y, siguiendo a Piaget, de libertad, que los artesanos del juguete mexicano han logrado extraer de materiales tan elementales y cotidianos a primera vista.

REFLEJO SOCIAL

Como sucede en los recetarios mexicanos, según indica Jaramillo, la tradición artesanal del juguete es producto del aprovechamiento residual de los materiales y de generar con el material que hay a la mano lo mejor posible. “Si decíamos que el juego es nuestra primera forma de relacionarnos con el entorno, el juguete mexicano refuerza esta vinculación, ya que los materiales suelen ser muy característicos de las regiones donde más se producen, aunque en general se trata de materia prima que es muy abundante en todo el país”, señala Eduardo Rivas, coleccionista.

Los materiales más comunes son el carrizo y el tule, entre otras maderas, para los objetos más complejos como el yoyo, el trompo, la matraca, el balero, la pirinola, instrumentos musicales, entre otros; la hoja de palma sirve para juguetes como el célebre «atrapanovias», un dispositivo que literalmente atrapa los dedos de un jugador cautivo, quien entre más ejerce presión para zafarse, más se aprisiona; con este material también se hacen rehiletes, algunos tipos de muñecas y hasta utensilios de uso común como sombreros.

Otros materiales de aprovechamiento residual utilizados son el barro, el totomochtle, fibras derivadas de actividades de hilado e incluso los colorantes generados en algunas regiones a partir de plantas e insectos. En México nada se desaprovecha, y la tradición artesanal del juguete supo tomar partido de todas aquellas materias primas que ya formaban parte de la producción doméstica del país.

Ese es otro factor que distingue al juguete mexicano, según Rivas: que si bien el calificativo «artesanal» nos da una nota de sus mecanismos de producción, lo cierto es que su origen es decididamente doméstico, con pequeñas producciones muy singularizadas antes de que se crearan talleres para su reproducción en serie; por otro lado, el propio procedimiento de juguetes como el yoyo, el trompo y el balero, exige acabados singularizados y a mano, que garanticen el funcionamiento pleno del dispositivo.

Otra dimensión del juguete mexicano es aquella que retrata pasajes de la trama social. Los dioramas, generalmente hechos de barro y cerámica, son el ejemplo más claro. Básicamente se trata de la ilustración «material» y a escala de un episodio o escenario común, como la cantina, una fiesta patronal, un evento colectivo o un espacio mucho más íntimo pero cotidiano como la cocina. En este juguete vemos personajes y piezas del espacio recreado, una estampa de la vida mexicana reformulada con detalle tras pasar por el tamiz de la imaginación.

Uno de los acervos más grandes de dioramas, recopilado en varias regiones del país, es la perteneciente a Carlos Monsiváis, y que ahora se expone por temporadas en el Museo del Estanquillo de la Ciudad de México.

En ese mismo orden, tenemos a los juguetes de madera, que también reflejan o buscan ser una representación de la realidad. Quizá el ejemplo más popular sea el juguete en el que aparecen dos boxeadores sobre un ring, mismos que pueden ser manipulados por medio de un dispositivo mecánico para dar la apariencia de estar en plena pelea.

De acuerdo con Rivas, muchos de los mejores juguetes de este tipo se siguen generando en los talleres del país y tal vez su plaza mayor para exhibición y venta es el Mercado Juárez, de Guanajuato, dedicado por completo al juguete mexicano artesanal; otro espacio de envergadura es el municipio de Quiroga, en Michoacán, donde los artesanos que trabajan madera y otros materiales, venden su trabajo de primera mano, aunque este espacio no es sólo para juguetes.

RETRATO MAYOR

De la amplia gama de juguetes mexicanos, el que más destaca por su popularidad, su costo ínfimo, la facilidad para su creación y operación, además de la vigencia que aún tiene entre las familias del país, es la lotería. Basada en los juegos de azar europeos, este juego llegó a ganar personalidad nacional por mérito propio.

“La lotería mexicana concentra el más acabado imaginario social del país, con su buena dosis de caricaturización y humor. En sí mismo es una cosmogonía. Una tabla de la lotería podría contar una historia completa, además de que su exposición plástica parece también sugerirse como una asimilación, desde luego no tan sofisticada, de las tradiciones más nacionalistas del arte nacional”, asegura el antropólogo José Jaramillo.

Para el psicólogo José Juan Cabrera, la lotería es ciertamente una de las mejores estampas de la vinculación entre el juego y el entorno en el que acontece, pero considera que en particular con ésta, hay vinculaciones en muchos niveles y con importantes implicaciones.

“Está el juego en sí, pues siempre es revelador conocer cómo los pueblos conceptualizan el azar y cómo es su abordaje del mismo; está el asunto de la imagen, cuyo nivel de representación ha sido descrito y analizado ampliamente, y hoy muchas de sus postales siguen siendo ilustrativas de la cultura mexicana, pero hay un ámbito más: cómo se canta la lotería, el ingenio con el que se llama al azar ante la presentación de cada tarjeta, no pocas veces sin albur”.

Jaramillo complementa que hay otras situaciones «de procedimiento» que llaman la atención respecto a la lotería, como el hecho de que se jugaran por primera vez en ferias o en salones; asimismo, destaca el valor de la convivencia social, sin dejar de señalar que en estas prácticas hay un sentido pecuniario.

“Es interesante la combinación de factores: un imaginario visual que complejiza la idea de lo mexicano (las tarjetas de la muerte y el diablo son aún enigmáticas, más cuando se canta su salida); la forma en que se canta, la conceptualización del azar por medio de una gama de personajes entre los cuales no todos son bienvenidos. Finalmente, el juego con motivos de apuesta y socialización. En todo el engranaje de la lotería no sólo hay postales o retratos del país, sino que incluso en su procedimiento se filtran posibles sentidos de urgencia. Creo que nada refleja tanto a este país como ese juego”.

INDUSTRIA DIVERSA

Desde mitad del siglo pasado, el juguete típico mexicano entró con camino mejor allanado a los pabellones del coleccionismo, del arte popular, incluso en las «revisitaciones» del contemporáneo y hasta como objeto ornamental, valorado en ciertas apuestas de interiorismo.

“Como tal, esta tradición no ha llegado a generar una industria. De inicio, porque ha mantenido y refrendado sus procedimientos artesanales, los acabados a mano, el sentido del detalle. Además, ha perdido oportunidad de competir porque, primero, nunca se propuso posicionarse en ese sentido; segundo, porque el juguete mexicano es casi una derivación de otras actividades que podríamos llamar «primarias» y, por último, esta tradición ha cambiado su valor de uso: de objeto de entretenimiento a fetiche”, afirma el coleccionista Eduardo Rivas.

En cuanto al ámbito del juguete mexicano como «derivado», se refiere a que el sector artesanal mexicano sí ha derivado en una industria mucho más rentable, aunque sin traicionar, en la medida de lo posible, sus procesos de manufactura, pero dirigida con fortaleza hacia el sector de muebles, ornamentación, ropa, textiles y enseres cotidianos.

Por otro lado, se trata de una industria absolutamente tomada por la sofisticación industrial y la apuesta mercadológica. Barbie fue el paradigma universal del juguete exitoso en el siglo XX, y durante los últimos años las plataformas tecnológicas como modalidades de entretenimiento han ido cobrando mayor fuerza.

“La verdad es que esta tradición ha terminado por perfilar un país que tiene talento para la generación de juguetes y dispositivos lúdicos. En el siglo XX, dominaron tres empresas mexicanas en lo relacionado al consumo doméstico de juguetes, aunque ya abandonados los modelos típicos, incluso una de ellas fue absorbida por un corporativo transnacional”, afirma el sociólogo Daniel Juárez.

Respecto a este tema, la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete, estima que nuestro país está entre los primeros cinco productores a nivel mundial, con mayor participación de empresas extranjeras que han sentado sus reales en el país, salvo por algunos casos que se mantienen a flote como Apache o Mi Alegría.

Asimismo, la economista Marina Domínguez indica que persisten las pequeñas industrias que producen algunos juegos de mesa muy populares, muchos de ellos «tropicalizados» por la cultura mexicana, y que por sus materiales logran ser industrias rentables, aunque pequeñas, con bajos costos de producción, como las que aún imprimen barajas y tablas de lotería, serpientes y escaleras, el juego de la oca y el turista mundial.

Aunque esta producción se halla fuera del esquema típico, se da por sentado que este panorama fructífero es continuación de la misma tradición que inició con los trompos, baleros y yoyos, objetos base de la riqueza imaginativa de los artesanos mexicanos hacia el juego.

En el mismo sentido industrial, concluye Juárez, el juguete típico mexicano no persiguió un esquema de competencia, y en todo caso, se convirtió en un subsector de ramos con mayor potencial de rentabilidad, como el mueblero. “El impulso a la industria del juguete típico es más bien de orden cultural y, casi diríamos, moral. Los niños no tienen acceso a estos juegos en una dinámica de consumo, y sospecho que esto no es producto de un rezago respecto a ofertas más sofisticadas o provocadas por alguna suerte de bache o contingencia económica. Yo pensaría que siempre fue más un derivado cultural que una oferta de entretenimiento”, afirma el sociólogo.

No obstante, la economista Marina Domínguez afirma que la industria juguetera típica sí podría estar al centro de economías hiperlocales, quienes también impulsarían la venta de estos objetos desde otro valor de uso: cultural, souvenir turístico y en su oferta llana como artesanía.

“Varios municipios de Michoacán subsisten, incluso con ciertos potenciales, a partir de la oferta de artesanía, desde la manufactura de guitarras, esferas navideñas y un amplio sector dedicado a la talla en madera tanto de muebles como de ornatos y, desde luego, artesanías. Además, hoy sabemos que una parte considerable de estos productos tiene destino en mercados europeos y se tasan bien entre coleccionistas del mundo”, señala.

LEGADO CULTURAL

Como se mencionó antes, ante la avanzada de juguetes importados, con mayores índices de producción, penetración de ventas y promoción para su consumo, el producto artesanal mexicano volcó su sentido de supervivencia hacia la reivindicación de su valor cultural.

Pero esta revalorización, según la economista Domínguez, habría estado precedida de un estado de crisis considerable.

“La proyección de estos objetos como piezas de colección también se derivó de cómo se fue acortando su producción. Bajó la oferta. Muchas de estas piezas se dejaron de producir en algunos casos, escasearon, y se privilegió el uso de la materia prima para otros artículos con mayor rentabilidad; los mercados se hicieron más pequeños, hiperregionalizados, y eso provocó una mejor valoración económica y cultural”.

Esta condición habría terminado por especializar y refinar el arte del juguete típico mexicano, pues la falta de producción masiva habría dejado la creación en manos de unas cuantas familias o sociedades, si bien hay algunas piezas que son más susceptibles de repetición técnica y que proliferan en talleres ocupacionales.

Actualmente, estos artefactos son piezas centrales en diversos museos de culturas populares; entre estos, una de las colecciones más vastas y diversificadas se encuentra en el Museo de Culturas Populares del Instituto Mexiquense de Cultura, ubicado en la Ciudad de Toluca, y que cuenta con un acervo de más de 320 piezas, más sus variaciones. Esta colección busca enfatizar el papel de los artesanos mexiquenses en esta tradición artesanal, pues dicha entidad, junto a Michoacán y el Distrito Federal, es tanto pionera como continuadora de esta tradición.

La capital del país cuenta con dos acervos mayores sobre estos objetos: uno de ellos se halla en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, ubicado en el antiguo edificio de los bomberos en la calle 16 de septiembre. Este recinto cuenta con una tienda en la que se ofrecen algunas nuevas versiones de piezas que estaban casi en extinción, como las muñecas de carrizo, los dioramas, figurines de barro y hasta reinterpretaciones de la lotería.

Con mayor nivel de especialización y dedicado exclusivamente a este arte, se alza el Museo del Juguete Antiguo México, ubicado en la defeña colonia Doctores, y que consta de seis salas temáticas. Se trata de un acervo reunido a lo largo de 55 años, con piezas recuperadas en tianguis y anticuarios, que exhibe piezas como: carros a escala hechos a mano, alcancías, juguetes «piñateros», trenes, locomotoras, juegos de mesa, muñecas, luchadores de plástico, bicicletas, baleros, trompos, yoyos, juegos de té, entre otros.

Otro acervo de importancia que también se encuentra en la capital, es el perteneciente a Carlos Monsiváis, hoy resguardado por el Museo del Estanquillo, ubicado en el Centro Histórico. En realidad, este recinto alberga diversas colecciones relacionadas con el arte popular mexicano, y la colección de juguetes es sólo una de las muestras de una compilación más general y extensa. Entre las colecciones destaca la dedicada a los dioramas, que fue utilizada como exposición inaugural del recinto.

Finalmente, el más amplio de los acervos conocidos es el que alberga el Museo del Juguete Popular Mexicano, ubicado en San Miguel de Allende, Guanajuato, que cuenta con una colección de más de mil piezas; valga decir que el propio Mercado Juárez de la Ciudad de Guanajuato, es básicamente un museo y está entre los pocos espacios donde existe una vinculación directa entre los cada menos numerosos productores.

TRADICIÓN VIVA

Fuera de los acervos, las instancias de gestión cultural también han buscado incentivar la producción y continua celebración del juguete mexicano; la red Fonart, subdependencia a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social, ofrece en sus tiendas estos juguetes y vincula directamente a los artesanos con el consumidor potencial. Asimismo, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes impulsa un concurso anual dedicado exclusivamente al diseño de juguetes típicos.

“Desde la insurgencia de estas colecciones y del interés extranjero por estos objetos, se ha hablado de una resucitación del juguete mexicano, pero yo pienso que no hay tal: la producción cultural sigue y florece a pesar de cualquier impulso comercial o política pública. El juguete mexicano aún tiene mucho qué decir sobre nosotros, los diseños se renuevan y la manufactura se sigue enseñando de generación en generación en las familias”, afirma Daniel Juárez.

El coleccionista Eduardo Rivas señala que el trabajo de diseño no se ha detenido: los artesanos no se dedican a hacer variaciones de las mismas piezas clásicas como el balero o el yoyo, sino que generan nuevos objetos de talante lúdico, pero cada vez más dirigidos hacia la apreciación estética.

“Sucede que estos mercados sí son cada vez más restringidos. Los coleccionistas y dealers, por llamarlos de alguna forma, se vinculan directamente con el productor. Se comisionan obras y se especializan los pedidos. El mercado existe, la producción no para, pero en cierto sentido es cada vez más cerrado, para entendidos o para las regiones que producen. Esto no está mal, yo siento que este nivel de especialización ha llevado al juguete típico a su pedestal natural, cada vez más cercano a una manifestación artística que a una mercancía”.

Según Rivas, incluso las familias dedicadas a la creación de muñecas o marionetas con base en madera, palma y hojas de maíz, han llegado a niveles de perfeccionamiento que los equipararían con las escuelas europeas, pero su difusión es mínima y reservada por la propia dinámica del coleccionismo.

“De cierto modo, el juguete mexicano va a seguir siendo un subproducto, en el sentido de que nace de los remanentes, del aprovechamiento de materiales, como una derivación del trabajo artesanal que en México es imparable, y así continuará porque vincula comunidades. Personalmente, creo que a esta manifestación no le conviene buscarse un sistema de impulso mercantil o de competencia, porque ciertamente se queda corto ante el desarrollo tecnológico, pero sobre todo porque el trabajo artesanal se rige por reflexiones culturales, vinculaciones sociales, impulsos creativos derivados de una historia y tradición, mientras que en la industria hay producción sometida a estudios mercadológicos y necesidades de consumo. Sin duda, nos gustaría que estos artesanos vivieran mejor y tuvieran una remuneración justa por su creatividad y aporte cultural, pero llevarlos al mercado no me parece lo más apropiado”, señala el antropólogo José Jaramillo.

No obstante, en sus condiciones actuales, tan sólo por el interés global y el apetito de los coleccionistas, el juguete típico genera ganancias importantes. Según la Asociación Mexicana del Juguete, esta industria exporta un estimado de mil 300 millones de dólares al año en términos globales, cifra que implicaría poco más del treinta por ciento de participación de los productores artesanales.

Aparte estarían las inversiones de universidades extranjeras, sobre todo las academias dedicadas a estudios internacionales, culturales y antropológicos, que gastan sumas importantes para generar acervos propios.

“Con todo esto, se estima que hay una actividad viva, aunque en este esquema transaccional hay instancias intermediarias y corredores que se quedan con una parte de las ganancias, y por ahora no sabemos con certeza la situación de los productores en esos términos”, indica la economista Marina Domínguez.

Lo que sí es indudable es que el juguete típico mexicano vive una de sus mejores etapas en cuanto a valoración cultural, y sigue enviándonos mensajes fundamentales respecto al conocimiento del entorno, aprovechamiento de materias primas, perfección artesanal, además de una cátedra sobre los usos de la imaginación, el color y el juego como actividad primaria para que una sociedad se conozca a sí misma.

Correo-e: fonsonava@gmail.com

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

El juguete tradicional mexicano

Clasificados

ID: 940542

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx