Siglo Nuevo

Culto al cine: De la Iglesia

El maestro de la comedia terrorífica

Balada triste de trompeta, 2010.

Balada triste de trompeta, 2010.

Miguel Báez Durán

Álex de la Iglesia no es un director para la mayoría. En muchas ocasiones la crítica cinematográfica ha clasificado su obra como de «culto». Esto por lo peculiar de su humor negro, los efectos hilarantes de su uso de la violencia y, por debajo de la macabra y sangrienta sonrisa, la crítica social tan ácida como contundente.

A lo largo de dos décadas este bilbaíno se ha establecido como uno de los referentes obligados del cine hecho en España. Aunque a lo largo de su filmografía tenga unos trabajos más convencionales que otros (y si acaso un error garrafal), el cineasta bilbaíno nunca ha traicionado su particular estilo a pesar de las ofertas venidas desde la península ibérica.

SIN DESCANSO

El 2010 resultó ser un año muy movido para el director español nacido en Bilbao. Desde septiembre -mes en que ganó el León de Plata al mejor director en Venecia- hasta su discurso de despedida como presidente de la Academia de cine en la ceremonia de los premios Goya, en febrero de 2011, uno pensaría que el cineasta se tomaría un descanso. No fue así. De inmediato comenzó su siguiente largometraje, protagonizado por Salma Hayek, titulado La chispa de la vida. Pero fue en el crédito anterior, Balada triste de trompeta, donde logró reivindicarse con sus seguidores más acérrimos, después de aquel desastroso enigma que significara el filme de suspenso Los crímenes de Oxford.

Vale la pena el recuento de su carrera. Mirindas asesinas (1991), guión que luego se convertiría en corto hilarante con el actor Álex Angulo, llama la atención de Almodóvar. Es su productora “El Deseo” la que se encargará de volver realidad el primer largometraje de Álex de la Iglesia: Acción mutante (1992), una comedia que no niega en ningún momento su carácter de ópera prima. Mirando hacia un futuro no muy lejano, en dicha cinta, un grupo terrorista de inválidos y espantajos se alían para secuestrar a la bella hija de un magnate, arruinando así la boda del año. Grito de batalla y contestataria crítica a base de carcajadas de un universo cada vez más vacuo y superficial -aunque en momentos se presente como el pataleo de un adolescente ante la sociedad que lo margina- el lema de Acción mutante sería “que se mueran los ricos, guapos y famosos”.

Unos años después aparece El día de la bestia (1995), crédito con un humor y tono similares al de la ópera prima. Luego de recuperado el aliento tras lo que podría verse desde los sectores más conservadores como una infantil y sacrílega provocación, éste semeja ser un filme mucho más logrado y perdurable que el anterior. Los profetas apocalípticos, esos que seducen las mentes de muchos incautos, se constituyen como el principal motor de la risa y, a su vez, del comentario ácido aunque no por ello falto de inteligencia.

DESDE BARDEM HASTA MAURA

Toda la rebeldía y la explosión de la sangre son puestas en un plano internacional con Perdita Durango (1997), basada en la obra de Barry Gifford y protagonizada por el entonces no tan reconocido mundialmente, Javier Bardem. Hacia el final de los noventa, Álex de la Iglesia ya era un director de culto en serio. Luego, llega un período de mayor mesura, aunque el humor violento y las referencias a la cultura popular sigan estando presentes en su filmografía.

A lo largo de Muertos de risa (1999) Nino y Bruno -dos exitosos comediantes de los años setenta que se odian jarochamente detrás de cámaras- se tornarán mucho después en el antecedente de los dos payasos del circo en Balada triste de trompeta.

Carmen Maura se convierte en la ambiciosa musa del director gracias a La comunidad (2000). El enemigo a vencer será un grupo de vecinos que ha esperado años para que un anciano ganador de la lotería muera y así ellos se hagan de su fortuna. Eso hasta que una agente inmobiliaria (Maura) se les cruce en el camino. La Maura repite en 800 balas (2002). Este título no sólo se erige como la primera cinta autoproducida del bilbaíno por su compañía “Pánico”, es también deleite especial para aquellos que, como él, crecieron con las películas de vaqueros. Un antiguo doble de estas cintas interpretado por Sancho Gracia se obstina en perpetuar sus glorias pasadas en un pueblo de ficción cerca de Almería.

FERPECTO, NO PERFECTO

Y finalmente se da la nota alta de Álex de la Iglesia con Crimen ferpecto (2004), filme donde un empleado mujeriego de tienda departamental (Guillermo Toledo) es víctima de chantaje erótico gracias al espionaje de una fea (Mónica Cervera). Tal vez Crimen ferpecto sea su largometraje más aceptable para el gran público. Aunque sin traicionar sus temas cercanos como, una vez más, la condena al consumismo y a los estándares actuales de belleza. Pero de esa joya del humor negro, el director pasa a una historia en otro idioma, ubicada en otro país y con un reparto anglófono.

Los crímenes de Oxford (2008), thriller pseudoerudito al más puro estilo de El código Da Vinci, resulta su fracaso más estrepitoso, la cinta más decepcionante en la hasta entonces consistente y casi impoluta carrera del realizador.

Como premio para sus seguidores, Álex retorna a temas y espacios más familiares con Balada triste de trompeta (2010), primer filme que no escribe al lado del guionista Jorge Guerricaechevarría. Además, es el primero donde concede un protagónico al actor Antonio de la Torre (Paco, en Volver de Almodóvar). Eso después de haberla hecho prácticamente de figurante en otros filmes del director como El día de la bestia y La comunidad. La película lleva al máximo todo lo aprendido a través de los años. Aquí se nota un presupuesto mayor, donde se combinan, claro está, la desmesura violenta de su primer período con la crítica subyacente y divertida del segundo.

PAYASOS ASESINOS

Al comienzo de Balada triste de trompeta, se establecen vínculos con la reescritura paródica de los anales históricos. La primera escena presenta un circo donde dos payasos, intentan hacer reír a los niños durante la Guerra Civil. Uno de ellos, el payaso tonto (Santiago Segura) es llevado por los republicanos frente a los ojos de su hijo Javier, para que pelee con ellos. De ahí, tras un sangriento asalto con machete contra los franquistas, el payaso es capturado por el enemigo y encarcelado. Luego de recomendarle a su hijo la opción de la venganza a través de los barrotes, el joven retraído actúa y le queda así una marca de por vida. Todo esto intercalado con una de las secuencias más geniales de créditos del cine hispano. Pasan los años. Son los setenta ahora. Javier (Carlos Areces), el hijo del payaso tonto, ha crecido para ingresar a un circo donde será, a diferencia de su padre, el payaso triste. Sergio (Antonio de la Torre), su jefe y quien sí hace el papel del payaso tonto, le dice amenazante que si él no fuera payaso sería un asesino.

Entre los dos hombres tan dispares -uno tímido y el otro extrovertido, uno en apariencia tierno y el otro irascible- estará Natalia (Carolina Bang, actual pareja del director), la atractiva acróbata.

Plena de nostalgia por estar ubicada en los años de la juventud del bilbaíno, la trama se hila con este triángulo amoroso entre el triste, el tonto y la chica de la banda. La comicidad, además del reparto, también tiene como cómplices las referencias históricas y la cultura popular (la mordida al generalísimo en un día de caza, la inserción de la melodía interpretada por Raphael que le da su título a la cinta). De Balada triste de trompeta hay que destacar el ritmo trepidante y la potencia infalible para entretener. En esos aspectos, De la Iglesia se encuentra en excelente forma.

CONTENCIÓN Y DESMESURA

Ante la desmesura viene de nueva cuenta la contención. La trama de La chispa de la vida (2011) gira en torno a un publicista desempleado (José Mota) que, tras un accidente dentro de unas ruinas romanas acabadas de descubrir, se transforma en un fenómeno mediático. Con la ironía y la desesperanza muy en el tono de Ace in the Hole (1951) de Billy Wilder, De la Iglesia logra hilar un filme pequeño pero no insignificante. Además de que en su colaboración con Salma Hayek (aquí como la esposa mexicana del publicista) se concreta uno de los trabajos tan discretos como óptimos de la actriz.

De la Iglesia no tarda mucho en volver a las andadas. Su tan esperpéntico sello se halla una vez más presente en los avances de su más reciente crédito Las brujas de Zugarramurdi (2013). Esta historia, en la que dos asaltantes son víctimas de un aquelarre, se estrena en España en septiembre de este año.

Sea el suyo cine de culto o un culto al cine, lo cierto es que ya nadie negará que quien hace dos décadas comenzó como el chico travieso del cine español, ha construido una obra robusta, importante y trascendente, una filmografía reivindicatoria del humor y, más en específico, de lo que él llama jocosamente la «comedia terrorífica».

Acción mutante, 1992.
Acción mutante, 1992.
800 balas, 2002.
800 balas, 2002.
Crimen ferpecto, 2004.
Crimen ferpecto, 2004.
La chispa de la vida, 2011.
La chispa de la vida, 2011.
Las brujas de Zugarramurdi, 2013.
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