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Activos, pasivos o la relatividad

SEXUALIDAD

Activos, pasivos o la relatividad

Activos, pasivos o la relatividad

Psicólogo Sexólogo Silvestre Faya

La privacidad de la recámara es el escenario donde los miembros de cada pareja van a descubrir cuál es su rol predilecto: ser activos o pasivos a la hora de la pasión. La igualdad o la diferencia en este renglón pueden resultar decisivas para el éxito de su vida sexual.

De manera cotidiana se etiqueta como activo a quien toma la iniciativa en el lecho y pasivo a quien se deja hacer y conducir.

Si bien durante la etapa de conquista existe un periodo de atracción recíproca que motiva a dos personas a acariciarse de manera excitante casi todo el tiempo, posteriormente, cuando la pareja ya se dispone a compartir una vida sexual, sale a relucir cuál es el comportamiento de cada uno en la alcoba. Es durante ese periodo de conocerse en la intimidad donde se llega a descubrir la conducta erótica del compañero.

Hay que reconocer que por lo general un mismo par de amantes alterna estos roles y los goza. Otros prefieren mantener siempre el mismo papel y son felices así. Sin embargo también existen individuos cuya preferencia domina hacia uno u otro extremo y en ocasiones su contraparte no logra congeniar esto con su propio estilo.

NO LO IMAGINABA ASÍ

Cada pareja atraviesa por un proceso paulatino de hallazgo y compenetración de sus hábitos y conductas, incluyendo el tono e intensidad que prefieren en el terreno erótico.

Esto no es algo que deba aclararse ni explicarse en busca de ser o no comprendido. De ninguna manera es necesario avisar en dado momento de la relación “soy pasivo” o “soy activo”. La intimidad por sí sola irá llevando a cada uno a sacar conclusiones. Habrá que recordar que la compatibilidad en una relación siempre se construye, no está dada.

Es posible que el hombre o la mujer gusten de intercambiar esos papeles. Es posible que no. Lo que no ocurre es que de la noche a la mañana alguien activo se convierta en pasivo, y viceversa.

DOS MANERAS DE GOZAR

Como seres humanos la tendencia es a repetir conductas y a establecerlas como norma. Quien disfruta siendo pasivo, apacible, por lo general tiene un estilo sexual también tranquilo, convencional, y rara vez sorprende a su amante... es predecible.

El activo (hombre o mujer) se inclina por buscar nuevas sensaciones y por no sentirse amenazado ante experiencias incluso riesgosas. Cuando en una pareja las dos personas son así, suelen ser practicantes frecuentes de fantasías que incluso pueden llevarlas a meterse en problemas en el afán de ponerle más emoción a su intimidad, por ejemplo si son sorprendidas teniendo sexo en algún lugar público o si acostumbran el coito sin protección.

Una manera de identificar quién es activo, es la percepción que tiene del ritmo, pues exigen cierta cadencia de su compañero: “Mi marido no sabe moverse. Únicamente me penetra y se mueve como robot. Nunca tengo orgasmos con él, necesito masturbarme porque si le digo se molesta y dura semanas sin tocarme” se lamenta una joven de 35 años de edad y 10 de matrimonio. “Las mujeres que bailan bien tienen un alto sentido del ritmo y saben guiarte hasta la excitación”, afirma un varón de 40.

La búsqueda principal del intercambio sexual es encontrar el placer extremo del orgasmo. No es mejor ni peor ser activo o pasivo. Y tratándose de estos roles, hay varias posibles combinaciones:

Activo y pasivo

En una pareja integrada por un pasivo y un activo, existen dos posibilidades. Una de ellas es que al ser diferentes se complementen de forma armónica, considerando que el activo tomará siempre la iniciativa (como le gusta) y el pasivo podrá relajarse y dejarse hacer (lo cual es preferible para él).

Sin embargo, otro escenario es que la persona activa se canse de tener que encender invariablemente el motor de arranque de la pasión de su contraparte. Si en algún momento ello le provoca tensión o angustia, podría presentar dificultad para mantenerse excitado.

Todo es cuestión de compenetrarse y aprovechar que cada uno puede hacer lo que más le llena; de hacerlo así, la relación irá viento en popa. De lo contrario la diferencia se volverá un conflicto y acarreará complicaciones como pérdida de la erección, eyaculación prematura o bajo deseo en el varón, o dificultad para excitarse y una escasa o nula lubricación vaginal en la mujer; o en ambos la súbita desaparición del deseo, aun estando ya en medio de un encuentro. También en consecuencia, la autoestima del pasivo se pone en juego frente a las demandas del activo, llegando muchas veces a la equivocada conclusión de estar mal por no aguantarle el paso.

Activo y activo

Una relación en donde ambos son mechas de dinamita sexual el conflicto puede ser ponerse de acuerdo para alternar los papeles de dejarse hacer y hacer por sí mismo, frente a los frecuentes intercambios eróticos que suelen tener.

Su problema principal estriba coordinarse para concretar las mutuas peticiones, respetando el deleite que cada uno busca en lo individual. De igual modo, el mayor obstáculo posible es la conducta egoísta que respectivamente podrían asumir al procurar en primer lugar su disfrute personal.

Aun así, las parejas formadas por activos suelen mantener un alto grado de compatibilidad en la recámara.

Pasivo y pasivo

Aunque a algunos les parezca extraño, esta también puede resultar una combinación satisfactoria. La vida íntima de dos pasivos no presenta demanda ya que los dos se sienten contentos con su ritmo e intensidad sexual, aunque sus encuentros sean esporádicos. De hecho el coito es casi siempre bajo acuerdo previo, algunas veces hasta con horario y duración establecida.

Las mancuernas pasivas pocas veces entienden los comentarios que hacen otros sobre la agitada actividad carnal que llevan. Consideran su propia agenda erótica como plena y no buscan ni desean innovaciones.

NO ES CUESTIÓN DE GÉNERO

Contrario a una muy común percepción, ni todos los varones son activos ni todas las mujeres son pasivas. Esta preferencia de roles es independiente del género. Como ejemplo, este diálogo extraído de un foro temático en Internet:

“Quiero mucho a mi novio, es un sol en casi todos los sentidos... pero reconozco que en la cama le cuesta probar nuevas cosas. Las pocas veces que hemos intentado algo distinto ha sido porque lo propongo yo, y lo noto incómodo con eso”, dice Pilar.

“Pues yo creo que casi todos son así, al menos de eso se queja la mayoría de mis amigas y también según mi experiencia los hombres son bastante rutinarios. Entiendo que de vez en cuando se sientan cansados y no muestren muchas ganas, pero cuando dicen sentirse ardientes no se nota realmente el cambio”, opina Elba.

“Es cierto que a veces uno quiere estar un poco más pasivo, pero no siempre. Al menos a mí sí me gusta tomar la iniciativa y poner en práctica todo lo que mi imaginación me diga, con el consentimiento de mi novia, por supuesto”, interviene Carlos.

“El mío sí necesitaría un empujoncito, es un comodino. Con frecuencia después de cenar o de tomar una copa me dan ganas de tener relaciones, pero ya ni digo nada porque si no nace de él, tengo que aguantarme a que lo haga con desgano”, apunta María.

“Yo quisiera que mi esposa pensara como ustedes; nuestra vida sexual es buena a secas, se niega a experimentar algo fuera de lo convencional; hasta con el horario es estricta, nada de hacerlo durante el día, nada de ser espontáneos”, remata Juan.

PLACER PARA COMPARTIR

No existe una fórmula infalible para disfrutar del éxito en el ámbito erótico. El hecho de que en una pareja ambos tengan la misma preferencia de ser activo o pasivo, no es garantía de que vayan a ser más felices. El amor que se profesen y la pasión que mantengan es lo que les facilitará conducir su relación hacia la dirección que ambos anhelan.

Muchos amantes acuden en busca de orientación profesional cuando consideran que su vida sexual no es satisfactoria. Un consejero y terapeuta puede ayudarlos de manera considerable aclarando dudas, disolviendo malos entendidos y ofreciendo ejercicios y técnicas que los ayuden a compaginar mejor sus preferencias.

No se puede conocer profundamente al compañero sino a través del diálogo constante y la frecuente convivencia sexual. Cometer errores respecto a lo que se cree que el otro quiere y lo que realmente pide, les ofrece a los dos la oportunidad de replantearse la intimidad.

Toda pareja construye un sistema único de conexión amatoria que con paciencia y comunicación honesta puede ser mejorado. Activos, pasivos, o intercalando roles, compartir la sexualidad es similar a ascender una montaña: al llegar a la cima se encuentra un nuevo desafío... existen más sensaciones por descubrir.

www.sexologosilvestrefaya.com

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