
Los mensajes del muro
Este año el muro de Berlín cumple medio siglo de haber iniciado operaciones, asumiendo su papel como la línea divisoria más peligrosa, emblemática y triste en la historia de la humanidad. Para quienes tuvieron que vivir a su alrededor surgieron dos alternativas. Una: la resignación. Otra: el derribo de la pared a través del único resquicio de libertad que estaba medianamente a la mano: el arte, convertido en una de las herramientas más eficaces para denunciar el terror y la opresión en la Alemania soviética. Y aunque el muro desapareció hace un par de décadas, junto a sus ladrillos se fincaron reflejos e inquietudes sobre la naturaleza social del arte en el mundo, los cuales todavía dejan sentir su impacto.
1989 es un año que la historia puede recordar por sucesos de los matices más distintos: el Dalai Lama recibió el Nobel de la paz; se inauguró la emblemática pirámide del Museo del Louvre; el ayatola Jomeini ofreció una recompensa a quien ejecutara al escritor Salman Rushdie; Estados Unidos fue azotado por el huracán Hugo y presenció el debut televisivo de Los Simpson; el PRI perdió por primera vez una elección estatal (Baja California), y México vio morir al máximo exponente del mambo, Dámaso Pérez Prado. Más allá de la trascendencia de esos u otros acontecimientos, hubo uno que la comunidad internacional contempló con especial atención. La noche del 9 de noviembre caía el muro de Berlín. Las imágenes de la gente cruzando de un lado a otro con una mezcla de euforia, incredulidad y desesperación, aún son abrumadoras.
Para quienes nacieron después de 1989 casi resulta incomprensible la idea de que por largo tiempo, una pared partió en dos a una nación como Alemania; y sin embargo la historia se escribió frente a los ojos de muchos de los que estamos presentes en este momento. Y permanece viva, junto a la evidencia de que lo ocurrido en la República Federal Alemana (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA), rebasó por mucho los límites de lo político. Porque el primer atentado contra el muro de Berlín fue el disparo de una cámara mientras un soldado brincaba el cerco. El segundo fue un embiste frontal: alguien tomó un marcador indeleble, se acercó al flanco oeste de la pared y escribió a los del este: Wir vermissen dich (‘los extrañamos’); el mensaje se volvió legión. El tercer ataque llegaría en 1989 poco antes del derribo del muro: miles de jóvenes berlineses en lo alto de la valla, bailando y cantando al ritmo de la música pop occidental.
El muro de Berlín fue el mayor símbolo de la Guerra Fría, la última alegoría de las convulsiones del siglo XX: dividió a una ciudad y con ello al mundo entero. La barrera parecía infranqueable por la mano dura que cuidaba su exterior (la Unión Soviética) y por la temible policía secreta que velaba adentro. Ante esa perspectiva, el arte fue la única opción para desafiar la pared; paradójicamente, sus 43 kilómetros se constituyeron en un lienzo inigualable, literal y simbólico, para la expresión artística. La caída de esa enorme barda fue en buena medida una consecuencia del bombardeo de mensajes que realizaron en varios flancos el arte berlinés y mundial.
ZEITGEIST
La efervescencia creativa a partir de la Berlín dividida es la muestra más documentada que tenemos, gracias a la relativa cercanía del evento, la tecnología y el testimonio de quienes pudieron ver de cerca el antes y el después del muro. Juan Villoro, escritor y agregado cultural en Alemania del 81 al 84, recuerda: “Yo fui a Berlín a ciegas, animado precisamente por la presencia de Lou Reed, de David Bowie, por la obra de John Le Carrè, por la novela Adiós a Berlín de Christopher Isherwood. Era, digamos, un Berlín cultural que yo vislumbraba a distancia, y efectivamente era una ciudad interesantísima en lo político, en lo cultural, pero sobre todo en el contraste del mundo comunista y capitalista, luego en sus difíciles procedimientos de reunificación”.
Y es que la tensión geopolítica originada por el muro se tradujo instantáneamente en una avalancha de actos creativos. El arte se consagró a recrear lo que los alemanes llaman zeitgeist: el espíritu de los tiempos.
De hecho el muro es contemporáneo de una fotografía que hoy es valiosa en su potencial artístico y como documento de la época de su levantamiento: Salto hacia la libertad (Leap into freedom, 1961) tomada por el fotógrafo Peter Leibing. La placa muestra el escape del soldado alemán Conrad Schumann, cuya misión era vigilar los trabajos de construcción del muro en la esquina de las calles Bernauer y Ruppiner. Esta foto fue integrada en 2011 al acervo Memoria del mundo de la Unesco; pero más allá de su carácter documental, la imagen sobresale por la armonía de su composición.
HÉROES DE UN DÍA
Una postal: el gran músico pop de vanguardia, en estado depresivo y en plena rehabilitación de heroína, mira por la ventana del estudio de grabación Hansa Ton y cree advertir la silueta de una pareja que escala sobre el muro; está nublado afuera, el alambre de púas pareciera ser la única vegetación crecida en ese suelo estéril. La escena saca al músico del letargo; toma su libreta y escribe lo que en apariencia es una balada. Entra al estudio y decide no controlar la voz, no restringir las emociones. Corre 1977. La canción es Heroes, el artista se hace llamar David Bowie. El tema, afirma su autor, quiere reflejar un paisaje interno de emociones bajas, una forma abstracta de retratar las experiencias personales que lo tienen en esa debacle anímica. Sin embargo, Heroes rompe esa barrera: se vuelve un himno e incluso mucho más: una muestra del zeitgeist mundial de tristeza y desesperanza, simbolizado por el muro de Berlín.
La canción conmovió corazones en el mundo entero; en la Alemania occidental el disco (homónimo) alcanzó el primer lugar de los charts. En su momento tuvo gran éxito en Inglaterra y Estados Unidos y aun ahora tiene el puesto número 46 en la lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos de la revista Rolling Stone. Más allá de esos logros, se le considera un tema capaz de hermanar a varias generaciones en un mismo espíritu.
Irónicamente, cuando Heroes comenzó a circular no sonó de forma abierta en el lado de la República Democrática Alemana. Pero en la Rusia soviética existía un procedimiento conocido como samizdat, que era la distribución sistematizada y discreta de publicaciones clandestinas, la cual se magnificó en Alemania por las nuevas tecnologías: había radiodifusoras encubiertas que lograban colarse en el espectro radioeléctrico de Berlín Oriental. Gracias a ello mucha de la música pop del momento (que incluye al rock y demás géneros, por más sofisticados y virtuosos que sean) llegó a la RDA y fue un instrumento valioso para compartir frustraciones y estados de ánimo.
El resultado de estas influencias se notó en una abundante escena de rock underground alemán. Curiosamente el rock no estaba prohibido en la RDA; desde luego había reglas: una explícita era la prohibición de hacer canciones en lenguas extranjeras; una implícita era la relativa a las críticas al sistema. Las bandas que se adhirieron a estas normas no prosperaron. Por otro lado, había más de 70 sinfónicas financiadas por el Estado. Así, en realidad si el rock no resultaba amenazante era porque el gusto musical de los alemanes del este era muy sofisticado.
No obstante, tras el derribo del muro gran parte de la atención mediática se concentró en la reproducción de concentraciones masivas en sitios icónicos de la ciudad: Postdammer Platz, la puerta de Brandenburgo o Alexanderplatz donde varios artistas pop realizaron conciertos conmemorativos. Quizá el más célebre fue la puesta de The Wall, obra de Roger Waters, en Postdamer Platz, tan sólo ochos meses después de la caída de la pared.
Y es que más allá de Heroes, antes y después de la demolición varias canciones han sido vinculadas de manera directa o indirecta con su existencia. Por ejemplo, el tema Looking for Freedom del estadounidense David Hasselhoff (más conocido por su faceta de actor de series televisivas como El auto increíble y Guardianes de la bahía) se convirtió en un popular fetiche del Berlín unificado, llegando incluso al número uno de las listas alemanas en el 89. Mientras que en el 90 la banda germana de metal Scorpions grabó Wind of Change, balada con tan buena aceptación que el mismo grupo presentaría una versión en español y otra en ruso.
La barrera inspiró música aún cuando su derribo ni siquiera se imaginaba. La trágica muerte del obrero Peter Fechter, la primera víctima del muro al ser acribillado cuando intentó saltarlo (y desangrado hasta morir porque de ningún lado hubo quien se animara a prestarle ayuda), originó la pieza para orquesta Mauermusik del finlandés Aulis Sallinen, y la canción Libre (1969) del cantante español Nino Bravo.
Son también distintivas canciones como Berlin (1973) de Lou Reed, o Nikita de Elton John (incluida en el distintivo álbum Ice on Fire de 1985), cuya letra retrata la historia de un hombre que vive en la RDA anhelando que el muro desaparezca, pues la mujer que ama se encuentra del otro lado. Asimismo el hit del grupo alemán Nena 99 Red Ballons (1982), una de las más pegajosas melodías pop de los ochenta, tuvo su inspiración en la muralla berlinesa.
La influencia del muro para la creación de esas y otras canciones es clara; sin embargo a menudo se cuestiona si a su vez esa música tuvo algún peso sobre la manera de pensar de las personas. No es sencillo medir los efectos de un mensaje que se difunde con tanta facilidad que enajena, o con tanta dificultad que en su clandestinidad causa la emoción superficial de la transgresión.
Sea como sea, la música pop de la época formó parte de la trama emotiva del muro. La concentración espontánea de la gente sobre el muro en noviembre del 89 y la apertura de éste, unieron muchas voces en una línea de Bowie: We can be heroes, just for one day.
REFUGIO PARA EL COLOR
Si hay una vertiente artística que se haya visto nutrida a partir del muro es el arte plástico, y en especial el de tipo urbano.
Los vigías del lado oriental tenían orden de disparar a muerte si alguien se aproximaba a menos de 10 pasos de la pared; por ello hasta su caída ésta mantuvo el mismo color grisáceo con que la RDA ordenó pintarla. En cambio al otro lado no quedó un solo centímetro en limpio: mensajes, dibujos, improntas, palabras en todos los idiomas: no hubo grafía mundial que no llegara a ser plasmada. Puede decirse que el grafiti no ha tenido un lienzo más a la medida que dicha pared. “El grafiti es un género en el que la elección del sitio es parte del mensaje pictórico; hay un nivel de profanación y a la vez apropiamiento del espacio público que es parte del subtexto visual”, asegura Veps, artista plástico. Quizá por ello una de las fracciones más coloridas fue la ubicada a la altura de una calle, la Bernauer. Del lado este, el segmento lindaba con una unidad habitacional y fue escenario de la mayoría de los intentos de escape o francos suicidios realizados por residentes de la RDA. En otras palabras, de un lado imperaba el tono gris, sólo salpicado de sangre; del otro el multicolor, el mensaje.
Emilie Trice, crítica de arte, ha definido al Berlín actual como la “Meca del grafiti”: “Los primeros grafiteros hicieron del muro un monumento a sus propias ideas y creencias; al intervenir el muro se apropiaban del lado de la ciudad que les fue arrebatado”. Salvo pocas excepciones, las expresiones sobre el flanco occidental fueron arbitrarias y sin técnica. Por ello “no se habla de un movimiento artístico, sino de un fenómeno de expresión social. La importancia real de estas intervenciones radica en cómo impactó a artistas posteriores y a movimientos del grafiti en el mundo”.
En lo que se refiere a esta vertiente del arte urbano, quizá la serie más emblemática sobre el muro es la que fue hecha por ELSNER: Maueraktion (titulada luego como Border Injuries, Heridas de la frontera), pieza de arte efímero, es un conjunto de tres obras hechas con pintura en aerosol sobre tela, montadas en paneles de acrílico transparente que luego fueron instaladas en segmentos del muro. Este serial fue originalmente realizado el 19 de julio de 1982 y los soldados soviéticos lo retiraron al instante, pero sería reconstituido y curado en 2009 para una exposición conmemorativa por el vigésimo aniversario de la caída de la barda.
Hoy existe una tradición importante de artistas urbanos que han hecho de Berlín una zona de interés para los entusiastas del grafiti. Autores como Evol, Herakut, MadC, Rusl, Maclaim, están hoy a la vanguardia del grafiti por su técnica limpia y efectiva, un refinamiento que seguramente nació de la necesidad: en los setenta, con toda la vigilancia militar, para quienes se atrevían a pintar en el muro era indispensable reunir precisión, velocidad y discreción.
Algunos críticos afirman que la insurrección del grafiti sobre el muro ha tenido un efecto más simbólico que de tradición artística. No obstante, los vínculos e influencias entre el desarrollo del grafiti mundial y el muro de Berlín están a la vista. El británico Banksy, por ejemplo, ha realizado algunas de sus obras más emblemáticas en muros similares, como sus famosas series en la franja de Gaza. Por su parte la germana MadC ha generado un proyecto que alude directamente al llamado “muro de la vergüenza”: asentó en el extrarradio de Berlín una pared exclusiva para grafiteros, a la que llama “galería al aire libre”, y cuyas primeras consignas están dedicadas a la valla divisoria de Berlín.
Cabe decir que el alemán Kiddy Citny fue quizá el primer artista urbano de prestigio que intervino el muro. Su obra ha hecho escuela en la tradición de grafiti neoyorquina y berlinesa y es fuente de influencia para muchos pintores contemporáneos. Segmentos de sus piezas sobre el muro se exponen en Austin, Texas y Seattle, Washington.
Es justo mencionar que el arte sobre el muro no sólo estuvo en manos de alemanes. Una nota del Washington Post afirmó que la célebre campaña Unhate de Bennetton estaba basada en el mural Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal del artista ruso Dmitri Vubrel, plasmado en el muro a partir de un beso que se dieron Leonid Brezhnev (primer ministro soviético) y Eric Honecker (primer ministro de la RDA). Otro caso es el del francés Thierry Noir, quien afirma haber pintado tres millas de la pared. Sus piezas, cercanas al grafiti pero ejecutadas con otras técnicas, figuran entre las más difundidas y se encuentran en diversas partes del orbe. Quizá la más famosa es una en la cual compartió una fracción de muro con Kiddy Citny y actualmente se encuentra en Nueva York, en la calle 53. Noir ha sido nombrado como influencia de diversos artistas visuales en el mundo.
Cabe decir que en 2009 una investigación sobre las piezas más conocidas del muro logró ubicar como autores a 120 artistas plásticos procedentes de más de 23 países. Esto confirma al muro como el gran lienzo del mundo, y como una influencia para la plástica internacional.
EL MURO EN LA MENTE
La creación plástica de los artistas alemanes y en particular los nativos de Berlín, merece una mención aparte. Tras la caída del muro algunos académicos presentaron el concepto de “el muro en la mente”: la inclinación de los berlineses a medir ventajas y pérdidas de la unificación. Es quizá en la plástica donde aún hoy sigue apareciendo esa división: todavía ahora existen dos academias de arte completamente separadas.
La Akademie der Künste en el occidente cumple 300 años y es la antigua academia de artes de Berlín. En el margen oriental, la Weißensee Kunsthochschule fue instituida por el gobierno de la RDA en la década del 50 y aunque es más joven no se dejó tocar por las vanguardias. De este modo, en el lado influido por el socialismo floreció la cultura clásica. Al otro lado del muro hubo un desarrollo de vanguardia que en buena medida ha guiado al arte contemporáneo mundial.
En la República Federal Alemana la producción artística siguió el curso del mundo capitalista: arte conceptual, arte electrónico, arte no objetual y la gran pintura alemana de los nuevos salvajes (Neue wilde). En cambio, en la RDA la producción artística siguió por los canales conocidos hasta principios del siglo XX -pintura, escultura y grabado; en estilo y temas, en general fue más cercano al realismo socialista soviético y al muralismo mexicano. De hecho Diego Rivera viajó a Berlín varias veces y tuvo alguna relación con artistas que trabajaban en la Weißensee. Todavía es posible ver en edificios de la antigua Berlín Oriental algunos murales donde se nota esa influencia mexicana.
De cierto modo, la tradición del este y la del oeste no se conocieron hasta la caída del muro. En el polo soviético, una tendencia como la de la RFA sería vista como arte ‘corrompido’ y retórico; en el otro extremo, la tradición de la RDA se vería obsoleta, rebasada. La llamada “escuela de Leipzig” agrupó en torno suyo a procedimientos de ambas tradiciones y espíritus. Su representante principal es Neo Rauch, el creador alemán más cotizado en la actualidad, cuyos tabuladores se equiparan a los de firmas tan valoradas como la de Damien Hirst.
Así, el arte plástico alemán manifestó un procedimiento maduro de reunificación, donde lejos de forzar una integración logró hacer convivir las diferencias en un marco de creatividad constante. Si se analiza a fondo, esa tensión fue parte del arte mundial durante la época del muro y persiste en la actualidad: la batalla de las vanguardias contra las tradiciones.
REFLEJOS BIDIRECCIONALES
Fuera de Alemania, tratándose de obras plásticas dedicadas estrictamente al muro de Berlín, además de la distinción entre rompimiento y costumbre, se dio otra disonancia: memoria histórica contra subversión.
En el primer caso una de las piezas más conocidas es Paisaje urbano (Strassenbild, 1991-1993) del canadiense Vincent Trasov, que recopila y monta en collage el cambio de nombre de 60 calles tras la caída del muro. La segunda línea es eminentemente norteamericana y surge en 1984 bajo el movimiento Culture Jamming, iniciado por Ron English, y consiste en dotar las imágenes publicitarias (advertising) con una nueva semántica (subvertising). Así, artistas estadounidenses como Alan Abel, Reverend Billy, Abby Hoffman, además de colectivos y anónimos, subvirtieron el contenido de logos o figuras de publicidad para llevarlos justamente al fin contrario: un movimiento anticonsumo.
En contraste, hoy en día se ha puesto de moda el communist chic: el uso de figuras icónicas para el comunismo en piezas publicitarias. Todo esto se vincula con el muro porque ya en él se había expresado la misma dinámica de subversión: tomar imágenes emblemáticas para los soviéticos y desacralizarlas. Como ejemplos pueden mencionarse la ridiculización de las figuras de Marx, Stalin y Mao en un segmento de la pared, además del ya mencionado mural de Dmitri Vrubel.
MEMORIA INDESTRUCTIBLE
En mayor o menor medida, el muro ha sido y seguirá siendo protagonista o figura trascendente en distintas manifestaciones del arte. La pantalla grande lo ha visto en cintas como Las alas del deseo (Der Himmel über Berlin, 1987) de Wim Wenders; El espía que vino del frío (The Spy Who Came in from the Cold, Martin Ritt, 1965), adaptación de la novela homónima de John Le Carrè, con la actuación de Richard Burton. O La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006) de Florian Henckel, ganadora del Óscar en 2007 a la mejor película extranjera. Hasta el director mexicano Ismael Rodríguez se vio tentado a abordar el tema en El niño y el muro, coproducción con España de 1965.
Las recreaciones y reinterpretaciones no cesan, y a menudo los aniversarios de la caída del muro son motivo de nuevas muestras artísticas, como la obra El desaparecido muro de Berlín del coreano Eun Sook, una instalación de luz y color colocada cerca de la Puerta de Brandenburgo en 2007.
En 2009, como parte de las celebraciones por el 20 aniversario de la demolición, la diversidad de expresiones se dejó ver incluso en campos como la moda, con la colección La ropa del muro, del berlinés Daniel Rodan; o la tecnología, con el sitio The Berlin Twitter Wall (www.berlintwitterwall.com), el cual permitió que usuarios de todo el mundo escribieran en una réplica online de la pared (a través del hashtag #fotw), y aunque ya no pueden hacerse aportaciones, las ‘pintas’ virtuales han quedado para la posteridad.
Más recientemente, en mayo, la artista bosnia Nada Prlja suscitó una fuerte controversia durante la Bienal de Arte de Berlín 2012 al montar su obra El muro de la paz, una pared de 12 metros de largo y cinco de alto, negra y con grafitis, plantada a la mitad de una calle. La pieza resultó ofensiva y de mal gusto para muchos, pese a que Prlja aclaró que su intención era mostrar la evidente desigualdad económica entre la sociedad, en este caso marcada por los dos extremos de una misma zona que de un lado alberga tiendas exclusivas y edificios lujosos y del otro un barrio humilde. Como puede verse el tema del muro es aparentemente inagotable y se presta a las más variadas traducciones.
Los procesos históricos no son rápidos ni sencillos, las cicatrices pueden punzar más que las heridas. “La recuperación de la memoria -expresa Villoro- es una dinámica necesaria para tratar de establecer una justicia que no existió en el momento de los hechos. Trabajar con la memoria para una sanación colectiva, acomodar el saldo de la guerra”. Tal es el objetivo del arte en general. Alemania demostró la fortaleza que debe tener una nación para exorcizarse y también probó que cualquier transición de esa naturaleza es indisociable de la creación artística.
Fuentes: Juan Villoro, escritor y periodista; Socióloga Daniela Martos, especialista en estudios culturales; Monji To, artista plástico; Veps, artista plástico; B.B., Steiner, George (The New Yorker, 1990); Border Injuries, ELSNER; The Heritage or Berlin Streer Art and Graffiti Scene, Arms, Simon (Smashing Magazine, 2011); El Mundo.