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El arte de la inmortalidad: vampiros

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El arte de la inmortalidad: vampiros

Ivonne Gómez Ledezma

Una vida eterna al abrigo de la oscuridad. Una mirada penetrante, capaz de persuadir y derrumbar la voluntad más firme. Y unos colmillos afilados y certeros. Cualquiera que sea su nombre, su identidad es inconfundible: es el vampiro, una criatura legendaria que desde hace siglos habita entre nosotros, deambulando entre la ficción y las creencias populares, siempre seduciendo a quienes se acercan a su mundo.

Todo el mundo sabe qué es un vampiro. Aunque en la actualidad no se hable mucho de las leyendas que protagonizan, suman millones aquellos que están pendientes de las narraciones que numerosos creadores han legado y continúan produciendo sobre el tema a lo largo de las décadas, desde los más diversos ángulos.

Leyenda o ficción, la inmortalidad del vampiro no puede ponerse en duda porque es innegable la presencia de esta criatura como una constante en la Historia. Más aún, su figura ha traspasado las barreras de lo intangible para volverse un objeto de consumo pues en diversos momentos (la época actual por ejemplo) se han vuelto el centro de un negocio de mucho colmillo, el cual no sólo genera ganancias en taquilla o mediante la venta de libros sino toda una oferta de merchandising que abarca desde figuras de colección y wallpapers inspirados en personajes, hasta toda la parafernalia necesaria para adoptar la imagen de un chupasangre, con ojos luminosos y prótesis dentales incluidas.

Sabemos qué son; pero tal vez no nos hemos preguntado qué nos domina tratándose de vampiros: ¿fascinación o terror? O si la atracción por los vampiros es sólo el gusto de unos cuantos ¿por qué su figura pareciera tener un carácter universal? Baste una comparación un tanto drástica para comprobar lo anterior: si tomamos una fotografía del futbolista más famoso en la actualidad y la mostramos a lo largo de los cinco continentes, la mayoría no sabría quién es o a qué se dedica; si en cambio mostráramos la imagen de alguien con colmillos, cualquiera podría identificar a quién representa.

Sin importar la imparable evolución científica y tecnológica y demás transformaciones, pareciera que siempre hay gente de diferentes edades, profesiones y nacionalidades, interesada en estos seres.

Si usted, como nosotros, alguna vez se ha cuestionado a qué se debe esa atracción, lo invitamos a explorar el camino trazado por los vampiros a lo largo de los siglos, a adentrarnos en su mundo y así entender qué hay detrás de su hechizo.

EL NACIMIENTO

En su minucioso ensayo La sintaxis del vampiro, el escritor Vicente Quirarte explica que la palabra vampiro procede del serbio wampira: wam, sangre; pir, monstruo; el término sirve para describir al muerto que, de acuerdo con leyendas de la Europa Central, regresa a alimentarse con la sangre -y, según ciertas variantes, con la carne- de los seres vivos que en vida estuvieron más próximos a él.

Más allá de la definición, el enigma de los vampiros inicia con su origen incierto. La bibliografía sobre estos especímenes es amplísima y aun los textos más respetados en el campo no logran unificar la exactitud de su procedencia. Hay leyendas que los mencionan desde las culturas asiria y babilónica; antiquísimas historias chinas, judías, tibetanas y árabes recogen la existencia de criaturas que tenían en común alimentarse de sangre humana.

Algunos historiadores consignaron que en el siglo XII se hablaba de la presencia de vampiros en las zonas cercanas a Irlanda, Escocia y también a la costa de Turquía, y se sabe que conforme pasaban los años, las crónicas de apariciones de estos seres se mantenían como una constante (con mayor o menor auge), aunque sería hasta el siglo XVIII que su figura comenzó a cobrar más relevancia gracias a su mención en textos que los señalaban como los causantes de numerosas muertes en distintos poblados. Poco a poco empezaron a ser abordados por estudiosos de la Filosofía y la Teología. Tal fue el caso del monje benedictino Dom Agustin Calmet, quien documentó testimonios en el manuscrito Tratado sobre los vampiros (Dissertation sur les revenants en corps, les excommuniés, les oupires ou vampires, brucolaques, 1751), lo cual le valdría numerosas críticas.

Otras personalidades que plantearon el tema fueron Rousseau, Léonne Allacci, Gioseppe Davanzati y Louis Antoine de Caraccioli. Mientras que Voltaire (uno de los detractores de Agustin Calmet) en su Diccionario filosófico (1764) dedica uno de sus apartados a los vampiros, enfatizando su no existencia y haciéndolos ver como una moda en extinción.

Aun en nuestros días siguen vivas las leyendas de vampiros como el croata Jure Grando, un campesino que murió en 1656 y que, se dice, comenzó a abandonar sus tumbas por las noches aterrorizando a los vecinos del pueblo de Kringa, sobreviviendo a ataques con estacas y crucifijos, hasta ser derrotado en 1672 mediante la degollación. Otros casos documentados fueron los de los serbios Peter Plogojowitz, Arnold Paul y Sava Savanović, quienes a mediados de 1700 habrían azotado varias aldeas, según creencias populares.

ANATOMÍA DE UN VAMPIRO

Pero ¿de dónde se supone que surgieron los vampiros? Es decir, ¿cómo es que un ser humano común termina convertido en un inmortal bebedor de sangre? Las teorías al respecto son varias: se dice que tal transformación era el destino de los suicidas, de los sepultados en tierra sin bendecir, del séptimo hijo de un séptimo hijo; o que un hechicero puede transmutar a alguien con una maldición; y por supuesto, está la manera ‘tradicional’: ser mordido por uno de ellos.

Tanto en leyendas como en obras artísticas, existen discrepancias entre las características de los vampiros, si bien hay algunas grandes constantes: fueron humanos, han alcanzado la inmortalidad y necesitan alimentarse de sangre.

Otros rasgos repetidos a menudo son la intolerancia a la luz solar (y que por eso dormirían de día, en impenetrables ataúdes) o al ajo; la incapacidad para reflejarse en los espejos o para cruzar el agua que corre (por ejemplo los ríos); la facultad de transformarse en animales como murciélagos y lobos o en nubes de polvo o niebla; la fuerza sobrenatural; el rechazo a los símbolos religiosos. Que no pueden entrar a un lugar a menos que se les invite, o de lo contrario morirán...

Sobre la forma de herir o ultimar a un vampiro, también desde las leyendas se ha hablado de distintos métodos que han ‘funcionado’ en algunos casos, en otros no, y que igualmente en la ficción se han insertado según la conveniencia de los autores: estacas de madera, espinas de rosa, dagas de plata, rayos solares, fuego, agua bendita, decapitación...

De su personalidad hay igualmente varias interpretaciones. Se les considera seres con sentimientos, aunque como expresa el escritor Bernardo Ruiz, “no necesariamente son los sentimientos más ejemplares; obviamente tienen un sentido de destrucción del género humano”. Mientras que la también literata Adriana Díaz Enciso refiere: “La gran tragedia del vampiro es que es alguien que tuvo la suerte o la desgracia de convertirse en inmortal, pero es un humano con todos sus conflictos”.

En general se habla del vampiro como alguien con una fuerte capacidad de seducción, con el poder de doblegar la voluntad de quienes le rodean, ejerciendo además sobre ellos una mezcla de atracción y temor.

Desde luego, es imposible no hablar del aspecto físico: mientras que los vampiros de las leyendas han sido descritos como cadáveres repulsivos (rostros demacrados y manchados de sangre, con los ropajes maltrechos, uñas largas y afiladas), a partir del Romanticismo se habló de ellos como seres atractivos, de aspecto refinado, reforzando su carisma. Más adelante, con la proliferación de filmes sobre estas criaturas, se consolidaría su belleza como un arma más para procurarse víctimas. Aun así no hay una sola apariencia, todavía siguen intercalándose vampiros guapos y entes repugnantes.

PERPETUA SEDUCCIÓN

Al no haber un ‘vampiro único’ ni en su aspecto ni en la manera de desenvolverse, resulta intrigante cómo ha persistido la atracción por él como una de las figuras favoritas de la ficción. Si bien no hay una estadística al respecto, puede afirmarse que de todos los seres de ultratumba es el más popular y sin duda el más recreado en la literatura y el cine. La suya es una presencia que lejos de pasar de moda, tiene un sitio bien afianzado en el gusto popular y más aún, en ciertos momentos pareciera intensificarse el interés hacia ellos.

En opinión de los especialistas, son varias las características que podrían ser determinantes para que los vampiros ejerzan ese ‘hechizo’ sobre personas de distintas épocas y edades.

Para algunos puede entrar en juego la idea de la inmortalidad: alguien vuelve del más allá, y hace a un lado el natural temor a morir que todo humano enfrenta en algún momento. Y los vampiros no sólo no mueren, sino que no envejecen, venciendo así a dos grandes enemigos de la humanidad: el miedo a la decadencia del cuerpo y la pérdida de la belleza.

De acuerdo con la Psicóloga Carolina Ramírez, plantear como posible que alguien no sólo viva para siempre sino que posea eterna juventud, vuelve sumamente atractiva la figura del vampiro. Además “en el imaginario popular, nunca son pobres, aman por siempre, trascienden a la vida y a la muerte, a pesar de estar usualmente asociados con fuerzas oscuras. Es una dualidad interesante”, indica.

Hay más. El Doctor en Psicología José Luis Valdez es autor de la Teoría de la paz o equilibrio; con base en dicha propuesta, la cual se enfoca en explicar el origen del comportamiento humano, explica que todos los mitos y sus personajes se vuelven muy atractivos pues cualquiera se sentiría seducido por la posibilidad de ser el favorito de una entidad identificada como buena, e igualmente de “tener la aceptación de un personaje de los mitos malos (en este caso el vampiro), que nos convierta en su protegido, nos cuide, nos salve de la muerte. Prácticamente no hay quien se le resista a estas posibles tentaciones, pues todos los egos buscan aceptación o heroísmo”.

Para muchos, la manera de alimentarse de los vampiros ejerce asimismo un encanto especial, aunque acaso un tanto culposo. Es decir, a nivel consciente a muy pocos les llama la atención beber la sangre de otro ser humano y sin embargo las obras de ficción nos han planteado este acto como algo muy íntimo, incluso dotado de una connotación erótica, tanto por el contacto físico como por lo que simboliza: en todas las culturas, en todos los tiempos, se ha visto la sangre como emblema de la vida. En ese tenor, no puede haber más cercanía que la de absorber la vida del otro a través de un “beso” extremadamente profundo.

Como apunta Quirarte: El vampiro conserva las características de los humanos, pero además consuma los deseos que nosotros, en nuestra limitada condición, apenas nos atrevemos a nombrar.

LETRAS ROJAS

Aunque el vampiro nace de las leyendas, es la literatura la que le dio mayor forma, permanencia y presumiblemente es el eje de su inmortalidad, pues de ella mana la mayoría de las historias que después han llegado a otras vías de expresión artística.

En su ensayo Antes y después de Drácula (1988), Bernardo Ruiz expone las primeras referencias de esta criatura en la literatura occidental, en tres poemas. El primero, Que los muertos descansen en paz del alemán Kasar Stieler; el segundo, Lenore (1773), de Gottfried August Bürger. El tercero y mejor logrado: La novia de Corinto (1797), de Goethe.

En la continuidad de los grandes no-muertos hallamos enseguida a Christabel (1797-1800), la vampira del poema homónimo de Samuel Taylor Coleridge.

En el género narrativo, para muchos es conocido el génesis del Frankenstein de Mary Shelley, concebido por su creadora como parte de un ejercicio efectuado durante una reunión en 1816, en la que también estaban presentes su esposo, el conocido poeta Percy Bysshe Shelley, además de Lord Byron y su secretario, John William Polidori. Mientras que Mary ideó al monstruo perfecto, Byron esbozó una obra que dejaría inconclusa, El entierro. Por su parte, Polidori dio forma a El vampiro, cuyo mayor acierto es la construcción de Lord Ruthven, inspirado por el propio Byron, conocido por sus dotes de seductor a tal punto que de él se decía la frase mad, bad and dangerous to know. Es ahí entonces, posiblemente, donde surge por primera vez el caballero atractivo, irresistible, que se volvería clásico.

Más vampiros inolvidables emergieron de las letras europeas. Como ejemplos encontramos Vampirismo (1821) de E. T. A. Hoffmann, o varios cuentos notables de Charles Nodier. Théophile Gautier dio vida en 1836 a un relato paradigmático, La muerta enamorada, en torno a la vampira Clarimonda. Alexei Tolstoi ideó La familia del Vourdalak (1839). De la misma época es Varney el vampiro o la fiesta de la sangre (1847), atribuido a Thomas Preskett Prest y a James Malcolm Rymer. Varney es probablemente el primer chupasangre en renegar de su esencia asesina. En 1886 Guy de Maupassant escribió El Horla, acerca de un vampiro psíquico que roba energía.

Es legendaria asimismo Carmilla, personaje central del texto del mismo nombre (1872), firmado por Sheridan Le Fanu y que sería de influencia decisiva para la suprema obra maestra sobre vampiros: Drácula, de Bram Stoker en 1897. Su contenido es tan rico que vale la pena analizarla a detalle. En su Sintaxis, Quirarte expone los tres elementos que la vuelven aterradora, inolvidable y emblemática [...]: estar inspirada en un personaje histórico (Vlad Tepes), que sus hechos se desarrollen en fechas precisas y contemporáneas a los años de aparición de la novela y la presencia de argumentaciones científicas a todo lo largo de la novela.

De sangre contemporánea

La lista de literatos que han desarrollado novelas, cuentos y poemas con vampiros como protagonistas, es muy extensa, y si bien los del Romanticismo son considerados los vampiros por excelencia en las letras, los grandes han tenido sucesores convincentes como los creados por Richard Matheson en Soy leyenda (1954), Alejandra Pizarnik en el poema en prosa La condesa sangrienta (1971), Stephen King en El misterio de Salem’s Lot (1975), o las primeras dos entregas de las Crónicas vampíricas de Anne Rice: Entrevista con el vampiro (1976) y Lestat el vampiro (1985). Aunque en opinión de muchos Rice abusó del tema hasta volverlo insostenible, se le reconoce que al inicio fue innovadora en la definición de sus personajes y trama. Para quien desea adentrarse en las letras vampíricas, una excelente opción es la antología Vampiros, compilada (y recientemente reeditada) por Jacobo Siruela.

En el nuevo siglo las librerías se han saturado de protagonistas que de vampiros conservan básicamente el nombre y los colmillos. “No son personajes sino imágenes publicitarias, vacías; los autores explotan el aspecto del vampiro bonito, seductor, y lo han convertido en un producto comercial, pero sin sustancia”, opina Adriana Díaz Enciso.

Llama la atención la velocidad con la que aparecen los nuevos títulos. La saga Crepúsculo de Stephenie Meyer lanzó cuatro tomos en tres años; la de Charlaine Harris, Southern Vampire Mysteries (a menudo citada como ‘la serie de Sookie Stackhouse’), más de 10 volúmenes en 12 años, por nombrar sólo dos ejemplos exitosos en ventas. Esa producción acelerada se relaciona con la cuestionable calidad de los resultados. “Es necesario escribir con calma para cuidar la estructura de la ficción, la verosimilitud. Esta saga de Crepúsculo me parece muy poco fundamentada, poco lograda literariamente. Son libros para distraer, entretener, y bastante olvidables”, indica Bernardo Ruiz.

Vampiros ‘monos’

Cabe hacer un paréntesis para decir que desde los albores del cómic, el vampiro ha hecho presencia ocasional como villano. Sin embargo ha habido momentos en los que ha cobrado protagonismo, mayormente con adaptaciones de libros o series televisivas a esta vertiente, pero también dando origen a productos propios como la exitosa 30 días de noche (Steve Niles y Ben Templesmith). Entre las producciones más recientes del género están American Vampire, debut de Stephen King en el mundo de la historieta, acerca de un chupasangre cowboy.

LA MORDIDA DE LA PANTALLA

Los vampiros debutaron en la pantalla grande desde el cine mudo. Es emblemática la cinta que abrió el camino de los colmillos en el séptimo arte, Nosferatu, una sinfonía del horror (Nosferatu, eine symphonie des Grauers, F. W. Murnau, 1922), un clásico sobre el conde Orlac (Max Scherk), en una versión no autorizada de la novela Drácula de Stoker. Nosferatu no sólo es la semilla de todo lo que vendría después sino que ha inspirado otras películas indispensables: Nosferatu el vampiro (Nosferatu: Phantom der Nacht, 1979), homenaje de Werner Herzog a Murnau, y La sombra del vampiro (Shadow of the Vampire, E. Elias Merhige, 2000), cuya trama plantea que Max Scherk era un auténtico chupasangre, contratado por Murnau para el rodaje.

Volviendo en el tiempo, vale la pena citar asimismo Vampiro, la extraña aventura de Allan Gray (Vampyr, 1932), donde Carl Theodor Dreyer hace una adaptación libre de la obra literaria Carmilla.

En 1931 el estadounidense Tod Browning llevó Drácula al celuloide, basándose en la adaptación teatral que habían hecho Hamilton Deane y John L. Balderston y tomando ‘prestado’ a su actor principal: Bela Lugosi, el primer vampiro aristócrata del cine.

De los ochenta son dos largometrajes de culto: El ansia (The Hunger, Tony Scott, 1983), basada en la novela homónima de Whitley Strieber, con Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon, y música de Bauhaus e Iggy Pop. La otra es Cuando cae la oscuridad (Near Dark, 1987). El experto en cine Héctor Becerra apunta que esta cinta de Kathryn Bigelow, a la que califica de híbrido entre el wéstern y el horror, propone una escalofriante historia con vampiros contemporáneos en el oeste norteamericano, que luego sería imitada por cineastas como Robert Rodríguez y John Carpenter.

Las opiniones sobre el Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992) de Francis Ford Coppola son encontradas; en general se habla de un filme vanguardista pero que no necesariamente cuaja. No obstante, a menudo se resalta que posee escenas rescatables y algunas actuaciones memorables como la de Anthony Hopkins en el papel de Van Helsing, y una banda sonora espectacular. Lo mismo ocurre con Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles, 1994) de Neil Jordan, con un guión hecho por Anne Rice a partir de su propia novela. Para algunos los protagonistas, Brad Pitt y Tom Cruise, son el motivo de desdén hacia la película (por su estatus de “estrellas de Hollywood”). Para otros, ofrecen actuaciones más que solventes, al nivel de una trama sólida.

Un año después, Abel Ferrara presentó La adicción (The Addiction), cinta en blanco y negro por el cual estuvo nominado al Oso de Oro en la Berlinale.

Hasta ahora se han lanzado cuatro filmes basados en los libros de Stephenie Meyer: Crepúsculo: Twilight (Twilight, Catherine Hardwicke, 2008), Luna nueva (New Moon, Chris Weitz, 2009), Eclipse (The Twilight Saga: Eclipse, David Slade, 2010) y Amanecer (The Twilight Saga: Breaking Dawn. Part 1, 2011); una quinta parte se estrenará en noviembre. Hablamos de trabajos que comercialmente han resultado un éxito, dando altos ingresos a las productoras y fama a sus actores. Sobre el porqué de su carácter taquillero, Héctor Becerra apunta que la serie halló su nicho de mercado en los jóvenes, al conectar el lado erótico del vampiro con el despertar sexual de los adolescentes. Sin embargo para la crítica y los expertos en el tema, no son obras dignas de atención.

Por otro lado, si hay una película que en las últimas décadas ha embrujado a los amantes de los vampiros es Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), donde el sueco Tomas Alfredson se apropia del libro de John Ajvide Lindqvist (encargado de hacer el guión) para presentar a Eli, una vampira de dos siglos con cuerpo de niña, y Oskar, el cual se convertirá en su aliado. Becerra la describe como “elegante, simple y emotiva, con temas contemporáneos y universales”. Díaz Enciso la considera “una demostración de que se pueden seguir haciendo historias genuinas, que te causen impacto y te conmuevan”. Cabe decir que ante el éxito de la cinta, Hollywood no resistió la tentación de hacer un remake, igualmente llamado Déjame entrar (Let me in, Matt Reeves, 2010), cuya recepción tuvo críticas encontradas.

Los filmes sobre vampiros parecen multiplicarse, aunque eso no necesariamente garantiza su calidad. Recientemente Tim Burton presentó Sombras tenebrosas (Dark Shadows (2012), basada en una serie de tv setentera). En septiembre llegó a las salas Hotel Transylvania (Genndy Tartakovsky, 2012), llevando a Drácula y otras criaturas monstruosas a la animación 3D. Según el sitio web IMDb.com entre 2012 y 2013 se sumará un total de más de 40 estrenos de largometrajes sobre vampiros.

CRIATURAS SERIALES

La televisión siempre ha abierto sus puertas a las criaturas de la noche y los vampiros no son la excepción. Sin embargo, no puede reconocerse algún programa que sea ejemplar, tratándose al menos de vampiros ‘serios’. Puede aplaudirse la comicidad del abuelo en La familia Munster (The Munsters)... y estamos hablando de los años sesenta. Fuera de ahí, ha salido un puñado de productos que no proponen ni convencen.

La reciente ola de best sellers sobre vampiros light ha encontrado en la tv un escaparate que sin duda contribuye al éxito mercadotécnico de libros como los de Harris, retratados en True Blood o los de L. J. Smith en The Vampire Diaries (o El diario de los vampiros, según el canal que usted sintonice), pero al igual que éstos o los filmes que abordan el material de Meyer, se limitan a ofrecer entretenimiento para adolescentes, centrándose más los amores ‘imposibles’ o socialmente prohibidos; abusan de los clichés y no poseen elementos para esperar que las obras lleguen a perdurar más allá de la memoria de algunos nostálgicos.

Mención aparte merecen los programas de corte documental que ocasionalmente presentan canales como NatGeo y Discovery Channel, en los cuales se muestra y/o analiza la evidencia de la existencia de supuestos vampiros, o bien se comparte con el espectador los resultados de investigaciones sobre mitos. Sin duda, esta clase de programas resulta siempre interesante al dar a conocer los hallazgos y puntos de vista de científicos, de una manera objetiva.

PARA LA ETERNIDAD

El mundo de los vampiros es mucho más amplio de lo que podríamos abarcar en un solo reportaje. Habría que abordar puntos tan dispares como su presencia en videojuegos, caricaturas, juegos de rol y hasta cereales; o analizar los miedos que despiertan, la subcultura gótica, las personas que se creen vampiros, las tumbas en donde hay osamentas con estacas y un etcétera larguísimo.

Sin importar la manera en la que se le presente, puede decirse que el vampiro es indestructible. Lo cierto es que en algunas décadas tiene mayor auge que en otras. La Psicóloga Carolina Ramírez señala que el actual y renovado interés por estas figuras puede deberse a que la situación mundial, en donde impera la desesperanza, más gente es susceptible a sentirse atraída por estas criaturas, a partir de su ser inmune al envejecimiento, al dolor y a la muerte.

Pese a la decepción que provoca a muchos la reciente ‘camada’, los expertos invitan a valorar los grandes personajes ya existentes y más aún, confían en que surgirán historias capaces de sorprender a propios y a extraños, en la literatura y el cine. “Ningún tema se agota; es cuestión de que lo explore alguien con talento”, asevera Bernardo Ruiz. Y como él, son miles los que creen fervientemente que hay vampiros para rato, o más bien para siempre. Y no es una apuesta hecha al aire: habitan en la ficción y desde ella su inmortalidad es una realidad.

Fuentes: Bernardo Ruiz, escritor, catedrático y Director de Publicaciones y Promoción Editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana; Adriana Díaz Enciso, escritora y traductora; Héctor Becerra, gerente de producción de Grupo Radio Estéreo Mayrán, director artístico de EXA FM y conductor del programa radiofónico Filmanía; Licenciada en Psicología Carolina Ramírez; Doctor en Psicología José Luis Valdez, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Conducta de la Universidad Autónoma del Estado de México y autor de la Teoría de la paz o equilibrio; prólogo a Drácula de Bram Stoker, Quirarte, Vicente (Editorial Porrúa, 2006); Sintaxis del vampiro en Del monstruo considerado como una de las Bellas Artes, Quirarte, Vicente, (Paidós, 2005); ABC.es; El Universal.

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