
El volcán y la noche estrellada, 1950.
El genio de Gerardo Murillo, Dr. Atl, encontró múltiples cauces: pintura, escritura, ciencia, aventura, política. Su vida fue un estallido que halló un eco en las explosiones volcánicas del suelo mexicano. Esta es una mirada a la existencia y legado de un hombre peculiar e irrepetible.
Dionisio Pulido trabajaba con su esposa Paula, limpiando matorrales en su parcela, cuando la tierra comenzó a temblar y a lanzar vapores y rocas incandescentes. Huyeron aterrorizados. Una semana después un montículo humeante de más de 10 metros de altura se elevaba en su finca. Era febrero de 1943 y este sencillo campesino había presenciado el nacimiento de un volcán: el Paricutín, que devastó la región purépecha y estuvo activo por nueve años. Un pintor llegó a buscarlo, hipnotizado por esa fuerza descomunal que se abría paso desde el centro de la tierra. Su nombre: Dr. Atl. Realizó centenares de dibujos, perfiló a punta de pincel los múltiples ángulos de la erupción. Consolidó un estilo: sus trazos se hicieron gruesos, contundentes. Contrastó los ángulos rectos de la tierra que se partía y desdoblaba, con el dinamismo orgánico de los fluidos de lava y las nubes de ceniza. Estudió con pasión las potencias que forman los continentes y pujan por cambiar el rostro de las montañas. Frente a su mirada emocionada surgía la imagen misma del México que le había tocado vivir, convulso y glorioso a su manera.
Un artista, al escoger el tema que va a representar no hace sino encontrar un eco de su vida interior. Frente al volcán, Atl no sólo encontró la representación física de los potentes sentimientos que lo poseían, sino que tuvo la oportunidad de vivir un genuino idilio con la tierra y su violento parto de fuego. Sus pupilas se encendían con las exhalaciones furiosas del Paricutín.
EL QUINTO SOL
Hacer la crónica de vida de Dr. Atl es correr detrás de un torbellino. Gerardo Murillo Cornado nace el 3 de octubre de 1875 en Guadalajara, Jalisco, hijo de un farmacéutico español. Siendo adolescente comienza sus estudios formales de arte con Felipe Castro. A los 21 años viaja a la Ciudad de México y Porfirio Díaz le otorga una beca para estudiar arte en Europa. Es en este periodo cuando, como nacionalista recalcitrante eligió la palabra náhuatl que corresponde al agua, Atl, como su nuevo nombre. La jerarquía de su espíritu inquieto hizo que el poeta argentino Leopoldo Lugones le agregara el título de doctor.
Toma clases de dibujo en París y se matricula en la Universidad de Roma para cursar Filosofía y Derecho, convirtiéndose en ávido visitante de los museos. Participa en huelgas estudiantiles. Obtiene una medalla de plata en el Salón de París por un autorretrato. Realiza viajes por Alemania, Rusia e Inglaterra. En algún momento habla de viajes por Egipto, China y la India, aunque no han sido comprobados; su vida podría ser definida con una frase del cineasta John Ford: “Cuando te ves en la necesidad de elegir entre la verdad y la leyenda... escoge la leyenda”.
A su regreso a México en 1903 se vincula con Joaquín Clausell, el gran impresionista mexicano, quien sería para él una influencia. Poco después ingresa como docente en la Academia de San Carlos. Entre sus alumnos se cuentan los futuros muralistas Orozco y Siqueiros, a quienes transmite un impulso vital que los lleva a visualizar un arte mexicano tan grandioso como el de los maestros del Renacimiento. En el centenario de la Independencia organiza una magna muestra que tiene un rotundo éxito. Su siguiente proyecto fue pintar los muros de los edificios públicos, pero la idea se ve truncada por la Revolución.
En 1911 retorna a Europa. Tras el asesinato de Madero, se convierte en el portavoz de la revolución en dicho continente. Vuelve a México en 1914, se une a las filas de Carranza y realiza negociaciones estratégicas con Zapata. Paralelamente escribe libros donde analiza y resalta el paisaje y el arte popular mexicanos.
Después del homicidio de Carranza, Atl toma el ex convento de La Merced como su estudio. Es en este periodo cuando aparece Carmen Mondragón, a quien el pintor, enamorado, rebautiza como Nahui Ollin: el Quinto Sol. Tomás Zurian señala acertadamente que la vida regaló a Dr. Atl dos volcanes: el Paricutín y Nahui Ollin, hija de un próspero general. Pintora y escritora, con una historia tumultuosa, halló en el temperamento aventurero de Atl un reflejo a su inquietud. Su encuentro fue motivo de escándalo para la sociedad y acicate creativo para ambos. Los celos crónicos de Nahui Ollin propiciaron la ruptura después de cinco años de turbulento romance.
COLORES PROPIOS
Atl fue un espíritu afín a los grandes talentos del Renacimiento. Como pintor, se alimentó del academicismo pero rompió sus reglas, influido por las vanguardias europeas. Supo ver la potencia expresiva del arte popular mexicano y transmitió a sus alumnos este aliento al mismo tiempo nacionalista y universal.
Indiscutiblemente, sentó las bases para el desarrollo del muralismo mexicano. Fueron sus ideas, más que su estilo, las que provocaron mayor impacto entre las generaciones que definirían el arte de nuestro país durante la primera mitad del siglo XX.
Además, su afán de experimentación le hizo elaborar nuevos materiales, entre los que destacan los Atl colors, una síntesis de su vasto conocimiento de las técnicas clásicas y su sentido práctico.
Los Atl colors podrían ser considerados una variante de los gises de pastel y están fabricados con una mezcla de resina, cera y pigmento, en una barra dura que permite trabajar sobre cualquier superficie seca. Estos colores no se mezclan pero, como en la antigua técnica de pintura con cera, mantienen una gran luminosidad y cierta transparencia la cual permite que se trabaje en capas superpuestas. A través de estas técnicas Atl hizo de la pintura no sólo el punto de partida para una reflexión filosófica, nacionalista, panteísta y política, sino una experiencia estética que incluye el propio material con el que está hecho el cuadro.
EL AGUA VIVA
La imagen que deja Atl para la posteridad es la de un anciano vigoroso, de larga barba blanca, quien, con afán de explorador escala montañas para buscar el ángulo expresivo que se ajuste a su visión interior. De su intensa experiencia con el Paricutín surgió el libro Cómo nace y crece un volcán, donde mezcló sus dotes de narrador, científico, vulcanólogo y artista. Sin embargo, la experiencia le cobró cuota: los vapores tóxicos del volcán eventualmente afectaron su salud y generaron complicaciones que culminaron con la amputación de su pierna izquierda.
Después de su etapa en el Paricutín le restarían varios años de labor creativa. Hacia el final de sus días recibió las más altas condecoraciones del gobierno y fue admitido en el Colegio Nacional. Siendo ya anciano, subía en aviones y helicópteros para hacer paisajes desde el aire. Falleció en la Ciudad de México el 15 de agosto de 1964 y dejó, además de una obra pictórica vastísima, libros extraordinarios como Las iglesias de México y Gentes profanas en el convento.
¿Qué puede decirse de un hombre que supo de batallas, que fue maestro de los muralistas, que amó y arriesgó la vida por sus creencias, que fue ante todo, un explorador de la Naturaleza, que buscó su propia voz en medio del caos del mundo? Dr. Atl es un caso atípico, una leyenda cuyo legado sigue fascinando a quienes la conocen. Sus propias palabras perfilan una existencia irrepetible: Todo lo bueno y lo malo que he hecho y que tenga cierto valor, lo hice yo, el Dr. Atl, autobautizado paganamente con el agua maravillosa de mi alegría de vivir. El oleaje del mar que fue Atl sigue resonando, afortunadamente, en la memoria del arte mexicano.
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