
El pueblo en demanda de salud (fragmento), Diego Rivera.
Hablar del IMSS suele generar controversia pues mientras algunos ponderan el beneficio de contar con un organismo de su tipo, otros cuestionan su eficiencia. Pero más allá de ese debate, muchos -quizá la mayoría- desconocen que entre las instituciones del Estado mexicano, probablemente el IMSS sea la que alberga el mayor número de obras plásticas que dan fe de la historia del arte nacional, vinculándolo además con el bienestar social.
En formatos inmensos, en innumerables gamas de color y texturas elocuentes, la Escuela Mexicana de Pintura imaginó un México pleno y próspero. Testimonios de conquistas invaluables y deseos que los artistas de dicha tradición pictórica hallaron impostergables, se encuentran en diversos muros y plazas de todo el territorio nacional. Esas obras hablan desde un presente continuo: llaman a reflexiones inagotables, señalan nuestras conquistas y pendientes. Ponen frente a nuestros ojos a un país que aún tiene asuntos por consumar.
Muchas de esas creaciones no sólo decoran, sino que son el inconfundible distintivo que vuelve emblemáticos varios espacios de México. Murales de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco se resguardan en oficinas de la administración pública, centros culturales, universidades, tribunales e inmuebles que reciben a personas de todos los estratos (y nacionalidades), convirtiéndose así en sitios de encuentro, de comunión.
Aunque es desconocido por muchos, el acervo artístico del Instituto Mexicano del Seguro Social está conformado por obras realizadas con la intención de dar un mensaje claro a derechohabientes, trabajadores, dirigentes y patrones, acerca de la enorme conquista que significó la fundación de ese instituto para la sociedad. Hablan también desde una reflexión que no concluye, relacionada con la definición de los ámbitos de la llamada seguridad social. Finalmente, pusieron sobre la mesa una tesis más, relacionada con el papel del arte y la cultura como aliciente, como medicina del espíritu y, desde luego, como un bien general, un patrimonio al que cada ciudadano debe acceder y ejercer al tratarse de uno de sus derechos fundamentales.
Hoy por hoy, las diversas unidades del IMSS (ya sean médicas, habitacionales, vacacionales o administrativas) representan auténticas galerías abiertas. No sólo son depositarias de magnas creaciones de artistas del país, de diversas tradiciones; sus inmuebles son también testimonio de reflexiones en torno a la arquitectura y la funcionalidad. Sus diversas modificaciones y renovaciones dan fe de episodios importantes en nuestra historia. Dicho de otro modo, el acervo del IMSS es, junto al de la UNAM, uno de los más profusos. Su riqueza vale por lo mucho que nos dice del arte nacional, pero también como espejo fundamental de nuestra realidad.
ARQUITECTURA AL ÓLEO
La fundación del IMSS supuso y aún supone el mayor triunfo de las políticas sociales en México. Hasta nuestros días, a casi 70 años de servicio, continúa siendo la institución más grande de su tipo en toda América Latina.
Constituido durante la administración de Manuel Ávila Camacho, la cimentación y expropiación de los recintos que hoy conforman su gran estructura, tuvo como fondo una afortunada coincidencia: la reflexión sobre la funcionalidad de los inmuebles hospitalarios, así como una idea de ‘integración’ que suponía dar un lugar estructural, en cada edificio, a obras plásticas que fueran a la vez ornamento y parte fundamental de la trama de la construcción.
El Arquitecto y Doctor en Historia Alejandro Vega define ese momento: “Lo realizado por el IMSS correspondió al momento máximo del funcionalismo arquitectónico mexicano, al resolver demandas muy complejas de diseño, integrar piezas escultóricas y de pintura sin falsos monumentalismos y al contextualizar sin prepotencia los equipamientos modernos a los muy diversos paisajes naturales y culturales”.
La primera unidad erigida con dichas características fue el Centro Médico Nacional La Raza, ubicado al norte de la Ciudad de México. Como antecedente inmediato de este desarrollo de la arquitectura social destaca el llamado Hospital Colonia, ubicado en la calle Manuel Villalongín (también Distrito Federal), ideado para el gremio ferrocarrilero. Se trata de un edificio art déco, pensado de manera funcional para el otorgamiento de servicios clínicos; fue diseñado por el arquitecto Carlos Greenham y está decorado en su ala principal por una serie de vitrales de Fermín Revueltas (manufacturada por Casa Montaña en Torreón), titulada Tejiendo rieles.
Casi a partir de la fundación del IMSS, le fue asignado el Hospital Colonia. Así, tanto el vitral como el inmueble pasaron a ser, junto a los murales comisionados para las oficinas centrales del instituto, las primeras piezas materiales de su patrimonio artístico.
La Licenciada en Historia Davayane Amaro, funcionaria del área de Desarrollo Cultural del IMSS, explica que en los proyectos arquitectónicos originales del Centro Médico Nacional y La Raza “los propios trazos y acabados estructurales de los inmuebles presentan, de origen, rasgos escultóricos; Enrique Yáñez, el arquitecto que diseñó ambas unidades, se auxilió con el curador Federico Gamboa para definir inmuebles en los que tuvieran cabida diversas obras plásticas integradas”.
La mejor muestra de dicho procedimiento inicial es el relieve Evolución y futuro de la ciencia médica en México (1958), de José Humberto Chávez Morado. El relieve estuvo emplazado en la fachada de la primera torre del Centro Médico Nacional, de cara a la magna explanada interior de dicho centro, hasta que éste colapsó con el sismo del 11 de septiembre de 1985. Años más tarde, durante la remodelación del recinto, el relieve fue rescatado y se le ubicó en su posición original, pero ahora como fachada del nuevo Hospital de Especialidades Dr. Bernardo Sepúlveda, en el renovado Centro Médico Nacional Siglo XXI.
Chávez Morado utilizó diferentes técnicas como relieves, incisiones y tallas en múltiples piedras de cantera mexicana. Se ocupó asimismo de temas que vemos igualmente en las creaciones de Siqueiros y Rivera: la celebración del IMSS como un triunfo social, el repaso de la historia de la medicina en el país, y finalmente la idea del avance de la ciencia médica como condición del bienestar y del progreso de nuestra sociedad.
ESCUDO MATERNO
Como es sabido, en buena medida el discurso de la Escuela Mexicana de Pintura se sustenta en una propuesta nacionalista, que concilia tanto en su plataforma intelectual como pictórica el imaginario del México del pasado con las promesas de bienestar y progreso. De ahí que el IMSS, por su naturaleza, fuera un asunto que los exponentes de dicha generación celebraron.
El Seguro alberga dos murales de Siqueiros y uno de Rivera, así como otros tantos de más autores cercanos a su grupo, quienes decididamente fijaron en sus pinturas los mismos preceptos. Cabe decir que por la proyección arquitectónica ya descrita, muchos de esos autores fueron comisionados por el propio organismo; de tal suerte, las primeras magnas obras que se sumaron al acervo del IMSS son, digamos, elogios hacia éste.
El diseño del logotipo del instituto es altamente representativo de ese discurso: un águila real, insignia distinguible de la fundación de México, cobija a una mujer que amamanta a su hijo. Se asocia así la idea de maternidad como protección nuclear, y el águila como un claro símbolo del paternalismo estatal. El logo nació como una escultura de Federico Cantú, Madona (1953, hecha para la fundación de La Raza), y luego tendría varias versiones pictóricas y escultóricas creadas por el propio Cantú y otros.
“Según el inventario, el artista que más obra aporta al acervo es Federico Cantú, ya que su Madona se convirtió en emblema de la institución, y Benito Coquet (primer director del IMSS) ordenó que se realizaran diversas reproducciones para ubicarlas en todas las unidades ya listas o por construir”, puntualiza la licenciada Amaro.
El IMSS posee además tres creaciones de Jorge González Camarena, dos en sus oficinas centrales y una en el Hospital General de Chihuahua, Chihuahua; todas ellas con el mismo tono nacionalista y celebratorio.
Vale la pena subrayar que dentro de su patrimonio el IMSS sólo cuenta con obras que fueron comisionadas. Es decir que necesariamente tienen al Seguro por tema, y fueron hechas además bajo el concepto de fusión con su arquitectura.
PINCELES MONUMENTALES
Por decreto, el legado de los tres grandes del muralismo mexicano, Siqueiros, Rivera, Orozco, es considerado “monumento nacional”, esto con el objetivo de protegerle de cualquier interés particular y asegurar que las instituciones pertinentes del Estado mexicano lo resguarden. De las obras que alcanzan esta categoría, el IMSS posee tres murales: El pueblo en demanda de salud (1953), de Diego Rivera, ubicado en La Raza; Por una seguridad social completa para todos los mexicanos (1954) y Apología de la futura victoria de la ciencia médica contra el cáncer (1958), ambos de David Alfaro Siqueiros, situados respectivamente en La Raza y en Centro Médico Nacional.
El de Rivera estaba llamado a ser la joya de La Raza: “Era la bienvenida a los derechohabientes, la pieza central del vestíbulo de la unidad”, afirma Amaro. Rivera partió de un profundo conocimiento de la medicina prehispánica, basado en sistemas curativos tradicionales y de herbolaria; continuó con la del virreinato hasta llegar a la medicina contemporánea, donde exaltó los avances científicos y tecnológicos, según se afirma en el libro Arte y Arquitectura del Instituto Mexicano del Seguro Social, volumen conmemorativo del 60 aniversario del organismo, editado en 2006.
Amaro complementa que El pueblo en demanda de salud resulta fascinante por su formato y su juego con el espacio; el plafón se curva, hay una mezcla de técnica: mosaico y pintura; muestra el fuerte interés de Rivera por las culturas previas a la Conquista. Conjuga la medicina prehispánica y la moderna. Dos grandes árboles simbolizan ambos mundos, que nutren a la institución. Desde luego, también aparece la idea del IMSS como una victoria social, simbolizada en un mismo personaje visible en distintos cuadros. También aparecen en el mural varios médicos fundadores del IMSS: “Rivera se vinculó con muchos de ellos, presenció algunos procedimientos, incluso hay una foto donde él aparece vestido como médico. En fin, hay una vinculación directa, casi íntima, entre Rivera y esta obra”.
De las creaciones de Siqueiros, Por una seguridad social... va por la misma línea celebratoria: hecha para la unidad de congresos de La Raza, el artista trabajó con el arquitecto Yáñez para definir el espacio donde estaría el mural. “Proyectó una sala sin contornos, angulada, que evitara cualquier noción de divisiones o fronteras para así dar, más que una ilusión, un concepto de movimiento continuo. Donde sea que se pare el espectador, encontrará una nueva perspectiva relacionada con ese juego”, afirma Clara Grande, candidata a maestra en Historia del Arte por la UNAM.
La pieza muestra en su primer flanco una escena llena de dramatismo: un obrero herido de muerte por el influjo de una banda industrial; en los lados siguientes, se advierte una procesión de mujeres, una serie de iconos relacionados con el comunismo y cierra con una imagen donde un trabajador, secundado por médicos, activa el switch del progreso. A decir de Davayane Amaro “la obra era una de las predilectas del artista, tanto que incluso imprimió algunos fanzines en los que comentaba y mostraba su realización. Fue un trabajo que le llevó, entre la conceptualización y la ejecución, más de tres años, con el auxilio de un numeroso grupo de jóvenes creadores”.
Por la satisfacción que provocaba a su autor, esta pintura goza de singular importancia dentro del patrimonio al igual que la de Rivera, el cual es considerado el último mural que el guanajuatense completó antes de morir.
ARTE Y ENFERMEDAD
Apología de la futura victoria de la ciencia médica contra el cáncer, de Siqueiros, tiene varios giros distintivos. Para empezar, es probablemente la primera pieza del acervo hecha decididamente bajo la reflexión de una enfermedad como eje central. Destaca porque ya no se trata de piezas de arte que homenajean al IMSS, sino que profundiza en torno al área prioritaria de la seguridad social, es decir, los servicios de salud.
Apología... fue hecha para el vestíbulo de la unidad de oncología del Centro Médico Nacional. En el mural se aprecia una procesión histórica de las diversas maneras en que diferentes civilizaciones combatieron este mal, desde la medicina china hasta la cámara de cobalto, el mayor instrumento de la época para tratar tumores cancerígenos.
No obstante, según Amaro, no deja de tener un importante mensaje: “El mural de Siqueiros quiere mostrar que los avances médicos van emparejados con una nueva y mejor sociedad. Que hay dos tipos de cáncer por derrotar: el humano y el social”.
Sin embargo, es claro que ese abordaje de Siqueiros es el germen de una nueva sensibilidad. Entre esto y las nuevas obras comisionadas para la renovación del Centro Médico Nacional (luego llamado Siglo XXI), el enfoque se vuelve menos institucional y se reconcentra en la reflexión sobre vida y enfermedad; asimismo, la representación se vuelve menos figurativa.
En ese registro se halla también el mural El aire es vida (1958), de Luis Nishizawa, comisionado para la unidad de Neumología y Tórax; éste se concentra en “celebrar al aire y a la acción de respirar como una conexión de lo humano, lo divino y la Naturaleza, vínculo expresado en esta acción tripartita entre elemento, acción física y fuerza vital”, apunta Clara Grande.
En el mismo contexto, Amaro remarca que dentro del acervo, el primer proyecto plástico incluye obras con más carga de tono social, tintes históricos y mayor matiz figurativo. Mientras que en el segundo, el tratamiento es mucho más abstracto, su tema se vincula más con la medicina, las afecciones y la vida, se aísla el análisis social y la apoteosis de la institución.
Y junto a este cambio de razonamiento pictórico, se percibe una nueva discusión acerca de la esencia del concepto de seguridad social: es pensar el arte como un instrumento para avivar, animar, incentivar al paciente con creaciones que alimenten su espíritu, que sean parte de su bienestar; espacios interiores que le den algo más. Se trata de imaginar que el arte, como la medicina, es parte de la recuperación contra los malestares. Y con ello se integra la idea de que el arte como bien social al que tenemos derecho, debe ser asimismo uno de los ámbitos a los que dé servicio una entidad como el IMSS.
Clara Grande hace un señalamiento: algo de lo que anima a las generaciones posteriores al muralismo, proviene de un cierto repudio a la iconografía nacionalista e institucional. Muchos de los nuevos artistas buscan en sus propias inquietudes las reflexiones hacia temas generales, abordan desde sus personalísimas nociones sobre las cosas. De tal modo, “la segunda parte del acervo se vuelve más abstracta, la reflexión es más íntima. Sin querer ser torpemente consoladora, pretende llenarse de luz. Por ello vemos muchos mosaicos, colores vivos, vitrales en patios interiores. Estas piezas intentan aislar a la enfermedad de su connotación trágica y comunicar que, como toda condición humana, es también un ámbito de reflexión que en otra derivación puede convertirse en fuerza vital, en metamorfosis”.
Tal desborde de luminosidad se aprecia en los mosaicos que hoy se hallan en las unidades médicas de alta especialidad del Centro Médico Siglo XXI. Quizá el ejemplo más contundente y emotivo sea Mariposas estelares (1991), un vitromural de Jesús Ruiz Mejía, emplazado en las estructuras superiores del pasillo central de la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) de Oncología, en dicho centro.
OBRAS NACIDAS DE LA TRAGEDIA
El 11 de septiembre de 1985 fue una fecha particularmente dolorosa. El sismo que sacudió al Distrito Federal tuvo su expresión más trágica en las inmediaciones del Centro Médico Nacional. Prácticamente la construcción entera sufrió daños estructurales severos; hubo necesidad de evacuar todos los recintos, algunos colapsaron al cabo de unos días y otros fueron demolidos porque el peligro de derrumbe era inminente. De la unidad original sobrevivieron dos edificios y el centro de convenciones. Los médicos ofrecieron consultas de urgencia extramuros. El Parque del Seguro Social, aledaño, dejó de ser la casa del béisbol en la capital del país, para convertirse en morgue temporal.
Entre 1985 y 1993 se concibió y realizó un proyecto maestro para renovar las instalaciones. Las tres construcciones que resistieron el embate fueron reforzadas, el resto del centro se construyó desde cero. Afortunadamente, el patrimonio fue rescatado gracias al trabajo de un equipo de restauradores del INBA.
Después de 1985 se optó por edificios más horizontales y ya no de gran altura. Se concibieron nuevos planes para la reubicación de las obras, teniendo la consigna de no ignorar la noción primigenia de integrarlas con naturalidad a la arquitectura, lo cual inicialmente representó un problema porque muchas de las piezas rescatadas tenían un vínculo muy estrecho con su espacio original.
Davayane Amaro explica que en los años noventa, el proyecto arquitectónico estuvo más vinculado con áreas resguardadas: las entradas de luz, la ubicación de creaciones plásticas y la distribución de los espacios de servicio, se articulan en patios interiores. Mientras que el proyecto primario, el de mediados de siglo, había estado enfatizado hacia los exteriores, con grandes explanadas, amplias fachadas, hacia una idea de congregación, de reunión pública. El segundo proyecto es de cierto modo más íntimo.
Diálogo entre ayer y hoy
Con la nueva disposición, el propio discurso arquitectónico se amolda a las nuevas expresiones plásticas: como ocurrió con los modelos de expresión y reflexión en la pintura, la arquitectura ya no sólo persiguió la funcionalidad de un espacio hospitalario sino también la posibilidad de mejorar la experiencia del paciente y de quien lo acompaña.
El momento es importante para el acervo del IMSS, porque los procesos de rescate y restauración de obras terminaron por generar un diálogo entre pasado y presente, entre la representación y la reflexión de tópicos como vida, salud, enfermedad, muerte. La arquitectura entra a la interacción y de este modo se generan inmuebles que, si bien no se consideran dentro del patrimonio, sí representan e incluso reflejan en gran medida el desarrollo de esta disciplina como arte, más allá de su funcionalidad y su valor social.
Aun así, no pocos arquitectos han criticado que los posteriores proyectos de desarrollo arquitectónico del IMSS han sido o bien desordenados o desbordados en lo que se refiere a la proyección de las unidades primigenias. Al respecto, el investigador Alejandro Vega comenta: “Con mucha tecnología, pero menor calidad de conceptualización, se han remodelado indiscriminadamente los edificios originales, perdiendo gran parte de ellos sus valores arquitectónicos, tales como La Raza y Gabriel Mancera en el DF”.
En el mismo sentido, el temblor del 85 llevó a arquitectos y médicos a cuestionar la decisión de convertir al Hospital Colonia en una unidad administrativa. Los primeros consideraron que esa transición le restó valor como recinto cultural y paradigmático de la arquitectura, mientras que los segundos lamentaron que sin el cambio, dicho centro habría sido fundamental para brindar servicios médicos durante la crisis.
SÍNTESIS PLÁSTICA
El proyecto maestro de Siglo XXI tuvo diversas implicaciones que, en buena medida, consuman un periodo de análisis respecto a la plástica y la arquitectura mexicana. Las nuevas obras comisionadas se alejaron rotundamente de tintes oficiales y el concepto de ‘integración’ con los edificios se vio amplificado.
Algunas reincorporaciones, como el rescate de El aire es vida de Nishizawa y Apología de la futura victoria... de Siqueiros, fueron complejas y por demás interesantes, ya que se trataba de piezas diseñadas ex profeso para los sitios donde fueron emplazadas. La primera estaba en las escaleras de un vestíbulo y la segunda recorría toda la longitud de la unidad de Oncología del Centro Médico. Evidentemente, las nuevas propuestas arquitectónicas para Siglo XXI no contemplaban la reposición de lugares semejantes, de manera que fue necesario pensar un reposicionamiento que fuera significativo y muy natural.
La solución fue llevar el mural de Siqueiros al espacio más pertinente, la UMAE de Oncología, mientras que la pieza de Nishizawa fue reubicada a la entrada de Siglo XXI “donde quizá se debilitó su asociación con las enfermedades respiratorias, pero cobró otra significación: su posición en la antesala parece querer invitarnos a un lugar donde el esfuerzo es por la vida. Sin duda, las reubicaciones dieron un aliento renovado a muchas obras”, asevera Clara Grande.
Otra de las piezas monumentales, Homenaje al rescate (1988-1989), mural de Chávez Morado, da la bienvenida a derechohabientes y transeúntes que llegan a Siglo XXI. En él se conjugan diversas técnicas e impresiones, pero salta a la vista el uso de un discurso parecido al grabado, que vuelve más contundente el mensaje y reúne dos tradiciones pictóricas: el arte mexicano de inicios del siglo XX y los métodos de vanguardia. Hay de nuevo, como en su relieve, una progresión histórica, pero esta vez es sólo de un instante, el del sismo. Indica Amaro: “Es más un reconocimiento ciudadano (a los que apoyaron en el rescate, los médicos que atendieron extramuros) que institucional. En ese mural están reconciliados el discurso social de los muralistas y la impresión íntima de los nuevos artistas”.
Los especialistas enfatizan que, en ese sentido, el patrimonio del Seguro termina por ser un reflejo de la plástica mexicana entera. Un paseo a cualquiera de las unidades del IMSS en todo el país da fe de los contrastes, da testimonio de muchas generaciones y corrientes. Mientras que Siglo XXI o La Raza no sólo son galerías vivas, sino retrospectivas del arte mexicano.
Sea cual sea el abordaje o la época, este conjunto inigualable da nota de un caso único: el del florecimiento de una serie de importantes disciplinas artísticas en torno de un bien social. No como alabanza elemental o llena de ingenuo ni falso optimismo. No: el acervo del IMSS surge con la idea de que el arte es indisociable de la salud, de la enfermedad y de cualquier condición humana. Todo color, toda textura, todo síntoma, habla de nuestra historia compartida.
Fuentes: Arquitecto y Doctor en Historia Alejandro Vega, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana; Licenciada en Historia Davayane Amaro, funcionaria del área de Desarrollo Cultural del IMSS; Clara Grande, candidata a maestra en Historia del Arte por la UNAM.